Fundado el 9 julio de 1948

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

Pereira, Colombia - Edición: 12.989-569

Fecha: Martes18 de octubre de 2022

 

EDITORIAL

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EDITORIAL

 

 No sigamos perdiendo vidas en la carretera

 

Pese a los controles de las autoridades en las carreteras, así como a una normatividad más drástica para castigar a los infractores del Código Nacional de Tránsito, la siniestralidad vial sigue aumentando en Colombia. Durante este puente festivo, lamentablemente, la cifra de muertes se ha incrementado. El hecho más grave se registró el sábado en la madrugada cuando en un tramo de la carretera entre Pasto y Mojarras, en la autopista Panamericana, en Nariño, el accidente de un bus intermunicipal que se quedó sin frenos dejó 20 personas muertas y 15 heridas. La tragedia pudo ser mayor porque el vehículo, tras volcarse a gran velocidad, quedó enredado en una baranda de protección que impidió que cayera a un profundo abismo.


No se trata de un hecho aislado. Según el Ministerio de Transporte, solo en la semana de receso escolar –que culmina hoy– 110 personas perdieron la vida en los más de 220 percances en las vías. Es evidente que la drástica temporada invernal que afronta el país es un factor que aumenta los riesgos a la hora de transitar por la red vial nacional, departamental, municipal y veredal.


Más allá de esta circunstancia puntual, en el año corrido la situación también es dramática. Las estadísticas del Observatorio de la Agencia Nacional de Seguridad Vial señalan que entre enero y agosto más de 5.102 personas murieron en las vías, casi 600 más en comparación con el 2021.


Para algunos expertos, el incremento de la siniestralidad vial puede deberse a que las cifras bajaron en los últimos dos años debido a las restricciones en tráfico vehicular, dinamismo productivo y de movilidad humana como consecuencia de la pandemia. En el 2022 ya la situación en las carreteras se normalizó y, por ende, la incidencia de accidentes.


Hay causas más profundas. Por ejemplo, el balance del citado Observatorio advierte que este incremento en los fallecimientos se explica por el crecimiento del 46 % de víctimas fatales en las zonas urbanas, ya que mientras el año pasado se presentaron 2.369 personas fallecidas en estas áreas, en lo corrido de 2022 –hasta el cierre del octavo mes– esta cifra se elevó a 3.467 víctimas. Como ya es recurrente, los motociclistas son el actor vial más afectado, no solo en muertes sino en accidentalidad.

En apenas 61 municipios se concentran este año el 48 % de las fatalidades, lo que explica por qué en esas capitales y poblaciones se concentra el plan de choque que adelantan las autoridades para aumentar los índices de seguridad vial. Ese listado lo encabezan Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena, Villavicencio, Barranquilla, Palmira, Montería, Ibagué y Santa Marta.

En realidad, esta problemática está sobre diagnosticada y la solución también ha sido formulada reiteradamente. Es urgente que los conductores, pasajeros, peatones, ciclistas y motociclistas entiendan la importancia de acatar sin excepción alguna las normas de prevención y seguridad vial. También resulta imperativo disminuir los altos porcentajes de evasión de la revisión vehicular técnico-mecánica y el Seguro
Obligatorio de Atención a Terceros (SOAT). Por igual, en múltiples ocasiones se ha advertido que deben aumentarse los estándares de pruebas y requisitos mínimos para otorgar una licencia de conducción.

   

 

La responsabilidad no es de todos es de quienes tienen la habilidad de hacer las cosas bien
 


Por: 
Zahur Klemath Zapata
zkz@zahurk.com

 

Una gran mayoría de mujeres tienen la habilidad de mantener el orden en la casa, esa organización se ve desde el momento en que se cruza la puerta y se está en la sala. Los hombres están más dedicados a las cosas que llaman prácticas aunque los habilidosos mantienen un entorno y una presentación que refleja su personalidad, poder y visión de la vida.
En el manejo de la cosa pública de los países existe una combinación de habilidades en el personaje que asume la responsabilidad de administrar los bienes sociales y sí sabe ejecutar y alcanzar las metas impuestas. A diferencia del demagogo que se presenta con un cartel de habilidades y títulos que no demuestran en realidad haber logrado una premiación por haber sacado adelante un proyecto del cual la sociedad se ha beneficiado de él.


