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                                                                                                                                 Pereira, Colombia -  Edición: 12.560-140 - Fecha: 27-11-2019

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Hasta la última gota
 

Después de la mirada y el análisis correspondiente, se denota que aunque no es la primera vez que los colombianos salen a las calles, para manifestar su desacuerdo con algunas políticas de Gobierno, pero sí es la primera ocasión en que estas congregaciones se extienden por varios días de manera sostenida y a través de formas de protesta inéditas para el país, que daba tregua para las correcciones que se exijan, ahora las cosas han cambiado mucho y se escuchan cacerolazos, entre salidas nocturnas, enfrentamientos cada vez con mayor ahínco.


La sociedad y sus cambios son discrepantes y controversiales, como se recuerda una movilización popular con un alcance masivo y nacional de proporciones parecidas fueron las marchas para rechazar a las FARC, en febrero de 2008.


Debido al acuerdo alcanzado con los diálogos de Paz, que se terminó firmando hace 3 años, ya los colombianos pasaron de marchar en contra de secuestros, asesinatos, tomas de tierras, tomas guerrilleras y minas antipersonal, a marchar por oportunidades y mejor futuro.


Con riesgo y con intensión de dejar el repudio y contradicción a las nuevas políticas gubernamentales los colombianos están dispuestos a poner en práctica todas las marchas posibles, hasta la última gota de sudor y fuerza, están muy convencidos que se pueden lograr los cambios, ya queda del gobierno sentarse de verdad y realizar los avances que permitan regresar a la pasibilidad a la que se estaban logrando, después de salir de los años de zozobra de guerrilla, secuestros y demás.


Algunos manifestantes apuntan a pedir mayores recursos para la educación pública, otros airean su indignación frente a la corrupción, pero una buena parte de las razones se concentran en exigir el cumplimiento integral de lo pactado, o rechazar el incesante asesinato de líderes sociales, indígenas y excombatientes.


En las manifestaciones se escuchan consignas contra Duque y el expresidente Álvaro Uribe, el más férreo opositor de los diálogos de La Habana, han sido una constante que refleja un nuevo clima de opinión pública. Un giro que ya insinuaban las encuestas, en las que el mandatario alcanza una desaprobación del 69 por ciento y su mentor político también aparece en números rojos desde hace ya algún tiempo.
 

 


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Divergencia en el Conosur

 

Enrique J. Marrero

Durante varias semanas se ha despertado una serie de manifestaciones en distintos país ya su vez varias ciudades de los mismos, el reclamo que ha tomado fuerza en la totalidad de los manifestantes que ha protagonizado estos estos estallidos sociales es, la desigual y problemática social.


Fundamentan que la economía ha crecido, pero que la riqueza sigue concentrada en un sector de la sociedad, la cual se mantiene muy poca diversa y se divisa que mantenga esta dirección, sin tomar en cuenta la problemática popular, en un rasgo que históricamente ha sido común en los países latinoamericanos y que se presenta con mayor fuerza en estos últimos años.


¿Qué es realmente desigualdad?
La manera más común de mirar la desigualdad de una sociedad cualquiera es utilizando el Índice de ingresos. Mientras más bajo el indicador, menos desigualdad existe. Es decir, el cero representa la completa igualdad, esto es lo que le han querido vender muchos políticos y sus asesores a la población, sin embargo cuando se va a la realidad social, se nota la gran diferencia, entre ingresos y egresos.


Pero como solo considera la desigualdad de los ingresos, no refleja todas las otras dimensiones de la vida diaria, como por ejemplo, ¿En qué colegio estudia su hijo?, ¿Qué tipo de transporte es el que predomina, con mayor flujo de personas?, pudiera seguir formulando preguntas, pero la verdad es que, no existe un método totalmente exacto para medir la desigualdad social que, lo que han llamado status social, clase social (Que a su vez es clasificada según donde resida la persona, entre otras cosas) .


Finalmente lo que la masa observa como desigualdad, es la discrepancia de acceso a servicios como salud, educación, transporte o seguridad en las zonas donde resides o frecuentas, los reportes policiales (los que aun publican cifras) se refiere al índice de delitos cometidos y la gravedad.


En el cono sur la vida se ha convertido en una serie de suerte colectiva y que solo un pequeño grupo disfruta de las

 

   

bienhechurías de la producción de la nación, según los indicadores económicos suministrados por el mismo ente regulador.

 

Los sordos ya no hablan


Gustavo Álvarez Gardeazábal

Tal vez salieron muchos colombianos a marchar ayer. Demasiados para quienes siguen creyendo que a todos esos millones de compatriotas que pregonaron el paro por las redes solo les llegó un mensaje desde Sao Paulo. Fueron millones y millones por calles y plazas convocados por medio de sus celulares y aupados por el pánico represivo que dejó traslucir el gobernante.

Allí no se vio la mano de los partidos políticos ni de las agremiaciones oligarcas que han preferido usar tapaderas para no oír el clamor popular. Allí no estaban los congresistas y los que se dicen dirigentes de este país. Pocos se atrevieron a viajar por carretera y ni para qué hacer cuentas de los escasos aviones que surcaron los cielos con pasajeros. No se abrieron almacenes y fueron muy poquitas las oficinas que funcionaron. En otras palabras sí hubo paro nacional y lo fue de una magnitud quizás nunca antes vista.


Los capuchos y los vándalos, que son apenas un puñado en cada región, pretendieron armar la guachafita en una y otra ciudad pero la ola gigantesca de marchantes que protestaban sin ningún interés de destruir, los ahogaron con sus gritos y los expulsaron de los desfiles dejándolos en sus reductos enfrentados a la policía antimotines.


Fue un grito unánime de protesta que millones y millones de colombianos elevaron para ser oídos. La espontaneidad para gritar resultó tan mayoritaria que nadie parece haber asumido el liderazgo del berrido nacional de rechazo al mal gobierno. La duda que nos queda a todos es si ese grito, si esas marchas, si esa esperanza porque seamos mejor gobernados la habrán escuchado el señor presidente y su camarilla de sordos impertérritos.

 

Si los gritos tocaron alguna fibra, el paro nacional deberá producir gestos inmediatos del gobernante y de la dirigencia, pero si se vuelven a enconchar como cuando les dieron la paliza electoral el 27 de octubre, tendremos que acostúmbranos a que en Colombia, como en Armero, los sordos ya no hablan.

 

 

 

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