Un país donde abunda el desempleo
Por: Rubén Darío Varela
De
acuerdo con el último reporte del DANE, el cual se publicó el pasado
29 de mayo, el mes de abril cerró con un desempleo del 19,8% a nivel
nacional, pero que en las 13 principales áreas urbanas fue de 23,5%.
En otras palabras, las personas con trabajo pasaron de ser 21
millones en abril de 2019 a 16 millones en abril en 2020, cifras que
indican que por lo menos 5 millones de personas perdieron su empleo
en el país, mediante la pandemia.
Estos datos de empleo demuestran el brutal golpe originado por las
medidas gubernamentales de prevención contra la expansión de la
Covid-19, que conllevaron al cierre de la mayoría de actividades
económicas, a lo que contribuyó también la demora del gobierno
nacional en adoptar decisiones de fondo (que aún no se toman) que
evitaran la masacre laboral.
En vez de haber pensado, por ejemplo, en una renta generalizada de
un millón de pesos para las familias, con el fin de que pudieran
financiar una parte de sus necesidades básicas por varios meses,
dinamizando la economía por la vía de la demanda, el gobierno se la
jugó por atomizar los recursos en un reguero de ayudas que no
representan un gran esfuerzo fiscal, así el Ministro de Hacienda
trate de mostrar lo contrario.
El gobierno ha preferido jugarse por medidas parciales,
insuficientes e ineficaces, a través del giro de $80.000 o
$160.000para las personas mayores; el apoyo económico a los Jóvenes
en Acción, además del tradicional subsidio condicionado para las
Familias en Acción de $334.000; y la devolución del IVA por $75.000
para las familias en condición de pobreza extrema.
Lo que ocurrió con el empleo entre el 20 de marzo y el 30 de abril,
durante los cuarenta días de confinamiento y parálisis productiva,
se resume en la pérdida de 5,3 millones de puestos de trabajo. Pero
con seguridad no se ha llegado al punto más alto de la hecatombe,
porque en mayo la situación de las empresas fue caótica y la mayoría
de ellas optó por despedir a sus trabajadores ante la imposibilidad
de pagar las nóminas y la evidente demora del gobierno en tomar
decisiones de fondo sobre este tema.
Girar únicamente el 40% del valor de la nómina para trabajadores que
ganan hasta un salario mínimo y hacerlo a través del sistema
financiero y sus restricciones y requerimientos burocráticos, no es
lo suficientemente contundente como se necesaria para superar la
realidad de un desempleo galopante. Lo mismo ocurre con el pago de
la mitad de la prima de junio.
Sinceramente, el gobierno nacional ha actuado sin la contundencia
que se requiere en un momento tan delicado como este. No ha
comprometido siquiera el 2% del PIB con las nuevas acciones,
mientras vecinos como Perú o Chile, con economías más o menos
equivalentes, ya superan el 15%. |
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Luto en nuestras carreteras colombianas
Por: @Escritorpereira
Pese a los mayores controles de las autoridades en las carreteras, así como a
una normatividad cada vez más drástica para castigar a los infractores del
Código Nacional de Tránsito, la siniestralidad vial sigue aumentando en
Colombia. Durante este puente festivo, lamentablemente, la cifra de fatalidades
se ha incrementado.
El hecho más grave se registró el sábado en la madrugada cuando en un tramo de
la carretera entre Pasto y Mojarras, en la autopista Panamericana, en Nariño, el
accidente de un bus intermunicipal que se quedó sin frenos dejó 20 personas
muertas y 15 heridas. La tragedia incluso pudo ser mayor porque el vehículo,
tras volcarse a gran velocidad, quedó enredado en una baranda de protección que
impidió que cayera a un profundo abismo.
No se trata de un hecho aislado. Según el Ministerio de Transporte, solo en la
semana de receso escolar –que culmina hoy– 110 personas perdieron la vida en los
más de 220 percances en las vías. Es evidente que la drástica temporada invernal
que afronta el
país es un factor que aumenta los riesgos a la hora de transitar por la red vial
nacional, departamental, municipal y veredal.
Pero, más allá de esta circunstancia puntual, en el año corrido la situación
también es dramática. Las estadísticas del Observatorio
de la Agencia Nacional de Seguridad Vial señalan que entre enero y agosto más de
5.102 personas murieron en las vías, casi 600 más en comparación con el 2021.
Para algunos expertos, el incremento de la siniestralidad vial puede deberse a
que las cifras bajaron en los últimos dos años debido a las restricciones en
tráfico vehicular, dinamismo productivo y de movilidad humana como consecuencia
de la pandemia.
