Pereira, Colombia - Edición: 12.994-574

Fecha: Sábado 29 de octubre de 2022

 

COLUMNISTAS

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Un país donde abunda el desempleo

 


Por: Rubén Darío Varela

 

 

De acuerdo con el último reporte del DANE, el cual se publicó el pasado 29 de mayo, el mes de abril cerró con un desempleo del 19,8% a nivel nacional, pero que en las 13 principales áreas urbanas fue de 23,5%. En otras palabras, las personas con trabajo pasaron de ser 21 millones en abril de 2019 a 16 millones en abril en 2020, cifras que indican que por lo menos 5 millones de personas perdieron su empleo en el país, mediante la pandemia.


Estos datos de empleo demuestran el brutal golpe originado por las medidas gubernamentales de prevención contra la expansión de la Covid-19, que conllevaron al cierre de la mayoría de actividades económicas, a lo que contribuyó también la demora del gobierno nacional en adoptar decisiones de fondo (que aún no se toman) que evitaran la masacre laboral.


En vez de haber pensado, por ejemplo, en una renta generalizada de un millón de pesos para las familias, con el fin de que pudieran financiar una parte de sus necesidades básicas por varios meses, dinamizando la economía por la vía de la demanda, el gobierno se la jugó por atomizar los recursos en un reguero de ayudas que no representan un gran esfuerzo fiscal, así el Ministro de Hacienda trate de mostrar lo contrario.


El gobierno ha preferido jugarse por medidas parciales, insuficientes e ineficaces, a través del giro de $80.000 o $160.000para las personas mayores; el apoyo económico a los Jóvenes en Acción, además del tradicional subsidio condicionado para las Familias en Acción de $334.000; y la devolución del IVA por $75.000 para las familias en condición de pobreza extrema.


Lo que ocurrió con el empleo entre el 20 de marzo y el 30 de abril, durante los cuarenta días de confinamiento y parálisis productiva,
se resume en la pérdida de 5,3 millones de puestos de trabajo. Pero con seguridad no se ha llegado al punto más alto de la hecatombe, porque en mayo la situación de las empresas fue caótica y la mayoría de ellas optó por despedir a sus trabajadores ante la imposibilidad de pagar las nóminas y la evidente demora del gobierno en tomar decisiones de fondo sobre este tema.


Girar únicamente el 40% del valor de la nómina para trabajadores que ganan hasta un salario mínimo y hacerlo a través del sistema financiero y sus restricciones y requerimientos burocráticos, no es lo suficientemente contundente como se necesaria para superar la realidad de un desempleo galopante. Lo mismo ocurre con el pago de la mitad de la prima de junio.


Sinceramente, el gobierno nacional ha actuado sin la contundencia que se requiere en un momento tan delicado como este. No ha comprometido siquiera el 2% del PIB con las nuevas acciones, mientras vecinos como Perú o Chile, con economías más o menos
equivalentes, ya superan el 15%.

 

  

 

Luto en nuestras carreteras colombianas

 

Por: @Escritorpereira

 

 

Pese a los mayores controles de las autoridades en las carreteras, así como a una normatividad cada vez más drástica para castigar a los infractores del Código Nacional de Tránsito, la siniestralidad vial sigue aumentando en Colombia. Durante este puente festivo, lamentablemente, la cifra de fatalidades se ha incrementado.


El hecho más grave se registró el sábado en la madrugada cuando en un tramo de la carretera entre Pasto y Mojarras, en la autopista Panamericana, en Nariño, el accidente de un bus intermunicipal que se quedó sin frenos dejó 20 personas muertas y 15 heridas. La tragedia incluso pudo ser mayor porque el vehículo, tras volcarse a gran velocidad, quedó enredado en una baranda de protección que impidió que cayera a un profundo abismo.

No se trata de un hecho aislado. Según el Ministerio de Transporte, solo en la semana de receso escolar –que culmina hoy– 110 personas perdieron la vida en los más de 220 percances en las vías. Es evidente que la drástica temporada invernal que afronta el
país es un factor que aumenta los riesgos a la hora de transitar por la red vial nacional, departamental, municipal y veredal.

Pero, más allá de esta circunstancia puntual, en el año corrido la situación también es dramática. Las estadísticas del Observatorio
de la Agencia Nacional de Seguridad Vial señalan que entre enero y agosto más de 5.102 personas murieron en las vías, casi 600 más en comparación con el 2021.

