Predicción afectiva
También conocida como predicción hedónica o mecanismo de predicción
hedónica. Consiste en la capacidad que posee el ser humano para
predecir un estado emocional en el futuro. Sin embargo, las
preferencias, decisiones y comportamientos influyen en dicho proceso
de predicción.
Hoy día, las predicciones afectivas son estudiadas por psicólogos y
economistas, así como también han ganado terreno en las
investigaciones sobre la atención médica, la ley y la felicidad. De
igual modo, se ha investigado cómo las predicciones afectivas pueden
tener un efecto en la toma de decisiones y en el bienestar, lo cual
resulta de interés para analíticos de diferentes campos y políticos.
Los seres humanos cuentan con la capacidad innata de tener
expectativas y plantearse ilusiones de cara al futuro. Dicha
necesidad de predicción se relaciona con el deseo o anhelo de
confirmar que los eventos van a traer bienestar; es por ello que se
pronostica, de forma positiva mayormente, cuáles serán los estados
afectivos que acompañarán tales eventos.
El psicólogo Daniel Kahneman, quien ha investigado sobre la
psicología del juicio, la toma de decisiones y la economía del
comportamiento, trabajó sobre el concepto de pronósticos hedónicos a
principio de los noventa, analizando el impacto que este tiene en la
toma de decisiones.
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No obstante, el término en sí de ‘pronóstico afectivo’ fue acuñado
posteriormente por los psicólogos Timothy Wilson y Daniel Gilbert.
En sus primeras investigaciones se centraron en medir los
pronósticos emocionales, pero, después, examinaron la precisión de
los pronósticos, revelando que las personas, sorprendentemente, son
jueces bastante deficientes de sus futuros estados emocionales.
Un ejemplo de ello es que, al predecir cómo el evento de ganar la
lotería podría afectar la felicidad, lo más probable es que las
personas sobreestimen los sentimientos positivos futuros, ignorando
otros factores emocionales.
Wilson y Gilbert diseñaron un esquema conceptual denominado afective
forecasting, en el que explican que la proyección de los estados
emocionales para el futuro, en aras de incrementar el bienestar,
influyen en las preferencias y comportamientos. En dicho esquema
también se refleja cómo se auguran acontecimientos y se les dota de
una significación sobrevalorada en la intensidad y duración
emocional, lo cual genera expectativas que no coinciden luego en la
experiencia afectiva real, cuando el evento ha ocurrido.
Aunado a ello, Wilson y Gilbert examinaron las variables que
influyen en la predicción afectiva. Uno de estos sesgos proviene de
la corrección única de influencias ante el evento anunciado. Es
decir, que en el momento de predecir las dificultades que formarán
parte de la experiencia real se minimizan, o incluso se substraen
las posibles dificultades que podrían influir en dicha vivencia.
Esto se puede asociar a la noción de evitación cognitiva, entendida
como una variable que restringe los elementos que provocan
incertidumbre. En el modelo de Wilson y Gilbert se considera que las
personas disponen de un sistema inmunológico psicológico, el cual
permite resignificar hechos y encontrar un sentido a lo que se vive,
lo cual se relaciona con la resiliencia.
En la predicción afectiva se pueden presentar algunos elementos,
tales como:
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La valencia afectiva: o el valor de la emoción. Esta es la capacidad de saber si
un evento reportará emociones positivas o negativas.
Las emociones específicas: o la capacidad de poder determinar cuáles
circunstancias generarán felicidad y cuáles provocarán sentimientos de miedo,
angustia, inseguridad o ansiedad.
Intensidad y duración de las emociones: respecto a la predicción de la
intensidad y duración, los seres humanos no siempre logran hacer una buena
valoración.
En cuanto a los procesos de los sentidos, los eventos importantes en la vida
pueden tener un impacto notable en las emociones de las personas por mucho
tiempo, pero la intensidad tiende a disminuir, o lo que se conoce como
evanescencia emocional.
Esto se debe a que los seres humanos cuentan con procesos psicológicos que
les permiten amortiguar una emoción. Los eventos inesperados, improbables o
sorprendentes suelen generar una reacción emocional de mayor intensidad.
Por lo general las personas no se sienten cómodas con el caos, motivo por el
cual de forma automática piensan cómo darle sentido a un evento. Esto se
relaciona con la negligencia inmune, es decir, que cuando suceden actos no
deseados, nos enojamos e intentamos encontrar un significado para poder hacer
frente a lo que sucede. Sin embargo, no se suele anticipar qué dará sentido a
los eventos para que estos disminuyan la intensidad. Esto se conoce como
negligencia de la ordenación. Un ejemplo de esto es cuando un empleado piensa:
“estaré contento si me jefe me da un ascenso”, pero cuando lo consigue, aunque
el empleado se emocione, con el tiempo adquiere un sentido de la situación que
les lleva a pensar: “soy muy dedicado, mi jefe debería haberlo notado” y esto
amortigua la reacción emocional.
Son muchos los aspectos que pueden dar lugar a errores cognitivos. Los
pronosticadores afectivos confían en los recuerdos que tienen sobre eventos
pasados y, al informarlos, pueden omitir detalles, cambiar hechos que nunca
sucedieron o agregar cosas que nunca pasaron y esto afecta su capacidad
predictiva, pues aumenta el sesgo de impacto. Esto se ejemplifica cuando los
fanáticos de béisbol recurren al mejor juego que puedan recordar para hacer
pronósticos del juego que están por ver.
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