Pereira, Colombia -Edición: 12.884 - 464

Fecha: Martes 15 - 02 -2022

 

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Educar

y enseñar

 

Edgar Cabezas

 

 

La educación consiste en criar y formar el criterio y carácter con el ejemplo como acción metódica ejercida con la intención de desarrollar el conjunto de actitudes físicas, mentales y cualidades éticas de las personas a lo largo de la vida.  Resulta ello en que las personas adquieren el dominio de sí mismas, la autonomía, el sentido de los valores, los derechos y deberes que les corresponden para adaptarse al medio ambiente, al Estado político y social, para que a través de sus sentidos agudicen la percepción del mundo que los rodea y de manera critica, actúan para transformar las condiciones de inequidad y de injusticia por un mundo más equitativo, afectivo y con justicia social y climática para todos y la naturaleza.      

 

Uno de los principales objetivos de la educación es la construcción de una sociedad solidaria sustentada en la concepción dialógica, que es, en esencia, el intercambio intercultural como algo enriquecedor sin que una cultura en particular se imponga a otras.  En una sociedad, la producción del saber-hacer y actuar para el buen vivir como praxis política y ética consiste en el respeto de los saberes y la identidad de las naciones y sus culturas como un proceso de descolonización ante la agresividad del capitalismo que ha impuesto el interés privado sobre el interés público. 

 

La autentica educación se da cuando en la práctica la realidad constituye una unidad dinámica con la teoría para la transformación de la misma, reduciendo la distancia entre lo que se dice y lo que se hace, es decir, logrando la coherencia entre la teoría y la práctica para limitar los excesos autoritarios que anulan la libertad, para una apertura a la diversidad, para abrirse al pensar de los otros y no perecer en el aislamiento.

 

El ABC relacionado con la alfabetización política consiste en dar respuesta a los problemas estructurales que enfrenta el país y que generan la protesta ciudadana. Tales problemas tienen relación con la desigualdad de los ingresos, la seguridad social, la efectividad de las políticas gubernamentales, la tenencia de la tierra, la soberanía alimentaria, la corrupción, el empleo juvenil, la contaminación ambiental, la deforestación, la perdida de la biodiversidad y la represión que ejerce el Estado y los grupos armados contra la sociedad civil organizada.  

 

Lo que se nos ha enseñado desde la ideología dominante  y que algunos repiten como loros, es la naturalización de la desigualdad y su sentir-pensar inmovilizador en cuanto que manifiesta que no hay nada que podamos hacer para cambiar las cosas existentes, puesto que la realidad electoral se caracteriza en Colombia, por la imposición inamovible  de que el que escruta , elige y que, por lo tanto , la brutal desigualdad entre los seres humanos, el reparto inequitativo de la riqueza y la asimetría en el acceso a los bienes del saber científico, técnico y espiritual se mantendrán porque somos una estirpe condenada a la impotencia.

 

Si queremos cambiar la enseñanza tenemos que cambiar a los legisladores que desde el Congreso de la República promulgan la política educativa con el objetivo que los educandos sean simples depositarios de contenidos domesticadores, conformistas, de hábitos pasivos y de arribista indiferencia. La enseñanza tiene que ser impartida de manera pública por el Estado y que tenga por objetivo la formación de una ciudadanía humilde, de buen juicio, tolerante, alegre, curiosa, creativa, productiva y solidaria dedicada a la humanidad, la esperanza, la dignidad y la utopía de una Colombia mejor.      

 

 

 

Dosquebradas: el desastre de la desidia

 

Guillermo Navarrete Hernández

 

Esta semana el país registró, como tantas veces, un desastre en el barrio La Esneda, ubicado en límites con los municipios de Dosquebradas y Pereira, departamento de Risaralda. Una remoción en masa, fenómeno que se presenta habitualmente en zonas montañosas en donde procesos erosivos provocan deslizamientos de tierra, fue lo que ocurrió en este sector urbano, construido en zona de ladera, el cual hace parte de la Operación Urbana Integral del Río Otún, de conformidad con el Plan de Ordenamiento Territorial de Dosquebradas.

 

El balance no deja de ser lamentable. Según la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres [UNGRD], fallecieron 16 personas, 36 resultaron heridas y 3 desaparecidas, al mismo tiempo que 68 viviendas tuvieron que ser evacuadas ante el riesgo de nuevos deslizamientos que pueden ocurrir en el sector.

 

El barrio en mención, localizado en la comuna 1 de Dosquebradas, se constituyó por el loteo, la venta cada uno de estos y la construcción de viviendas, desde el año 1958 hasta 1981, cuando fue legalizado, algunas de las cuales fueron ocupadas por un proceso de invasión. (Plan de Desarrollo del Barrio La Esneda, 2010).