Colombia está en un proceso de maduración intelectual y social. Ha pasado por una serie de decantaciones quemando etapas que otros países no han tenido la oportunidad de vivirlas y superarlas. Casi un siglo de violencia ha marcado a la sociedad y todos están tocados por ese signo maligno y no lo pueden apartar como quien se baña y sale limpio a ponerse ropa sin ninguna mancha para asistir a la boda de uno de sus hijos.


Estamos en el comienzo de otra etapa social. Los temores y los rumores golpean a diario y crean desconfianza. Pero la realidad es que no hay una unidad que mueva a toda la sociedad a sacar adelante el país. Es como si el pasado se repitiera y los enemigos y los resentidos nuevamente se aglutinaron a ladrar como el perro en la noche lo hace en medio de su soledad. Estamos en el momento preciso para recogernos y trabajar bajo una sola bandera que nos permita demarcar el camino que nos conduzca a alcanzar el bienestar que todos anhelamos. De esta forma nos hacemos fuertes y podemos obligar a quienes nos representan para que actúen no bajo el signo de la corrupción y el despilfarro de los bienes sociales sino para que juntos podamos construir esta nación que lo tiene todo y que hace falta que la vuelvan productiva.


Los días llegan y se van al igual que las protestas, al final solo queda el vacío que provocamos y nadie lleva nada a casa. La mesa siempre estará esperando que sea servida y que los comensales puedan disfrutar de haber cumplido con haber participado con algo que está sobre la mesa.

El odio y la envidia son los mejores cosechadores de amarguras, pero al final como un barco abandonado por la peste todos ellos terminaran a la deriva mientras las playas se alejan de los salvavidas.

 

 
 

EL FINAL DE LAS COSAS PERDIDAS

 


Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal

 

 

Reseña de Mario Williams, editada por Intermedio.

 

Audio:

https://www.spreaker.com/episode/51582468

Esta tarde en el marco de la Feria del Libro de Cali, que nunca antes había estado tan congestionada y repleta de ideas, decires, libros y mamelucos como lo está hoy, presentaré la novela del abogado Mario Williams, EL FINAL DE LAS COSAS PERDIDAS, que aunque he leído dos veces y la última con mucho más cuidado crítico que la primera, no deja de asombrarme.

Estamos en presencia de una manifestación literaria pretérita. Es una novela enciclopédica en pleno 2022. Es una novela tarro de basura, como las querían hacer a comienzos de los años 60 del siglo pasado, donde todo cabía porque, según ellos, y según Williams todavía, la verdadera regeneración de la narrativa está en atiborrar lo que más se pueda para que de cualquier esfuerzo salga otro Ulises de Joyce o revivan Gargantúa y Pantagruel.

Como tal, esta novela presenta desde la descripción minuciosa de un viaje a Gorgona, buceo incluido, cuando era isla-cárcel, hasta la dolorosa prisión a que fueron sometidos en las épocas fulgurantes del M-19, Ivan Marino Ospina y Fanny Gómez de Ospina, los padres de dos niños desamparados que acaso ayudó a sobrevivir Bienestar Familiar.

Pero eso es poco, porque la novela comienza y se desarrolla en dos terceras partes durante un viaje en carro de una pareja formada al calor de unos tragos, a las diez de la noche, en plena época de guerrillos y traquetos entre Cali y Buenaventura. Y durante esas largas horas, o páginas que dura el viaje, Nicolas, que conduce el coche, le dicta a Felicidad, la copiloto, una prolongada cátedra de historia de los derechos humanos a quien el lector espera que seguramente coronará con tremebundo acto sexual en el hotel de la ciudad del mar, como la llama eufemísticamente para no situarla o para perderse más fácilmente en la narración.

Pero como lo que sucede no es lo esperado, la novela se mete en la evolución periodística del personaje femenino hasta volverla un personajón de locutora, con un programa como el de Pardo Llada o el padre Hurtado Galviz, para denunciar toda clase de torturas y atropellos contra los derechos humanos, hasta que le ponen una bomba de gran poder, vuelan la emisora y ella se salva para que la brumosa narración tenga, como debe ser en una obra así, un final feliz y no su funeral.

 

El Porce, octubre 15 del 2022

 

 

Director
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Jefe de Redacción
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