Con la espada de
Bolívar, al Poder.
Por:
Jotamario Arbeláez
Foto Gustavo Petro: Indira Restrepo
Foto con Carlos Pizarro: Nelson Osorio
Señor Presidente
de la República Gustavo Petro Urrego:
Perdone que me tome la confiancita de escribirle este mensaje
abierto para celebrar el triunfo del país popular hastiado de
vejaciones, pero en particular el esfuerzo personal suyo, para
acceder al primer cargo de la nación.
No fue fácil, fue pedregoso. Hubo que apelar a todos los
argumentos, pero los más sorprendentes fueron la paz y el amor, como
en nuestra época hippie. Quién lo creyera.
La paz que nos estaban haciendo trizas los ahora destrizados, y
el amor que todo lo puede con la condición de ser compartido. Pero
contra todo peligro usted avanzó y venció.
Y para mucho más de la mitad de la población se trata de una
fiesta, en la que se sacará a bailar a la otra mitad que quiera.
Para pasar a disfrutar del gran sancocho nacional que planteaba el
hombre del bate.
Todo tuvo su origen en el robo de las elecciones al general Rojas
Pinilla el 19 de abril de 1970.
Él había sido
despojado del cargo por una reacción popular impulsada por políticos
opuestos en coalición, las empresas, la prensa, las señoras de
calidad y los estudiantes,
entre quienes me presenté con mis primeros pedruscos caleños,
desde el Santa
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Librada College,
que ahora se está desmoronando ladrillo a ladrillo en vísperas de su
segundo centenario santanderista.
Pasados 13 años,
el declarado Indigno por el Congreso volvió para presentarse como
candidato a la presidencia, luego de fundar y proclamar en Villa de
Leyva el Tercer partido, la Anapo, y ganó.
Lo que probaba que más indigna era la clase política que lo
vetara, y que le aplicó el chocorazo por parte del considerado mejor
estadista del país en toda su historia, según se dice.
Indignados, el poeta nadaísta Elmo Valencia y yo publicamos El
libro rojo de Rojas, para impedir la posesión de Pastrana, o al
menos permitir que la noticia del fraude perviviera en las
bibliotecas.
Cuatro años después aparecería una especie de Guardia roja de
Rojas, para seguir con el juego chino, de la manera más creativa.
En primera página de los periódicos publicaban avisos pequeños de
expectativa, como si se tratara de un energizante, un laxante o un
vermífugo: “¿Falta de energía… Inactividad? Espere M-19”.
“¿Parásitos… gusanos? Ya viene M-19”.
Por entonces andaregueaba por el mundo publicitario y percibí
que venía algo mayúsculo. Que cuajó el 17 de enero de 1974 con el
robo de la espada de Bolívar.
Se me dice que
la campaña fue obra de mi amigo el poeta y publicista y algonadaísta
Nelson Osorio Marín, y que en el robo de la espada en la Quinta de
Bolívar participó, con Fayad, el amigo, director teatral y
companadaísta Eddy Armando.
Y por esos días se lanzó en miles de afiches el logo del brazo
armado con el fusil, iniciativa del filósofo, adelantado en
comunicaciones y poeta filonadaísta Zahur Klamath con sus asistentes
Didier y Javier, desde Pereira.
Y luego siguió el robo de las armas del Cantón Norte donde
participó el amigo actor criptonadaísta Carlos Duplat, a quien en
retaliación casi lo despelotan en el Cantón.
Le fui cogiendo simpatía a ese movimiento que con su imaginación
creativa se iba diferenciado de la actitud rígida de las Farc.
Sin
olvidar de que además de que fungieron como robinjudes repartiendo
leche también cometieron atrocidades. Por lo que mucha gente reclama.
Como si los pactos de paz se hicieran con la abuelita.
Tenía todos los
perfiles del nadaísmo, contando la irreverencia y el humor negro.
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“Nuestra
diferencia con las Farc -afirmó Fayad- es que a nuestros militantes
no los ponemos a leer El Capital sino Cien años de soledad”.
Y esta frase gloriosa de Bateman: “Los principios dejémoslo para
el final”. Y eso es lo que estamos viviendo, los principios del
gobierno de la esperanza, luego de 32 años de haberse desmovilizado.
En 1980 recibí el Premio Nacional de Poesía de la Editorial Oveja
Negra, de García Márquez. Y la mayor parte de los amigos eMes
estaban en La Picota. Y allá me dirigí a llevar parte del premio
para que tomaran café.
En compensación Rosemberg Pabón me regaló la ruana con la que
había hecho la toma de la embajada dominicana. Que estoy que se la
devuelvo.
Coincidí con Ángel Becassino en Santo Domingo aportando copys y
diseños en la búsqueda de la paz.
El “comandante papito” Carlos Pizarro me devolvió los papeles
del secuestro, diarios, dibujos, correspondencia, de Álvaro Gómez,
que hoy reposan en la Universidad Sergio Arboleda, en medio de la
biblioteca del líder asesinado por otros.
Se me aguaron
los ojos cuando María José Pizarro le puso la banda. Su padre se
había apuntado a la presidencia. Pero le apuntaron primero.
Ahora que estamos en las buenas, gracias, presidente, por haber
designado a nuestra militante nadaísta y camarada Patricia Ariza al
Ministerio de Cultura.
Casi todos los artistas, poetas y promotores nos la jugaremos
con ella. Porque cultura será todo lo que se haga.
En la Quinta de Bolívar se dejó este grafiti: “Bolívar, tu espada
vuelve a la lucha. Con el pueblo, con las armas al poder”.
Con la desmovilización y firma de la paz se entregaron las armas.
Sólo les quedó la espada, que devolvieron en su momento a través de
Navarro Wolff.
Y ahora, gracias a esa espada que no debe desampararle, ni usted
a ella, porque se ha convertido de pedazo de fierro en símbolo sacro,
comienza su gobierno de la esperanza.
M-19. Con el pueblo sin armas pero con la espada de Bolívar, al
Poder.
Porque no sabe todo lo que esperamos de su gobierno, desde luego
con el apoyo de quienes hemos vivido esta historia. Que ya no nos
barajarán.
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