Fundado el 18 julio de 1948

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

Pereira, Colombia - Edición: 12.945-525

Fecha: Jueves 07 de Julio de 2022

 

EDITORIAL

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EDITORIAL

 

El Covid 19 nos sigue enseñando
 

Sin lugar a dudas el 2020 y 2021 no serán recordados como los años en que los japoneses deslumbraron al mundo con la espectacular apertura de los Juegos Olímpicos, tampoco serán recordados como dos años prósperos en la economía mundial.

En lugar de ser recordados como dos años de grandes acontecimientos deportivos y espectáculos a doquier alrededor del mundo, el 2020 y 2.021 estos serán recordados como aquellos sombríos años en que se apagaron los carnavales, desfiles, fútbol y reinados, el mismo que con su feroz paso se convirtió en el dueño y señor de la muerte, la enfermedad, las ciudades fantasmales, melancólicas, quizás, evidenciando el caos y final del frenesí de nuestra existencia.

Hoy en este 2022, los últimos dos años serán recordados como los tiempos en los que los cielos se volvió más azul y menos contaminado, la época en la que delfines y tiburones arribaron tranquilamente a las costas, un 2020 que disfrazado de muerte y desolación se convirtió en un renacer de nuestro planeta.

Y es que de acuerdo con expertos ambientalistas, si este fenómeno mundial de aislamiento mundial no se hubiese presentado, sería poco tiempo de vida que le restaba al planeta Tierra debido a la falta de conciencia y acelerada contaminación que se venía, o mejor viene presentando.

¿Pero qué nos espera ahora en este 2022?

No cabe duda que la pandemia de Covid-19 no ha sido superada y una vez se logre este objetivo, la vida no volverá a ser igual, tal vez desde la perspectiva colombiana este suceso se puede convertir en el más grande atentado contra nuestra idiosincrasia, nuestro formalismo y estrecho vínculo social ameno y cordial que brindan un fidedigno testimonio de las raíces que nos identifican, porque ya no seremos los mismos colombianos cercanos y afectuosos de siempre.

Sin embargo nuestra vida no solo cambiará en la forma de relacionarlos, quizás este es el precio que pagaremos todos para obtener la recompensa que desde ya se avecina, que no es otro que un despertar de la conciencia, un nuevo renacer espiritual que sin duda contribuirá hacernos comprender los aspectos que realmente son relevantes y esenciales en nuestra existencia.

No cabe duda que después de superada la pandemia; contaremos con un mundo más solidario, más consciente en lo que concierne al cuidado del medio ambiente y la preservación de la vida. Seremos mucho más humanitarios, pero lo más importante de todo, formaremos parte de un mundo menos ARROGANTE y menos sumergido en el consumismo.

Y como no debería ser así, si aquellas personas con doctorados, maestrías y postgrados, no tienen otra opción que quedarse en sus casas por no ser catalogados como profesionales no esenciales, mientras que personas con cargos más humildes como cajeras de supermercados, vigilantes y domicilios son considerados como esenciales para la sociedad.
De igual manera, no cabe duda que el denominado Coronavirus o Covid-19 nos trajo consigo importantes enseñanzas como la reflexión de una nueva conciencia y la eliminación y supresión de una soberbia indiscriminada de superioridad que solemos ejercer nosotros los ‘hombres’ frente al maravilloso mundo que nos rodea.
 

 

 

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Si el campo no es rentable es que está en las manos equivocadas 

 

 

Por: Zahur Klemath Zapata

zkz@zahurk.com  

 

África ha vivido las hambrunas más crueles en la historia de la humanidad. En Biafra murieron más de un millón de habitantes entre 1967 y 1970 de hambre. Este fenómeno ha perseguido a muchos países por guerras y descontrol de la agricultura. A pesar que existen organizaciones que proveen de comida a países cuando ésta escasea, no es suficiente.

 

Las personas que han vivido con lo básico y otras veces simplemente subsistiendo saben que es estar en hambruna. Hoy hay millones de colombianos que viven bajo esa colcha y que no pueden hacer nada porque el sistema carece de esa habilidad para mantener su sociedad libre de este flagelo.

 

No todo tiene la habilidad de poder moverse sobre arenas movedizas y salir adelante cuando la corrupción devora hasta el papel higiénico de los inodoros.  

 

Cada día sale el sol y a todos ilumina, pero la luz solar es buena pero también mata. De igual manera funcionan los empleados públicos si entienden sus deberes y obligaciones. Pero los que están arriba filtran la luz dejando al resto en manos a que sobrevivan con lo que pueden utilizar.