 

Esta es una de muchas otras tragedias anunciadas a las que el Estado se hace el de la vista gorda. El Plan de Ordenamiento Territorial de Dosquebradas del año 2015 había establecido que dicho asentamiento, debía ser reubicado por el riesgo de encontrarse cerca de la montaña y por ocurrencia de “avenidas torrenciales”, es decir inundación, por su colindancia con el río Otún, el cual se desbordó por las intensas lluvias que se desataron por estos días en la región, además de las actividades que, según habitantes del sector, se realizaban en la parte alta del cerro y que hubieran podido ser suspendidas por las autoridades competentes. Lo paradójico es que en el año 1976 había ocurrido un evento similar con el fallecimiento de 71 personas (Infobae, 2022).

 

Los mensajes de condolencia y de solidaridad, al igual que los anuncios de inversiones millonarias para obras de mitigación y de reubicación de viviendas, ayudas a los damnificados -temporales claro está- no se dejan esperar, tal como sucedió en Mocoa, San Andrés y otras más que pudiera mencionar, de los que aún las víctimas se encuentran a la espera de que se les dé cumplimiento. Sin embargo, la retórica pasa a un segundo plano en relación con la materialidad de los acontecimientos, debido a que existen instrumentos normativos como los Planes de Ordenamiento Territorial, que cuentan con un diagnóstico preciso de las circunstancias que vive el territorio y obligan a las administraciones municipales para que a través de la identificación de proyectos adelanten acciones orientadas a generar bienestar a la población, particularmente la que se encuentra en alto grado de vulnerabilidad. Es el caso de las viviendas ubicadas en zonas de alto riesgo y del que hace referencia el presente escrito.

 

Es decir, que no es necesario esperar para que las inversiones se realicen postragedia, sino que en una acción preventiva de los actores estatales a los que les corresponde tomar decisiones técnicas, políticas, administrativas y presupuestales obren en un marco de responsabilidad y ética pública. Lo contrario es, ni más ni menos, la expresión del desastre de la desidia.

 

   

La duda metódica

 

Luís Enrique Arango

 

No sé si hace parte de nuestra cultura heredada o quizás más adentro, del código genético, pero reconozco en muchos de mis congéneres la actitud de adivinar culpables frente a cada evento que ocurre. Adjudicar todo a una conspiración, a una confabulación de enemigos, es una actitud demasiado fácil y hasta torpe a veces de explicar las cosas.

Parece que preferimos explicaciones simples en vez de abrirle paso a la complejidad, que definitivamente es más cierta y segura.

Como hacer para que militemos en la duda sistemática como método para acercarnos al entendimiento de las cosas ?

Aquella forma de acceder a la verdad que pregonó Rene Descartes desde el siglo XVII .

He ahí el problema que parece afrontar un sector de la humanidad hoy en día. Agravado a causa de la masificación de la información que permiten las redes digitales. Cualquiera puede publicar lo que que se le antoje sin mayor esfuerzo, ni riesgo. Y dar las cosas que se leen como ciertas e irrefutables engancha como anillo al dedo a la tendencia aludida.

Quiero traer esta reflexión a menos de 30 días de las elecciones del 13 de marzo, donde además de elegir los nuevos representantes y senadores de Colombia, tres coaliciones escogerán candidatos para las elecciones presidenciales del 29 de mayo.

Colombia clama por un Congreso renovado, libre de ataduras que pueda acompañar el auténtico cambio que deseamos.

Vamos a tener que tomar decisiones trascendentales y estaremos sometidos a bombardeos programados para ganar nuestro voto aprovechando la vulnerabilidad emocional.

Los famosos debates a los que se le adjudican una gran importancia

terminan siendo un espectáculo donde lo de fondo puede quedar oculto muchas veces.

Encuestas de opinión irán y vendrán de todos los sabores y colores .

Una lucha muy intensa y estratégica está en curso, será el preludio de las elecciones presidenciales donde se barajará de nuevo el tablero de competidores.

Hago parte de la Coalición Centro Esperanza, que a mi juicio representa la opción que está en condiciones de hacer las transformaciones políticas y sociales que necesita Colombia.

Pienso que el voto de los Colombianos como mínimo debiera enmarcarse en estos dos criterios :

1- Mientras no se cambie la forma de hacer la política, de conseguir los votos, no vale sermón alguno. Aquí no hay atenuantes . Allí se origina la corrupción y es en el fondo el principal diferenciador.

Aprovecharse del Estado ilegalmente en favor personal o de terceros a cualquier título, es una conducta que debe cortarse de raíz.

El caso Merlano, tan sonado en estos días, es indicativo de hasta donde pueden sofisticarse las cosas cuando la política es sinónimo de negocios.

Aquí no vale aquella disculpa de que todos hacen lo mismo en cambio estos por lo menos ……..

2- La confianza adquirida con el tiempo, por el conocimiento y la percepción que se haya logrado de las personas es una buena guía para las decisiones a adoptar. La gran mayoría de los candidatos están en auténtica competencia y jugándose a fondo, además sin arbitraje que valga .

En tiempos de tempestad aferrémonos al mástil.

 

 

Página 11

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