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EL AGROGO

 

Pereira, Colombia - Edición: 12.939-519

Fecha: Jueves 23 de Junio de 2022

 

 HUELLA AMBIENTAL DEL ARROZ QUE CONSUMIMOS
 

 

Por Ivá Roberto Pulido

Setecientos cuarenta y dos millones de toneladas por año, es el arroz producido en el mundo por 113 países, que lo convierte en el tercer cultivo de importancia a nivel mundial como productor de residuos agrícolas, de origen lignocelulósico más abundante del planeta

No obstante el arroz ser uno de los principales alimentos para la mitad de la población mundial, la atención que requiere para mitigar el impacto medioambiental no se produce y ni siquiera hay intentos para normatizarlo para su sustentabilidad.

Los campos de arroz usan un 40% de toda el agua requerida para riego, emiten un 10% de las emisiones globales de gas metano de efecto invernadero, por su directa transmisión al agua de altas cantidades de fertilizantes nitrogenados y pesticidas, convirtiéndose además en el cultivo más expuesto al cambio climático por la ausencia de oxígeno bajo el agua.


Problemáticas sin solución, convertidas en callejones sin salida, ante la escasa atención de las autoridades mundiales ambientales al respecto, con nefastas consecuencias para la naturaleza, muy en especial las causadas por las quemas de los tamos originados post trilla, que además conducen a perdida de valiosos nutrientes del suelo para el siguiente cultivo, como reducción de la biodiversidad, retención de agua y materia orgánica edáfica, productos significativos para descensos de la productividad.

Se calcula entre 1 y 1,5 kilogramos de tamo, por cada kilogramo de arroz que consumimos, residuo que en el mundo se estima en 1.000 millones de toneladas anuales; Colombia, cultiva alrededor de 490.000 hectáreas anuales y produce cerca de 2`300.000 toneladas lo que implica mínimo igual producción en tamo de arroz, rico en carbono, silicio, potasio, nitrógeno, fósforo y azufre.

Cada país productor ingenia disposiciones distintas para su manejo; Colombia, por ejemplo, prohíbe las quemas y promueve su incorporación para la reestructuración del suelo.

Una alternativa para evitar quemas, puede ser la transformación del tamo como materia prima para producir envases, ácido levulínico para fabricación de plásticos, aditivos para combustibles, herbicidas, industria farmacéutica y alimentos concentrados.

Otra más determinante para manejo ambiental sostenible, la incorporación del tamo al suelo, previa aplicación de cepas de trichoderma para control de patógenos; bacterias promotoras del crecimiento vegetal que colonicen la rizosfera de las plantas, estimulando su crecimiento y mecanismos de defensa al momento de la siembra; bacterias degradadoras de materia orgánica al sistema; y adición de urea para mejora de la relación C: N, labor igualmente realizable, mediante un proceso de compostaje externo al cultivo, que produzca compost pasteurizado en base a manejo de temperaturas y microorganismos

 

 

 

degradadores de materia orgánica, adecuado al tamaño de la producción.


Todos procesos que significan minimización de afectación del cambio climático, lucha que concierne a todos para su combate; donde los administradores estatales y el sector alimentario en general se responsabilicen del cálculo de la huella de carbono para cada uno de los productos que consumimos, en búsqueda del mejor equilibrio ambiental.

Y para este logro, urgente concientización de la sociedad civil, que trascienda no solo en la preocupación por calidad y precio, sino en el comportamiento, actitud de consumo, origen del producto, composición nutricional e impacto ambiental, hasta convertir en conjunto todos nuestros alimentos a la sostenibilidad, en apoyo a la eficiencia de la supervivencia.


La idea para el próximo gobierno Petro, será encaminar el mejoramiento de variedades de mayor rendimiento, resistencia a plagas, enfermedades, menos consumidoras de agua, pesticidas y fertilizantes, orientadas a una certificación de sostenibilidad del arroz, que incluyan además aspectos sociales, laborales y un sistema de verificación auditado del cumplimiento, que permitan comprobar sobre el terreno los principios mínimos logrados.


Razones, que motivan a los gobiernos de los países a cuidar mucho de los productores de arroz, limitando las importaciones, estableciendo plantas de compostaje en las principales zonas productoras y garantía de precios equilibrados que signifiquen rendimientos económicos para sus cosechas.


El éxito de un sello que certifique la producción, no está asegurado ni en estudio en Colombia, que requiere un activismo urgente del nuevo gobierno, sobre zonas de cultivo altamente amenazadas por el cambio climático, en carrera contrarreloj del arroz hacia la sostenibilidad aun llena de obstáculos.

De por sí, las soluciones medioambientalmente sostenibles enfrentan problemas, unas veces por ignorancia; otras por la mentalidad humana poco amigable con la naturaleza; elevados costos de inversión para soluciones mediatas e igualmente gobiernos y sector empresarial muy poco dados a invertir, en negocios que aparentemente no reportan rentabilidad a corto o medio plazo.

El problema es que no se analiza el proceso de reciclaje como una inversión doble propósito ambiental y regenerativa del suelo, su recarga biótica, mejora de la biodiversidad, de especial beneficio para los dueños del suelo, que a nuestro criterio debería ser premiada por los Ministerios de ambiente y de Agricultura del nuevo gobierno, por su compatibilidad con el medio ambiente.

 

 


Digamos que para Colombia, el solo proceso de compostaje del tamo de arroz significara la producción de 460.000 mil toneladas de compost, esenciales para la regeneración de materia orgánica de aproximadas 230.000 hectáreas anuales, para su uso en cualquier clase de cultivo a implementar.

Esa sería una forma técnica y ecológica viable para regenerar los suelos degradados por tantos malos manejos que se les ha dado, por el mal uso de la maquinaria, escorrentías, uso de agroquímicos tóxicos, veranos extensos, deforestaciones, etc., como una buena medida para un apoyo que es vital como es la restitución de la biodiversidad, la fauna y la flora perdida por tan equivocados manejos.

La próxima guerra mundial será por hambre y agua, si continuamos degradando los suelos, llegaremos a vivir en estepas y desiertos, que no servirán para la producción de alimentos y por ende factores de inseguridad alimentaria y caos total para nuestra supervivencia.

Si la sociedad civil en el Mundo, no se decide a reciclar todos los residuos orgánicos que pasan por sus manos, llegara el día, que nos toca buscar otro hogar que no haya sido degradado. Y los gobiernos del primer mundo, quienes más contaminan con su industrialización, promover la actividad desde el área domestica hasta la más pesada.

Vale destacar, que los impactos ambientales de cualquier sistema productivo en Colombia generalmente no se incluyen dentro del cálculo económico de los costos de producción, razón que orienta a pensar que la rentabilidad del sistema es incompleta.

Es necesaria una reflexión entre productores, consumidores, gremios, planificadores y sociedad civil, que pueda desarrollar un proceso productivo que equilibre la rentabilidad privada y social.

En resumen, la producción de arroz pese a su importancia económica, deriva costos ambientales muy altos, representados en deforestación de extensas áreas de caños y ríos, afectación del régimen hidrológico de caudales por inundación semipermanente del cultivo de arroz riego, degradación del suelo por las inundaciones, mecanización y uso de agroquímicos.

Desde el punto de vista económico, se hace necesario estudiar efectos de diversos acuerdos de cooperación gremial de los productores en términos de producción limpia, para crear situaciones donde productores y consumidores equilibren sus expectativas.

 


ASOCIACION DE INGENIEROS AGRONOMOS AMANTES DEL CAMPO

 

 

 

  

 

 

  

 

 

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