En el 2022 ya la situación en las carreteras se normalizó y, por Sin embargo,
hay causas más profundas. Por ejemplo, el balance del citado Observatorio
advierte que este incremento en la fatalidad se explica principalmente por el
crecimiento del 46 % de víctimas fatales en las zonas urbanas, ya que mientras
el año pasado se presentaron 2.369 personas fallecidas en estas áreas, en lo
corrido de 2022 –hasta el cierre del octavo mes– esta cifra se elevó a 3.467
víctimas. Como ya es recurrente, los motociclistas son el actor vial más
afectado, no solo en muertes sino en accidentalidad.
El fenómeno del desempleo juvenil, cada vez más preocupante
Por: Rodrigo Castellano
Es una realidad que la
pandemia ha dejado consigo una crisis económica de grandes proporciones que ha
venido generando un gran conflicto a nivel social porque si al caótico desempleo
juvenil sumáramos la terrible pérdida de confianza que la muchachada tiene en
las instituciones, especialmente en la justicia, políticos, organismos de
control, cuerpos de seguridad pública, podría ser mayor el indicador estadístico
del enorme ejército de desesperanzados cuyas vidas económicamente productivas
están hoy contagiadas por la frustración. |
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El fenómeno del desempleo
juvenil no es asunto de poca monta porque a una nación no podría sucederle algo
más grave que la nueva generación se encuentre económicamente inactiva. No es
un problema transitorio o causado por la pandemia del Covid-19.
Antes de la pandemia el desempleo estaba en el borde del 10 % y el desempleo
juvenil superaba el 17 % pero con la crisis sanitaria se duplicó en buena medida
porque con la deserción en colegios y universidades, los muchachos salieron a
buscar trabajo.
Hemos leído los informes sobre las masacres de jóvenes en varias regiones. Vemos
los centros de reclusión infestados de muchachos, casi niños que apenas les sale
yerba en el yarumo.
Se sabe de casos de familias
no solo de estratos vulnerables sino también de estratos medios que pasaron de
la desesperanza a la desesperación.
Duele saber que el Estado ha
sido impotente y que ningún gobierno ni local ni nacional ha sido capaz de
asegurarles a los muchachos una vida laboral digna.
Una dignidad que vaya más allá
del paupérrimo ingreso solidario de $160 mil pesos mensuales. Gobiernos capaces
de hacer ruido y escándalos con cualquier estupidez pero incapaces de dar
soluciones a uno de los segmentos más sensibles de la sociedad contemporánea.
Los veremos crecer en la frustración y la desilusión.
“En mi país no hay
oportunidades para los jóvenes”, lo dicen jóvenes incluso con estupenda
formación profesional. Las redes sociales están infartadas con la demanda de
empleo.
Ellos no entienden cómo todas las políticas anunciadas de empleo para los
jóvenes se han convertido en saludos a la bandera. Tampoco entienden cómo en los
créditos bancarios son más baratos para comprar carro que para montar una
empresa.
Pero ellos ya saben, que
mientras el gobierno propone trabajo por horas y entrega los recursos más
gruesos a los bancos y a los cacaos empresariales, los jóvenes, ya sin
expectativa de una vejez segura, harán parte de la creciente bomba social que en
días no lejanos recrudecerá las marchas, la protesta social, el vandalismo y
todos los parientes cercanos y lejanos de la violencia.
Claro que también existe el
segmento social indiferente y ajeno, que no supone sino que asegura que por
grave que sea la cosa, al final no va a pasar nada. Como siempre.
Por eso, si no fuera dramático sería chistoso ver las sesiones del Congreso,
Asambleas Departamentales y Concejos Municipales ignorando a la juventud y sus
frustraciones laborales mientras muchos muchachos engrosan grupos
delincuenciales, pandillas, guerrilla, paracos o simplemente se dedican a
actividades de rebusque que les permita llevar a sus familias algo de comer.
Es la verdad reflejada en la ola de inseguridad que afecta a ciudades como
Pereira. Es inevitable pensar que tendremos más cárceles y tumbas que escuelas y
fábricas.
No quisiéramos suponer que esa indiferencia es aparente y en el fondo sea solo
una trampa de pobreza inducida, para que el espectro de la necesidad crezca
tanto, que los jóvenes no necesiten política sino carnadas para el endiablado
tejemaneje electoral de siempre, en el que los políticos dicen amar tanto a los
pobres y vulnerables, que procuran tener más de ellos. |