Para algunos expertos, el incremento de la siniestralidad vial puede deberse a que las cifras bajaron en los últimos dos años debido a las restricciones en tráfico vehicular, dinamismo productivo y de movilidad humana como consecuencia de la pandemia.

 

En el 2022 ya la situación en las carreteras se normalizó y, por Sin embargo, hay causas más profundas. Por ejemplo, el balance del citado Observatorio advierte que este incremento en la fatalidad se explica principalmente por el crecimiento del 46 % de víctimas fatales en las zonas urbanas, ya que mientras el año pasado se presentaron 2.369 personas fallecidas en estas áreas, en lo corrido de 2022 –hasta el cierre del octavo mes– esta cifra se elevó a 3.467 víctimas. Como ya es recurrente, los motociclistas son el actor vial más afectado, no solo en muertes sino en accidentalidad.

 

 

 

El fenómeno del desempleo juvenil, cada vez más preocupante

 


Por: Rodrigo Castellano

 

Es una realidad que la pandemia ha dejado consigo una crisis económica de grandes proporciones que ha venido generando un gran conflicto a nivel social porque si al caótico desempleo juvenil sumáramos la terrible pérdida de confianza que la muchachada tiene en las instituciones, especialmente en la justicia, políticos, organismos de control, cuerpos de seguridad pública, podría ser mayor el indicador estadístico del enorme ejército de desesperanzados cuyas vidas económicamente productivas están hoy contagiadas por la frustración.

 

 

El fenómeno del desempleo juvenil no es asunto de poca monta porque a una nación no podría sucederle algo más grave que la nueva generación se encuentre económicamente inactiva.  No es un problema transitorio o causado por la pandemia del Covid-19. 


Antes de la pandemia el desempleo estaba en el borde del 10 % y el desempleo juvenil superaba el 17 % pero con la crisis sanitaria se duplicó en buena medida porque con la deserción en colegios y universidades, los muchachos salieron a buscar trabajo.


Hemos leído los informes sobre las masacres de jóvenes en varias regiones. Vemos los centros de reclusión infestados de muchachos, casi niños que apenas les sale yerba en el yarumo.

 

Se sabe de casos de familias no solo de estratos vulnerables sino también de estratos medios que pasaron de la desesperanza a la desesperación.

 

Duele saber que el Estado ha sido impotente y que ningún gobierno ni local ni nacional ha sido capaz de asegurarles a los muchachos una vida laboral digna.

 

Una dignidad que vaya más allá del paupérrimo ingreso solidario de $160 mil pesos mensuales. Gobiernos capaces de hacer ruido y escándalos con cualquier estupidez pero incapaces de dar soluciones a uno de los segmentos más sensibles de la sociedad contemporánea. Los veremos crecer en la frustración y la desilusión.

 

“En mi país no hay oportunidades para los jóvenes”, lo dicen jóvenes incluso con estupenda formación profesional. Las redes sociales están infartadas con la demanda de empleo.


Ellos no entienden cómo todas las políticas anunciadas de empleo para los jóvenes se han convertido en saludos a la bandera. Tampoco entienden cómo en los créditos bancarios son más baratos para comprar carro que para montar una empresa.

 

Pero ellos ya saben, que mientras el gobierno propone trabajo por horas y entrega los recursos más gruesos a los bancos y a los cacaos empresariales, los jóvenes, ya sin expectativa de una vejez segura, harán parte de la creciente bomba social que en días no lejanos recrudecerá las marchas, la protesta social, el vandalismo y todos los parientes cercanos y lejanos de la violencia.

 

Claro que también existe el segmento social indiferente y ajeno, que no supone sino que asegura que por grave que sea la cosa, al final no va a pasar nada. Como siempre.


Por eso, si no fuera dramático sería chistoso ver las sesiones del Congreso, Asambleas Departamentales y Concejos Municipales ignorando a la juventud y sus frustraciones laborales mientras muchos muchachos engrosan grupos delincuenciales, pandillas, guerrilla, paracos o simplemente se dedican a actividades de rebusque que les permita llevar a sus familias algo de comer.


Es la verdad reflejada en la ola de inseguridad que afecta a ciudades como Pereira. Es inevitable pensar que tendremos más cárceles y tumbas que escuelas y fábricas.


No quisiéramos suponer que esa indiferencia es aparente y en el fondo sea solo una trampa de pobreza inducida, para que el espectro de la necesidad crezca tanto, que los jóvenes no necesiten política sino carnadas para el endiablado tejemaneje electoral de siempre, en el que los políticos dicen amar tanto a los pobres y vulnerables, que procuran tener más de ellos.

 

  

 

 

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