EDITORIAL
Relación entre
Colombia y Venezuela sigue siendo una incógnita
El principio de
acuerdo al que llegaron las delegaciones del régimen de Nicolás
Maduro y la oposición venezolana, tras el reinicio del diálogo este
fin de semana en México, debe ser recibido con cautela.
De un lado, es esperanzador que las partes hayan podido volver a la
mesa después de la ruptura de las conversaciones en octubre de 2021.
Sin embargo, no se puede olvidar que esa interrupción la propició el
régimen chavista como protesta por la extradición a Estados Unidos
del empresario colombiano Alex Saab, quien está siendo juzgado por
lavado de activos y otros delitos que involucrarían corrupción al
más alto nivel con los dineros del presupuesto de Venezuela, cuya
población soporta desde hace varios años una de las más graves
crisis políticas, económicas, sociales, institucionales y de
violación de los derechos humanos por parte de instancias oficiales.
También debe aplaudirse el pacto entre las delegaciones de Maduro y
el líder opositor Juan Guaidó - reconocido por más de medio centenar
de naciones como presidente legítimo del vecino país- para
descongelar 2.700 millones de dólares de patrimonio venezolano en la
banca internacional.
No se trata de una concesión gratuita al gobierno chavista. Por el
contrario, esos recursos no serán manejados por la administración
Maduro, sino que se movilizarán a través de un fondo externo que
será administrado por Naciones Unidas y cuyo objeto principal será
disponer recursos para atender situaciones críticas en materia de
asistencia social, sanitaria y frente a la drástica ola invernal que
está azotando al país.
En ese orden de ideas, no puede entenderse el descongelamiento de
estos fondos internacionales como un triunfo del gobierno
Maduro, cuando en realidad lo que se está concretando es una medida
humanitaria, en la que tanto la ONU como la propia oposición tendrán
un rol activo sobre la destinación de los montos y la transparencia
en su inversión.
No se puede perder de vista que, según algunos cálculos
extraoficiales, hay por lo menos 22 mil millones de dólares del
patrimonio venezolano congelados en el exterior. No se puede
permitir el acceso sin control a esos dineros por parte del régimen
autoritario y dictatorial.
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Gobernar y
administrar es tarea de grandes empresarios no de principiantes
Por: Zahur
Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Las sociedades estaban acostumbradas a que un
heredero era el que manejaba el Estado. Esto era normal porque la
mayoría de la población no tenía conciencia de su condición humana y
mucho menos de una capacidad de razonabilidad para entender sobre
sus derechos y su equidad.
Los gobernantes fueron guerreros, líderes y personajes que se
impusieron a la fuerza y aún existen este tipo de individuos como si
estuvieran en la era primitiva. Y siguen allí por falta de
conciencia en un amplio sector de la población.
Los gobernantes deben existir en los países monárquicos, donde los
ciudadanos son súbditos y viven a merced de ellos y el poder está
centrado en ellos lo mismo la parte administrativa. Colombia es una
república democrática que elige sus administradores y que se dicen
llamar gobernantes, lo cual no son. El problema aquí es que los
ciudadanos son ignorantes de sus derechos y no conocen sobre el
poder que ellos tienen sobre los individuos que eligen.
Si usted como persona contrata, elige o le da un contrato de
prestación de servicios a una persona para que haga labores
administrativas, materiales etc. Esa persona está bajo el mandato de
quien lo eligió o contrato y podrá dejar de prescindir de ella si
incumple con lo acordado.
Hay una confusión en cuanto a los políticos, ellos creen que son
elegidos como personas soberanas y se apoderan de los cargos y ponen
a quienes los eligieron como sus vasallos y los ponen a tributar y a
pagar por todos los errores que ellos comentan.
El pueblo elige administradores de la cosa pública y espera que
respondan profesionalmente a los cargos que han sido asignados. Pero
el mal entendido de ambas partes genera el desorden existente y la
corrupción.
Cuando la constitución está mal elaborada generan todo tipo de males
en el manejo de la cosa pública. Una constitución debe ser simple y
precisa, como una columna vertebral, no debe ser un tratado de
derecho. Debe contener lo esencial en su articulado y su
identificación como tal. Después de elaborada y aprobada debe venir
aparte los códigos y leyes que van a regir la nación. Estos por lo
general cambian de tanto en tanto y por tal razón no deben venir
como parte de la constitución. Cada vez que hay un cambio hay que
reformar la constitución o hacer enmiendas.
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Quienes son elegidos para administrar una nación
deben saber cómo manejar los bienes del Estado y el bienestar social
sin mezclarse con la corrupción, esta última es la que deteriora y
derrumba cualquiera administración pública.
Crónica de Gardeazábal #546
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio: https://www.spreaker.com/episode/52031540
He visto por estos días muchas fotografías de la atroz e imbécil
guerra de Ucrania en que se observan a niños huérfanos o viudas
adoloridas rodeando la tumba de su ser querido donde han sembrado un
árbol. Me conmueve hasta los tuétanos porque pertenezco a una
familia con tradición y memoria arbórea.
Cuando se ha presentado un nacimiento, un matrimonio o una muerte
siempre hay un árbol que pretende recordarlo. Pese a tener mis
ancestros paisas y por ende hacer parte de la civilización del hacha
tumba montes con que las gentes de Antioquia colonizaron medio país,
mis padres coincidieron en dejar huella sembrando un árbol.
Aquí están en la finquita donde han quedado reducidas mis ilusiones
y quereres, los samanes que el tio Ernesto, el tío neura, les regaló
cuando nací. Están viejos, curtidos de carachas, pero mayúsculos en
su tamaño y su cobertura esperando que no les vaya a dar en el
futuro por cortarlos porque más temprano que tarde ampliarán la
carretera.
Pero también está en pie todavía un pino que mi padre hizo sembrar
para que sus restos descansaran allí y no en un cementerio. Todo es
añorante y puede hasta resultar siendo una costumbre boba. Sin
embargo si se impusiera por decreto, sobre todo en las grandes
ciudades, de que por cada muerto enterrado se sembrara un árbol en
determinados parques, volveríamos a la costumbre de permitir bosques
dentro de la estulticia de las selvas de ladrillo y cemento con que
los humanos han reemplazado el paisaje.
Por supuesto para ello se necesitaría que tuviéramos gobernantes con
criterios verdes y no solamente antiextractivistas. Volvería el
verde a espacios cerrados, como se usó en la arquitectura de los
siglos 18 y 19 en Paris, New York y otras capitales hasta Bogotá,
pero que claudicó en los otros recintos urbanos con la locura de
encementar espacios o pavimentar caminos.
Tal vez si imponemos esa costumbre y le rendimos homenaje a la
muerte, como en Ucrania, sembrando un árbol en los bosques
municipales establecidos por decreto para cada cremación, hasta
dejaríamos de matarnos.
El Porce, noviembre 28 del 2022
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