HUELLA AMBIENTAL DEL ARROZ
QUE CONSUMIMOS
Por Ivá Roberto Pulido
Setecientos cuarenta y dos millones de toneladas por año, es
el arroz producido en el mundo por 113 países, que lo convierte en el tercer
cultivo de importancia a nivel mundial como productor de residuos agrícolas, de
origen lignocelulósico más abundante del planeta
No obstante el arroz ser uno de los principales alimentos para la mitad de la
población mundial, la atención que requiere para mitigar el impacto
medioambiental no se produce y ni siquiera hay intentos para normatizarlo para
su sustentabilidad.
Los campos de arroz usan un 40% de toda el agua requerida para riego, emiten un
10% de las emisiones globales de gas metano de efecto invernadero, por su
directa transmisión al agua de altas cantidades de fertilizantes nitrogenados y
pesticidas, convirtiéndose además en el cultivo más expuesto al cambio climático
por la ausencia de oxígeno bajo el agua.
Problemáticas sin solución, convertidas en callejones sin salida, ante la escasa
atención de las autoridades mundiales ambientales al respecto, con nefastas
consecuencias para la naturaleza, muy en especial las causadas por las quemas de
los tamos originados post trilla, que además conducen a perdida de valiosos
nutrientes del suelo para el siguiente cultivo, como reducción de la
biodiversidad, retención de agua y materia orgánica edáfica, productos
significativos para descensos de la productividad.
Se calcula entre 1 y 1,5 kilogramos de tamo, por cada kilogramo de arroz que
consumimos, residuo que en el mundo se estima en 1.000 millones de toneladas
anuales; Colombia, cultiva alrededor de 490.000 hectáreas anuales y produce
cerca de 2`300.000 toneladas lo que implica mínimo igual producción en tamo de
arroz, rico en carbono, silicio, potasio, nitrógeno, fósforo y azufre.
Cada país productor ingenia disposiciones distintas para su manejo; Colombia,
por ejemplo, prohíbe las quemas y promueve su incorporación para la
reestructuración del suelo.
Una alternativa para evitar quemas, puede ser la transformación del tamo como
materia prima para producir envases, ácido levulínico para fabricación de
plásticos, aditivos para combustibles, herbicidas, industria farmacéutica y
alimentos concentrados.
Otra más determinante para manejo ambiental sostenible, la incorporación del
tamo al suelo, previa aplicación de cepas de trichoderma para control de
patógenos; bacterias promotoras del crecimiento vegetal que colonicen la
rizosfera de las plantas, estimulando su crecimiento y mecanismos de defensa al
momento de la siembra; bacterias degradadoras de materia orgánica al sistema; y
adición de urea para mejora de la relación C: N, labor igualmente realizable,
mediante un proceso de compostaje externo al cultivo, que produzca compost
pasteurizado en base a manejo de temperaturas y microorganismos degradadores de
materia orgánica,
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adecuado al tamaño de la producción.
Todos procesos que significan minimización de afectación del cambio climático,
lucha que concierne a todos para su combate; donde los administradores estatales
y el sector alimentario en general se responsabilicen del cálculo de la huella
de carbono para cada uno de los productos que consumimos, en búsqueda del mejor
equilibrio ambiental.
Y para este logro, urgente concientización de la sociedad civil, que trascienda
no solo en la preocupación por calidad y precio, sino en el comportamiento,
actitud de consumo, origen del producto, composición nutricional e impacto
ambiental, hasta convertir en conjunto todos nuestros alimentos a la
sostenibilidad, en apoyo a la eficiencia de la supervivencia.
La idea para el próximo gobierno Petro, será encaminar el mejoramiento de
variedades de mayor rendimiento, resistencia a plagas, enfermedades, menos
consumidoras de agua, pesticidas y fertilizantes, orientadas a una certificación
de sostenibilidad del arroz, que incluyan además aspectos sociales, laborales y
un sistema de verificación auditado del cumplimiento, que permitan comprobar
sobre el terreno los principios mínimos logrados.
Razones, que motivan a los gobiernos de los países a cuidar mucho de los
productores de arroz, limitando las importaciones, estableciendo plantas de
compostaje en las principales zonas productoras y garantía de precios
equilibrados que signifiquen rendimientos económicos para sus cosechas.
El éxito de un sello que certifique la producción, no está asegurado ni en
estudio en Colombia, que requiere un activismo urgente del nuevo gobierno, sobre
zonas de cultivo altamente amenazadas por el cambio climático, en carrera
contrarreloj del arroz hacia la sostenibilidad aun llena de obstáculos.
De por sí, las soluciones medioambientalmente sostenibles enfrentan problemas,
unas veces por ignorancia; otras por la mentalidad humana poco amigable con la
naturaleza; elevados costos de inversión para soluciones mediatas e igualmente
gobiernos y sector empresarial muy poco dados a invertir, en negocios que
aparentemente no reportan rentabilidad a corto o medio plazo.
El problema es que no se analiza el proceso de reciclaje como una inversión
doble propósito ambiental y regenerativa del suelo, su recarga biótica, mejora
de la biodiversidad, de especial beneficio para los dueños del suelo, que a
nuestro criterio debería ser premiada por los Ministerios de ambiente y de
Agricultura del nuevo gobierno, por su compatibilidad con el medio ambiente.
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Digamos que para
Colombia, el solo proceso de compostaje del tamo de arroz significara la
producción de 460.000 mil toneladas de compost, esenciales para la regeneración
de materia orgánica de aproximadas 230.000 hectáreas anuales, para su uso en
cualquier clase de cultivo a implementar.
Esa sería una forma técnica y ecológica viable para regenerar los suelos
degradados por tantos malos manejos que se les ha dado, por el mal uso de la
maquinaria, escorrentías, uso de agroquímicos tóxicos, veranos extensos,
deforestaciones, etc., como una buena medida para un apoyo que es vital como es
la restitución de la biodiversidad, la fauna y la flora perdida por tan
equivocados manejos.
La próxima guerra mundial será por hambre y agua, si continuamos degradando los
suelos, llegaremos a vivir en estepas y desiertos, que no servirán para la
producción de alimentos y por ende factores de inseguridad alimentaria y caos
total para nuestra supervivencia.
Si la sociedad civil en el Mundo, no se decide a reciclar todos los residuos
orgánicos que pasan por sus manos, llegara el día, que nos toca buscar otro
hogar que no haya sido degradado. Y los gobiernos del primer mundo, quienes más
contaminan con su industrialización, promover la actividad desde el área
domestica hasta la más pesada.
Vale destacar, que los impactos ambientales de cualquier sistema productivo en
Colombia generalmente no se incluyen dentro del cálculo económico de los costos
de producción, razón que orienta a pensar que la rentabilidad del sistema es
incompleta.
Es necesaria una reflexión entre productores, consumidores, gremios,
planificadores y sociedad civil, que pueda desarrollar un proceso productivo que
equilibre la rentabilidad privada y social.
En resumen, la producción de arroz pese a su importancia económica, deriva
costos ambientales muy altos, representados en deforestación de extensas áreas
de caños y ríos, afectación del régimen hidrológico de caudales por inundación
semipermanente del cultivo de arroz riego, degradación del suelo por las
inundaciones, mecanización y uso de agroquímicos.
Desde el punto de vista económico, se hace necesario estudiar efectos de
diversos acuerdos de cooperación gremial de los productores en términos de
producción limpia, para crear situaciones donde productores y consumidores
equilibren sus expectativas.
ASOCIACION DE INGENIEROS AGRONOMOS AMANTES DEL CAMPO
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