Pereira, Colombia -Edición: 12.898- 478

Fecha: Sábado 19 - 03 -2022

Columnistas

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Las mentiras de la  Globalización

 



Por: Uriel González Gómez

Cuando te sientas a ver las noticias y vez que el periodista dice, “el presidente de estados unidos, amenazo con imponer sanciones comerciales a china” entonces el televidente debe preguntarse pero porque, y no es precisamente porque venda “X” producto malo, o sea un país que apoye terroristas o esas cosas que odian los Estados Unidos, lo hace porque ve amenazado su propio comercio, entonces aquí es donde uno se pregunta, el libre comercio producto del capitalismo en realidad se puede hacer, o existen condiciones con las que no te puedes topar.

Veamos
“El capitalismo promueve el emprendimiento. El capital privado puede generar mucha riqueza, algo difícil en otros sistemas. Se tiene acceso a la propiedad privada. ... Existe un movimiento económico constante, aunque sólo sea un porcentaje mínimo de la riqueza del país y mejora la calidad de vida”.

Del estrato anterior se puede leer que definitivamente este modelo económico es muy equitativo, en sus intenciones de generar mayor calidad de vida, ¿pero si se aplica en la realidad este modelo para mejorar la calidad de vida de las personas? - Colombia inicio su apertura económica en los años 90 y se puede decir que introdujo dentro de su economía los postulados económicos del capitalismo, para impulsar el desarrollo económico, pero para sorpresa de muchos en Colombia seguimos siendo el 2do país más desigual de la región para el año 2020, entonces, puede preguntarse - ¿De qué ha servido la apertura económica? - según un informe de portafolio el 82% de la riqueza creada en el mundo el año pasado fue para el 1% más rico de la población, si esto sucede en el mundo, en Colombia la cosa esta peor, porque el vecino ayer perdió a casa, al quebrar su micro empresa.

La globalización ha traído consigo importantes avances, porque ha permitido que las personas de todo el mundo puedan comerciar sin muchos problemas, pero sin duda el mayor problema de esta situación es como se puede hacer, mientras usted pase desapercibido no tendrá problema, pero si usted piensa en competir contra monopolios económicos, sin debe pensarlo dos veces o si quiere tres veces o más, o le pasa lo que le paso a mi vecino.

Y es que el comercio mundial funciona casi como una galería de pueblo o de ciudad, - sin duda un mal ejemplo, pero aplica o cae como anillo al dedo, decía mi abuela; > ustedes han visto u odio que siempre el que lleva más años pone condiciones, así en el papel la política de la galería sea la igualdad, así de simple, para mayor ejemplo el mundo ve como los Estados Unidos el padre del libre mercado, pone sus condiciones en el mundo, y hasta ahora nadie quería mostrarle los dientes, hasta que apareció el dragón de oriente, vendiendo productos de igual calidad y buen precio por el mundo, y al Tío Sam, NO LE GUSTO que otro viniera a su patio a vender lo que el vende, y provoca la furia de la política económica de estados unidos y ahora pone al presidente Donald Trum a poner sanciones, a ver si logra intimidar el nuevo vecino.
            

 

 
Pero aunque en algunas cosas el ejemplo de la galería sirva, se supone que el libre comercio tiene reglas de, y es aquí donde se demuestra que viable es el modelo económico, si en realidad este modelo permite la generación de riqueza para todos, o simplemente quien tenga el poder y las armas puede hacer uso, pues China está poniendo a prueba esta situación y hasta el momento va ganando la batalla económica y comercial.


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“Pseudo intelectuales” y polarización, buena salud social

 

Por: Carlos Alberto Ricchetti

 

A menudo, suelen encontrarse personajes que frente a una impotencia producto de sus limitaciones intelectuales, de la actitud criminal de negar la evidencia, aunque en el fuero íntimo la reconozcan, se encolerizan ante la verdad de los argumentos incontratables para apelar al descredito del contradictor.

Después de largos análisis sobre tal disyuntiva, de volver una y otra vez atrás para reconocer cualquier error, apartar ciegamente el mínimo sentimiento de culpa por alguna injusticia cometida “de palabra, obra u omisión”, como cita la oración del “Yo pecador”, pueden advertirse similitudes con la infaltable vecina chismosa del barrio.

