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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición: 13.000-580 Fecha: Jueves 10-11-2022 |
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Paraísos
Jotamario Arbeláez
un lugar fuera de la pesadilla
civilizada, sin ningún tipo de gobierno, sin artefactos inventivos
que contribuyan a la idiotez y al dominio de la tribu, donde se respiren a plenitud los
aires de la paz y la convivencia, donde los cuerpos y las almas
compartan su desnudez, donde el dinero deje de ser el
soberano y lo sea el amor.
Toda esta saga la cuenta el documental premiado en el Festival de
Sundance Wild Wild Country, que puede encontrarse en Netflix.
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Nuestra Señora de Solentiname
y regresó a su natal Nicaragua a fundar
la Comunidad Contemplativa de Nuestra Señora de Solentiname, refugio
de artistas y poetas introspectivos.
Allí lo acompañó, entre muchos otros
poetas de América, el también venerable colombiano William Agudelo,
autor de Nuestro lecho es de flores.
El poeta celebraba la misa para los
isleños raizales con sermones a cargo de los poetas. En ese centro
de oración y de conspiración contra el dictador Anastasio Somoza
quien termina ordenando su bombardeo.
Pero el que cayó fue Somoza y Cardenal
pasó a hacer parte de la Junta de gobierno sandinista.
Admonición de la cual el Pontífice se
arrepentiría en su lecho de muerte.
De ello quedó constancia en una novela
con ese nombre que escribió Elmonje. En la realidad, y con menor
poesía, se llamaba El bajo Jediondo. En la ficción viajamos Gonzalo Arango (Adán) y su pareja Dina (Dina), Leonardo (el novelista) y su pareja Mónica (Patricia), Orín (Eduardo Escobar) y su pareja Birguita (Fanny Buitrago), y París (este servidor) que hizo el viaje sin compañera.
Pasamos nueve meses en la isla donde el capitán Polifemo regresaría a recogernos, y lo que debía ser la plenitud edénica se fue convirtiendo en un inferno de pasiones y celos y discrepancias y resquemores propios del sillón de Freud,
lo que nos fue conduciendo a la muerte
por consunción. Y cuando regresó el capitán Polifemo, como había profetizado, por nuestros cadáveres, encontró que estos estaban siendo devorados desde la cabeza por Descartes, convertido en el cerdo del sistema.
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Las últimas palabras de la novela, lo único que rescató el capitán, fueron: “Adiós Islanada, adiós Islaputa”.
La novela ganó en el 67 el Premio
Tercer Mundo, tuvo una edición pirata ya desaparecida, y el Monje
Loco espera post mortem un nuevo editor.
y un admirador generoso me ofreció un buen lote en Providencia para que con toda la tribu nadaísta hiciéramos nuestra comuna y mandáramos el resto del mundo a la pura mierda.
Hasta que el profeta Gonzalo Arango
y Jaime Jaramillo Escobar decidieron que debíamos continuar la lucha
contra el sistema desde sus entrañas, abandonamos el embeleco y nos
dedicamos a publicar la revista Nadaísmo 70. Sin embargo algunos nadaístas hicieran leyenda en la isla: la pareja de pintores Samuel Ceballos y Fanny Salazar quienes concibieron a Mercurio con sus orgasmos cósmicos como bautizaran sus obras;
cuadros que para sobrevivir y fumar iba cambiando por pizzas en los restaurantes de la isla y que hoy valen millones;
y hasta allí le duraron su prosa y su nadaísmo.
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