Tras un año, resistencia a los
talibanes en el Panshir se mantiene
Hace un año los talibanes regresaron al poder en
Afganistán, luego de que las tropas de combate estadounidenses y de
otros países de Occidente comenzaran su retirada.
Han sido 12 meses de cambios y transformaciones que no han tenido el
visto bueno de la comunidad internacional y, aunque la violencia
disminuyó, la crisis humanitaria y en especial la situación para las
mujeres se ha agravado rápidamente.
No obstante, algo que no ha pasado desapercibido ha sido la
oposición al régimen talibán en el valle de Panshir, el exbastión
histórico de la resistencia a este grupo, pese a que cayó en manos
de los islamistas a principios de septiembre de 2021.
El 6 de septiembre del año pasado los talibanes anunciaron que
habían tomado por completo el control del valle del Panshir, donde
el Frente Nacional de Resistencia (FNR) les hacía oposición desde la
caída de Kabul el 15 de agosto. Pero la resistencia se mantiene.
"Desde que llegaron, la gente no se siente segura, tiene miedo y no
puede hablar libremente", explicó Amir (nombre modificado), un
estudiante de 22 años, cerca del poblado de Safid Cherer.
Como él, los habitantes de esta región viven con temor a los nuevos
dueños de Afganistán, acusados de abusos.El valle, enclavado y
rodeado de altas montañas, a 80 km al norte de la capital, se hizo
célebre a finales de los años 1980 gracias al comandante de la
resistencia, Ahmad Shah Masud, apodado el "león del Panshir" y
asesinado por Al Qaeda en 2001.
La zona resistió la ocupación soviética en la década de 1980 y
después a los talibanes que ascendieron al poder una década después
e instauraron su primer régimen (1996-2001).
Un año después del regreso de los islamistas, el FNR, dirigido por
Ahmad Masud, hijo del comandante difunto,
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apareció como la única amenaza militar convencional para los nuevos
gobernantes, y a prinamenaza militar
convencional para los nuevos gobernantes, y a principios de mayo
anunció una amplia ofensiva en el Panshir y otras provincias
septentrionales.cipios de mayo anunció una amplia ofensiva en el
Panshir y otras provincias septentrionales.
Desde entonces se han producido algunos enfrentamientos puntuales
con los talibanes, y como suele ocurrir, cada bando asegura haber
causado decenas de bajas en las filas enemigas, balances imposibles
de confirmar independientemente.
Posteriormente, la resistencia fue empujada hacia las montañas y,
hoy por hoy, en el valle, hay desplegados seis mil combatientes
talibanes que controlan sólidamente la principal ruta que bordea en
más de 100 km el serpenteante río del Panshir.
Torturas y detenciones arbitrarias
Ahora bien, pasado este primer año desde que los talibanes
regresaron al poder, para la ciudadanía la presencia de los mismos
no pasa desapercibida ni en los poblados ni en los puntos de
control.
"Por la noche no podemos pasear con nuestros amigos. Cuando vamos a
algún sitio a divertirnos, vienen a impedirlo, nos preguntan por qué
estamos sentados allí. Probablemente piensan que si los jóvenes se
reúnen, planean algo contra ellos, como si fueran parte de la
resistencia”, intuye Amir.
En junio, las oenegés Amnistía Internacional y Human Rights Watch
acusaron a los talibanes de haber cometido en esa provincia torturas
y detenciones arbitrarias de civiles acusados de pertenecer al FNR.
"Estas graves violaciones de los derechos humanos crean un clima de
miedo y desconfianza en la región", indicó la organización no
gubernamental.
No obstante, los talibanes han desmentido en forma sistemática las
acusaciones. "Antes nos sentíamos muy bien viniendo aquí y nuestros
maridos podían venir libremente", recuerda Nabila, llegada de Kabul
con sus cuatro hermanas para el funeral de su madre cerca de la
ciudad de Bazarak.
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"Ahora tenemos miedo y tememos que ellos (los talibanes) los arresten. La
mayoría de nuestros maridos no ha podido venir al funeral, les hemos dicho que
no podemos fiarnos de los talibanes", explicó a la AFP esta mujer, sin dar su
apellido.
Y es que, al llegar los islamistas en septiembre, muchos habitantes huyeron.
"Probablemente, menos de dos mil familias partieron quizás del Panshir, pero la
mayoría de ellas ha vuelto", afirmó a la AFP Abubakar Sediq, portavoz del
gobierno del Panshir, que contaba con más de 170 mil habitantes en agosto de
2021.
¿Resistencia o propaganda?
Interrogado sobre las acciones del FNR, Sediq responde sin pensarlo dos veces:
"Propaganda". En la misma línea se expresa Abdul Hamid Kurasani, jefe local de
las fuerzas especiales talibanas.
"No hemos visto ningún frente, el frente no existe", responde con calma este
combatiente desde una casa del poblado de Tawakh, en el distrito de Anaba, que
domina la entrada al valle y se ha convertido en su cuartel general.
No existe ninguna amenaza de seguridad, en ninguna parte. Algunas personas están
en las montañas y los estamos buscando", afirma el hombre, rodeado de una
guardia armada hasta los dientes.
No obstante, una pregunta persiste: "Si somos unos cuantos guerrilleros y nos
han replegado en las montañas, ¿por qué envían a miles de combatientes?", dijo a
la AFP Ali Maisam Naary, jefe de relaciones internacionales del FNR.
"Tenemos una base permanente en cada valle lateral del Panshir, es decir, más de
20 bases" y también en otras provincias del noreste. El FNR está reivindicando a
unos 3 mil miembros en todo el país, una cifra que no pudo ser verificada.
Para Michael Kugelman, del grupo de reflexión estadounidense Wilson Center, "la
voluntad (del FNR) de luchar está allí, pero la capacidad no", y señaló que una
“gran parte" de dirigentes y combatientes están en el extranjero, por ejemplo en
el Tayikistán vecino.
"Para que el FNR sea un grupo verdaderamente eficaz, va a hacer falta más apoyo
exterior, militar y financiero", dice.
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