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COLUMNISTAS

 

Pereira, Colombia - Edición: 12.919-499

Fecha: Sábado 07-05-2022

 

La matanza de la Casa Liberal

 

Jotamario Arbeláez

 

 

Adelfa ha salido en la camioneta de Cicolac con su querido Picuenigua y me han llevado consigo de paseo por el campo. Jorge nos va señalando por el camino las regiones donde ha habido matanzas, que los periódicos titulan genocidios por ser tantas las víctimas. Estamos a dos pasos del holocausto. Comentan espantados la candidatura del "Monstruo" a la presidencia de la república, de Laureano Gómez para suceder a Mariano Ospina. Los campesinos huyen de los campos de exterminio y por eso hay tantos “exilados” en las ciudades. Ahora la violencia será peor. Comienzo a cogerle ojeriza al campo. Para cambiar de tema y ser más amables con el niño, la tía me muestra una sangrienta caída de sol y me pregunta si sé el nombre de ese fenómeno celeste. Arrebol, digo todo orgulloso.

 

 A lo que ella me contesta a mansalva: ¡Comé mierda con frisol! Y estallan las risas. Se me arrebola la cara de la vergüenza, y el rencor que había empezado a sentir por el campo se me hace extensivo a la naturaleza entera -con todas sus gloriosas constelaciones-, y a las palabras que la nombran. Y empieza mi antipatía por la rima.

Al llegar a casa la abuela se está arreglando para asistir a la Casa Liberal donde está noche hablará Hernán Isaías Ibarra y otros líderes. Mi papá no puede ir porque tiene que entregar un vestido y Picuenigua descubre a un ladrón en el entejado, carga su escopeta y se sube a perseguirlo toda la noche.

 

 

 

 

 

 

Subimos de la mano por la doliente carrera cuarta, la abuela de traje negro y yo con uno de mis primeros pantalones largos, atravesamos el hospital de San Juan de Dios y doblamos a la derecha por la calle 16 donde en un lote vacío con una puerta diminuta en el muro, queda lo que se llama la Casa Liberal, una caseta de dos pisos con un balcón, donde se vienen presentando los ardorosos oradores liberales desde hace meses.

 

 A partir del asesinato de Gaitán, y luego de la consabida matanza de godos en el departamento, la cosa no está muy mamey para los liberales.

Estamos en las primeras filas gritando vivas al gran partido, recién terminada la oración de Ibarra, cuando se desgrana el tiroteo desde un colegio vecino, desde balcones de la cuarta y desde los propios muros de la casa. Partimos en estampía pisando muertos, entre ellos al doctor Ibarra que se está haciendo, los líderes primero resguardados por sus guardaespaldas, yo escondido entre el chal de la abuela, y logramos colarnos en la cantina de la esquina, que una vez está llena cierra sus puertas y las tranca con muertos. Nos metemos debajo de una mesa y detrás de guacales de cerveza, a rezar el Señor mío Jesucristo, no sé por qué. Las balas entran al recinto por las ventanas y a un señor que nos protege con su cuerpo se le incrusta un balazo en un muslo. Es un ataque de los chulavitas con sus revólveres, pero comentan que se ha dado aviso al ejército para que acuda en defensa de la ciudadanía. Demora una eternidad, mientras siguen cayendo muertos. Al fin llegan y dominan la situación, enviados por el coronel Gustavo Rojas Pinilla. Es la segunda vez que oigo hablar de este tipo.

Estoy seguro que los muertos no alcanzaron a ser tres mil, ni los tiraron a todos al río Cauca.

 

 

Crónica de Gardeazabal # 408

88 años de El Gato

Gustavo Alvarez Gardeazábal

 

Audio:

https://www.spreaker.com/episode/49688191

En la década de 1920 a 1930 Francisco González, más conocido históricamente como Pacho Gato, comenzó a trabajar en la Tipografía Minerva de Marcial Gardeazábal en Tuluá. Mi abuelo era solo decencia. Vestía de saco de paño, cuellos almidonados, corbata inglesa y sombrero Barbizio.

 

Pacho Gato era su opuesto, desarreglado como si hubiese acabado de salir de menear una paila de manjarblanco, pero con una ventaja con la que conquistó al abuelo, estaba siempre cargado de humor, vivía informado y le sacaba chiste a todo. Unos años después en 1932,Pacho Gato se fue a vivir a Cali y habiendo aprendido de linotipos y moldes, resolvió fundar El Gato, un periódiquito de tiraderas hasta llegar a nuestros días creyéndose el mejor rotativo del mundo aunque solo fue un resumen de humor y socarronería provinciana. Pero como en Cali ninguna imprenta le fiaba, Pacho Gato se fue a imprimirlo a Tuluá donde su antiguo patrón mientras fue cogiendo vuelo y se volvió en un caso único del periodismo satírico para un país tan serio y apergaminado como el que había decretado don Miguel Antonio Caro que fuese. Allí entonces, con sorna valluna, desfilaron en breves chistes y mordaces caricaturas todos los personajes de la política desde el constitucionalista Tulio Enrique Tascón, que no se reía ni haciéndole cosquillas, Hasta el atildado Ospina Pérez que apoyaba como presidente a Nicolás Borrero Olano, el gestor de los pájaros de El Cóndor. Al bugueño Tascón que fue ministro varias veces le recordaba con cariño su mariposería y al paisa lo ponían a ver un ring de boxeo bajo el título ” A sangre y fuego”,frase preferida de su ministro de gobierno para apoyar la violencia.

 

Era casi irrespetuoso pero pese a lo provocador que resultó siendo su periodismo ni los pájaros godos le dispararon sus balas ni los culifruncidos liberales le dejaron de pautar para sostener con avisitos la existencia de El Gato. Sus herederos han mantenido el diario de humor respirando solo chistes flojos y sacándolo cuando pueden para que no muera en el recuerdo de un Cali y un Valle que ya no existe y castigó al chiste como un vicio. Sus 88 años lo han celebrado editando un histórico libro en donde juegan al logo del gato viejo montado sobre un par de ochos para que solo así sean dos gatos maullando. Leerlo es romper la cápsula del tiempo y darnos cuenta que los gracejos bugueños han sido mucho más eternos que los atildados comentarios londinenses de los azucareros del Club Colombia de Cali. No es la historia ni del periodismo risible ni de lo que nunca se contó. Es una nadería que de pronto solo la entendemos los septuagenarios. Pero he tenido que sonreír porque entre gozos estaba la verdad de la verdad de lo que vivimos y, aunque sabíamos, preferíamos callar.

 

El Porce, Mayo 06 del 2022

 

 

  

 

 

  

 

 

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