 

Colombia ha sido un país de campesinos desde sus principios porque quienes comandaban así manejaron el país.  Carlos Lleras Restrepo siempre dijo que los colombianos eran del campo aunque él  quería hacer de la nación un Japón tropical.

 

Aisladamente muchos personajes han querido sacar al país adelante con su ingenio tecnológico y han tenido que emigrar porque quienes manejan la cosa pública son incapaces de acercarse y por lo menos merodear y empaparse de esa magia que encierra la ciencia y la tecnología. El dinero fácil es el que más se acerca a ellos, pero al final no es como lo pintan y es más peligroso que una cámara de gas.

 

Saber combinar el campo con la tecnología se verían los provechos, es simplemente colocar a las personas adecuadas para elaborar esquemas y proyectos que llenen los requisitos que el mundo demanda.

 

El nuevo gobierno busca crear impuestos, pero no piensa en regalías sobre la producción que sale al exterior y la transformación de la materia prima en bienes de consumo que se pueden exportar para crear una economía fuerte sin desangrar al ciudadano.

 

Colombia tiene tanta tierra, y solo piensan en expropiar.  Pero no piensan en una macro industria agrícola que reúna a todos los finqueros  y los vaya ubicando en sus quehaceres propios y así cada producto pueda manejarse por agrupaciones, asociaciones, cooperativas o entidades de socios que ellos mismos las administran con autonomía. Si ellos no pueden administrar sus bienes, ya que son los mayores interesados para que las cosas funcionen bien, todo será un fracaso.

 

El finquero necesita oxigenarse para que sus productos alcancen todos los sitios en el mercado nacional e internacional.

 

 

Crónica de Gardeazábal # 446

 

Zozobra en Cali

 

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal


Audio: https://www.spreaker.com/episode/50481304

En todos los rincones de Cali reina la zozobra. En la otrora vigorosa Avenida Sexta del norte de la ciudad, como en el Manuela Beltrán del Distrito de Aguablanca es lo mismo. Hay temor, hay pánico, hay prevención latente en el parque de Los Gatos a orillas del río Cali o en inmediaciones del Único en Salomia. Todos temen en la capital del Valle ser victimas de los atracadores.

Siete de cada diez personas interrogadas tienen alguna historia que contar sobre robos o atracos, sobre despojos miserables o sobre disparos que muchas veces han herido a quien los cuenta. Hay otros, cada vez más, que ya no pueden hacerlo, murieron en el acto por rechazar el raponazo del celular o el tumbis del reloj o el robo miserable de su moto o de su carro.

Los semáforos, que finalmente fueron restituídos después de los amotinamientos del Paro del 2021, son los sitios más inseguros de las calles. Allí siempre se tiene la posibilidad de estar esperando no que la luz cambie a verde sino que llegue el bandido, pistola en mano, a exigirle la entrega de lo que se lleve en el asiento del pasajero, o del celular que está en la cartera o de la vida si lo rechaza con furia o intenta evitarlo.

Eso pasa porque en Cali las autoridades legítimamente constituídas fueron perdiendo el control de la ciudad y se los fueron dejando a las bandas. Y las bandas abundan no porque son pocos los que denuncian esos atracos sino porque son ellas las que se tomaron a Cali, las que mandan en la ciudad.

El alcalde, angustiado, me lo reconoció en un diálogo telefónico. Pero es que no son solamente las bandas de atracadores y sicarios los que dominan a Cali. Son las otrora instituciones y asociaciones de bien las que se convirtieron en entidades que actúan igual que las bandas. Todos quieren imponer su dominio a su manera, irrespetando al que pretende ordenar la ciudad o sus actividades, exigiendo sobornos o pagando coimas.

La extorsión que antes era por dinero, ahora se ha vuelto una costumbre para conseguir las prebendas o hasta para hacer respetar los derechos adquiridos. Todos parecen actuar bajo la ley de la amenaza, de no dejar pasar si no se consigue lo buscado. Es el síndrome de la barricada. Parecería que un monstruo dormido despertó en la ciudad y ha contagiado a todos.

De ese Cali cívico y solidario, de ese Cali donde Pardo Llada nos enseñó a hacer filas en los paraderos, donde los curas y los locutores terminaron convocando, orientando y liderando la ciudad para la senda del respeto y la esperanza no ha quedado nada. Solo quedan bandas, que lo manejan todo. Y lo peor es que no hay una banda que domine a las otras. Como tampoco hay quien asuma la bandera de la recuperación de la ciudad.

Nadie cree en nadie. Cali está vacunada contra los liderazgos. Solo se acepta el terror de la zozobra .


El Porce, julio 6 del 2022

 

 

  

 

 

  

 

 

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