EDITORIAL
La alerta de
violencia en Colombia
Si bien es cierto que el número de homicidios a nivel nacional ha
disminuido en Colombia (hasta 26,9 asesinatos por cada 100 mil
habitantes en 2022), hay ciudades en donde las muertes violentas no
han tenido un declive pronunciado.
Una prueba de ello es el informe revelado esta semana por el Consejo
Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, una
organización no gubernamental mexicana que periódicamente hace un
ranquin de las ciudades más violentas a nivel global. Obviamente el
cálculo se hace con base en información oficial de los respectivos
países, razón por la cual puede que haya algunas urbes que no
aparecen en el listado, que dicho sea de paso solo contabiliza lo
que pasa en aquellas que tienen más de 300 mil habitantes.
Está el caso, por ejemplo, de las ciudades venezolanas, varias de
las cuales no se incluyen en la mencionada clasificación debido a
que las estadísticas de las autoridades del vecino país sobre
inseguridad suelen no ser muy creíbles. Aun así, algunos entes no
oficiales y voceros de la oposición antichavista advierten que la
tasa de homicidios está disparada en todas las zonas urbanas.
De acuerdo con el ranquin, nueve de las diez ciudades más violentas
a nivel global están, precisamente, en México. Colima, con una tasa
de homicidios de 181,9 por cada 100 mil habitantes, ocupa el primer
lugar. Le siguen Zamora, Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya,
Juárez, Uruapan y Acapulco. Como es sabido, esta circunstancia se
deriva principalmente de la escalada delincuencial de los carteles
del narcotráfico. En ese top 10 la única urbe no manita es Nueva
Orleans, en Estados Unidos.
Otro aspecto que genera inmensa preocupación es la cantidad de
ciudades latinoamericanas dentro de ese listado de cincuenta. No
solo hay 17 mexicanas, sino que aparecen 10 brasileñas y seis
colombianas. En Honduras se reportan dos y una en Puerto Rico, Haití,
Ecuador y Jamaica.
Para el caso de nuestro país, Cali figura en la casilla 32, seguida
de Santa Marta en el puesto 37, luego está Buenaventura en el 43,
Cartagena en el 47, Palmira en el 48 y Cúcuta en el 49.
Se trata, sin duda, de una circunstancia preocupante, sobre todo en
lo que tiene que ver con el Valle del Cauca, ya que allí están tres
de los conglomerados urbanos con más muertes violentas en el país.
No deja de llamar la atención el caso caleño, ya que a comienzos de
este año la Alcaldía resaltaba como uno de los más grandes logros
del 2022 la reducción de homicidios, siendo el año menos violento de
los últimos 35 en esta capital. La Secretaría de Seguridad reportó
982 asesinatos (alrededor de 250 menos que el 2021), además de una
disminución en otros delitos
de alto impacto. A su turno, la administración de Palmira destacó
que se había registrado la tasa más baja de homicidios en los
últimos 14 años. De igual manera, la Gobernación, en su corte de
cuentas anual, ponderó la disminución de las muertes violentas.
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El Estado el mayor
generador del crimen organizado
Por Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Los Estados en la antigüedad y aun en el presente siguen gobernados
por un poder central que determina a través de leyes su forma de
gobierno, Este modelo de gobierno algunos pensadores han buscado
cambiarlo por un modelo equitativo y que prime la autonomía de su
pueblo.
La revolución francesa y las siguientes han dado palo de ciego en la
búsqueda de un Estado donde la sociedad sea la que está organizada y
establezca sus propias leyes que rijan la convivencia entre
ciudadanos sin que entre sí sean atropellados y puedan alcanzar la
armonía social que cualquier sociedad desea tener.
La constitución colombiana es un tratado de derecho que riñe con la
sana convivencia entre los ciudadanos porque los despoja de sus
derechos de su autonomía impidiéndoles defenderse, proteger su vida
y bienes personales y dándoselos al Estado como absoluto defensor
del derecho ciudadano. El Estado jamás puede estar vigilante en todo
sitio y momento para que el ciudadano esté protegido.