No se trata de hacer un comentario de mala fe, ni de comparar a quienes gustan rebajarse en lo más bajo de la cotidianidad, al punto de hacer comentarios de terceros por no tener vida propia, con verdaderos “artesanos de la palabra” que, al margen de la ignorancia, del grado de mala intencionalidad, buscan superarse a sí mismos tratando de manipular a otros.

Sin embargo, existe una condición innegable descartando la posibilidad de establecer un ofensivo retrato paralelo porque, en definitiva, nadie es completamente igual a nadie a pesar de poseer características similares, como errores comunes o virtudes hay entre todos los mortales.

El chismoso odia al que no se hace eco del comentario, de una vulgaridad, del señalamiento despectivo sobre alguien. Se siente aburrido, ofendido y ni hablar si para su desgracia, se llega a topar con un interlocutor más directo de lo usual, mandándolo “de paseo” como si fuera poco.

Igual le ocurre al ignorante, al arribista; al mentiroso, diciendo sufrir, pero es incapaz de hacer algo por los demás o él mismo para dejar de hacerlo, así como el fabulador, auténtico profesional del discurso leproso, impositivo, vacío, que no soporta el mínimo análisis y como su dueño, parece gozar con la caída de aquel cuyo único pecado, es intentar vivir dignamente.

 

 

Pregoneros


La suma de los extremos es siempre mala, excepto para rechazar el relato alevoso e
infundado de los funcionales gratuitos de los intereses gigantescos de aquellos beneficiándose de cuanto es injusto, gracias al accionar de pobres infelices sin recibir siquiera los huesos a cambio de su infatigable labor.

Por más sólidas que sean las bases del poder, los resortes de los poderosos, como el dueño de la fábrica precisa del esquirol barato, aunque en el fondo lo odie por traicionar a los suyos, necesita, al decir de un querido amigo, del “menesteroso con guayabera”, haciendo ostentación de riqueza disimulando los bolsillos rotos.

Del retrógrado, para el cual el progreso es malo, la abundancia de bienes materiales a cambio de impuestos, “asistencialismo” o llama “alimentar vagos” al subsidio, mientras calla cuando los ladrones de guante blanco, holgazanes si los habrá, tienen el centenario privilegio de acaparar los negocios del estado, además de vaciarlo, pretender destruirlo, salvo a la hora evadir sus millonarias deudas privadas.

Pero el máximo peligro lo representa el perverso, el criminal incondicional, defendiendo de antemano lo incorrecto. Un genuino enemigo  social, gustoso de romantizar la pobreza, de vender la desigualdad como superación, al ponderar el mal de muchos a través del sufrimiento crónico para supervivir con lo justo lleno de obligaciones, carente de derechos, marginados a disfrutar de la vida, víctimas del “culto a la eficiencia”.

Síntoma
Según los antiguos griegos, los “politikon” eran los hombres preocupados por el rumbo de la sociedad, las inquietudes de los ciudadanos, los grandes problemas nacionales. Lo contrario eran los “idiotas”, a los cuales el genial poeta y dramaturgo alemán Bertholt Brecht llamaba “analfabetos políticos”.

Hasta el momento aún no hay palabra a fin de definir a los empeñados en tergiversar, ocultar, calumniar, rendir culto a la mentira, venerar falsos ídolos, pontificar delincuentes, hacer el juego a los corruptos, a los abusadores, a los asesinos, a nombre de una libertad de expresión e ideología que desprecian por no ser democráticos, quedando en evidencia cuando “les cantan la tabla” y se emberracan al no lograr su funesto propósito.

De allí a que la polarización no es tan mala. Es la señal inequívoca de una sociedad comenzando a despertar, harta de tragar basura, de “comer cuento”, exigiendo una cualitativa dosis de dignidad, vivir con la frente alta consumiendo cuanto produce, al interior de escenarios proclives a satisfacer las necesidades del cuerpo, del espíritu, del alma.

De tal modo, no sería vano ahondar en un grado de desarrollo psicológico, intelectual o social, cuyo valor sea proporcionar al rechazo colectivo de estos serviles emisarios de la subordinación gratuita, la putrefacción de la ética, la miseria humana y el odio visceral a los que no representan dichos antivalores porque los soportan como el perro a la cebolla.

 

 

Página 11

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