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Comida chatarra y cerebro: estallidos de ira y la
depresión
Los comentarios emocionales, irracionales y hasta explosivos que se dan en
conversaciones públicas han aumentado en años recientes.
Por ejemplo, los políticos son objeto de insultos durante los debates
legislativos y los científicos reciben correos electrónicos y mensajes en
Twitter abusivos y con amenazas.
¿Qué está pasando? La escalada de la retórica airada algunas veces se atribuye a
las redes sociales. Pero, ¿habrá algo más que está alterando nuestro estilo de
comunicación?
Como investigadoras en el campo de la nutrición y la salud mental, y autoras de
The Better Brain (Un cerebro mejor), vemos que muchas personas en nuestra
sociedad experimentan hambre cerebral, lo cual les afecta las funciones
cognitivas y la regulación emocional.
Productos ultra procesados
Obviamente, no tenemos deficiencia de macronutrientes: la población
norteamericana tiende a consumir suficientes proteínas, grasas (aunque
usualmente no las mejores grasas) y carbohidratos (usualmente no los buenos
carbohidratos complejos).
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Pero nos están faltando los micronutrientes (minerales y vitaminas), porque
consumimos productos ultraprocesados.
Los productos ultraprocesados incluyen cosas como refrescos, refrigerios
empacados, cereales de desayuno con azúcar y nuggets (trocitos de pollo
rebozados). En general, estos contienen cantidades insignificantes de
micronutrientes.
Tres análisis publicados por la Encuesta de Salud de la Comunidad Canadiense en
2004 y la Encuesta de Análisis de Salud y Nutrición Nacional de EE.UU. en 2018
revelaron estadísticas muy graves.
En Canadá, en 2004 el 40% de la ingesta de calorías en todas las edades provino
de productos ultraprocesados. En EE.UU., el 67% de lo que los niños de entre 2 y
19 años consumieron en 2018 y el 57% de lo consumido por los adultos eran
productos ultraprocesados.
La mayoría de nosotros somos conscientes de que la alimentación es un tema
trascendental en la salud física porque la mala calidad de la dieta está
asociada con enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes o las
cardiovasculares.
El público es menos consciente del impacto de la nutrición sobre la salud
cerebral.
Los micronutrientes y la salud mental
Dado que las opciones alimenticias en nuestra sociedad se han inclinado
fuertemente hacia los productos ultraprocesados, necesitamos conocer la
evidencia científica sustancial que prueba que la ingesta de micronutrientes
influye en la salud mental, especialmente en la irritabilidad, la rabia
explosiva y el estado de ánimo inestable.
La evidencia científica es vasta, aunque se menciona tan poco en los medios que
no mucha gente está familiarizada con ella.
Más de una decena de estudios de países como Canadá,
España, Japón y Australia han demostrado que las personas que |
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tienen una dieta saludable de alimentos integrales tienen menos síntomas de
depresión y ansiedad que las que consumen una dieta pobre (mayoritariamente de
productos ultraprocesados).
Los estudios correlacionados no pueden probar que las decisiones nutricionales
son la causa de los problemas mentales: para eso acudimos a convincentes
estudios longitudinales en curso, en los que los participantes no tienen ningún
problema mental aparente, son evaluados según su salud y sus patrones
alimenticios y son seguidos a lo largo del tiempo.
Algunos de los resultados han sido sorprendentes.
En un estudio de unas 89.000 personas en Japón con entre 10 y 15 años de
seguimiento, la tasa de suicidio entre aquellos que consumieron una dieta de
alimentos integrales fue la mitad que la de los que comieron dietas menos
saludables, resaltando una importante nueva dirección que todavía no ha sido
abordada por los actuales programas de prevención de suicidio.
Para sostener el metabolismo cerebral, nuestros cerebros requieren de por lo
menos 30 micronutrientes para garantizar la producción de neurotransmisores como
la serotonina y la dopamina, así como para descomponer y desechar subproductos
metabólicos.
Muchos estudios de tratamientos con múltiples nutrientes han encontrado una
mejor regulación del estado de ánimo y una reducción de la irritabilidad y la
rabia explosiva, incluso en investigaciones aleatorias controladas con placebos
de niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad y
desregulación del estado de ánimo.
La evidencia es clara: una población bien alimentada está mejor capacitada para
soportar el estrés. El hambre cerebral oculta es un factor modificable que
contribuye a explosiones emocionales, agresión y hasta pérdida de urbanidad en
el diálogo público.
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