El Estado al crear leyes que obliguen al ciudadano a tributar más
allá de sus posibilidades e impedir que él pueda desarrollarse
sanamente y tributar equitativamente, obliga al empresario a crear
sus propias vías que le permitan moverse y organizarse como un
criminal paralelo al Estado y sobornando.
Quienes administran los Estados actuales son criminales que
desconocen cómo se debe administrar una sociedad sin crear el crimen
que se organiza paralelo y quienes se empobrecen es la sociedad
porque es la que paga al final lo que se roban la administración
pública.
En la actualidad tenemos un estándar diferente de lo que es un
Estado; cómo se maneja, administra o gobierna. Esta diferencia es
sustancial en la razón que los seres humanos hemos evolucionado
intelectualmente a unos niveles donde la autonomía individual ha
alcanzado unos niveles que riñen con el pasado y está obligando a
los administradores que revisen su agenda administrativa.
Quienes han gobernado han vivido de los diezmos de sus súbditos y
estos los han pagado por la carencia de conciencia individual y
autonomía. El poder ejercido por
quienes están al mando del Estado ha obligado a sus vasallos a
tributar sin ninguna protesta y si lo hacen reciben el castigo del
Estado.
Hemos evolucionado genéticamente, pocos se han enterado de ese clic
evolutivo de nuestra naturaleza. La gran mayoría está a diferentes
clics evolutivos del groso humanístico, por eso esa variedad de
seres humanos y los conflictos existentes.
Mientras el Estado siga
generando esa energía para que se organice la
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parte criminal no habrá cambios en el comportamiento humano.
Crónica #594
GUERRA AVISADA NO MATA SOLDADO
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/52811372
La inesperada, atrevida y muy riesgosa visita del presidente Biden a Ucrania
hace pensar muchas cosas. Tantas como el discurso de Putin ayer ante todos sus
oligarcas y, para que lo oyeran, traducido simultáneamente a todo el mundo.
El atrevimiento de un Biden de 78 años arriesgándose a llegar a Kiev en tren,
puede ser idéntico al atrevimiento de un Putin rozagante anunciando de nuevo el
fantasma de la guerra nuclear al suspender la vigencia del tratado de
proliferación de esas bombas.
Ambos estuvieron cargados de simbolismos punzantes. Biden posando ante las
cámaras y las redes en las calles de una ciudad que ha sido bombardeada es tan
diciente como la arremetida machista y homofóbica de Putin llamando a Occidente
la tierra de los maricas.
Muy probablemente Biden ha jugado electoralmente para domeñar a los
republicanos. Putin, en cambio ha explotado el sentimiento ruso de una patria
perseguida por la OTAN para amansar a palomas y halcones. Pero al Biden haber
informado a Moscú de su visita cuando los bombardeos a distintas regiones de
Ucrania y el ataque de misiles y drones pudiera alcanzar el tren en el cual se
trasladaba desde Polonia, indica sensatez de ambos mandatarios, aunque a su vez
permite medir la magnitud del riesgo corrido porque bien podrían los halcones de
Moscú haber desoído el aviso y disparar si no contra la comitiva presidencial
norteamericana, si haber precipitado la tercera guerra mundial, que tanto
tememos.
Con ninguna de las dos actuaciones, más dramáticas que reales, pasó algo
inmediatamente. Pero el gesto de la visita y el fantasma nuclear del discurso
tiene hondas repercusiones en el manejo de la guerra.
Rusia ha quedado advertida que el apoyo norteamericano no es solo facilitándole
las municiones y tanques que hacen falta al gobierno de Kiev. Putin amenaza con
sus bombas nucleares no solo a Occidente sino al mundo.
Pero como ninguno de los dos habló de conversaciones de paz las palabras de la
verdad de puño siguen vigentes: guerra avisada no mata soldado.
El Porce, febrero 23 del 2023
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