EDITORIAL
El auge del narcotráfico
El narcotráfico es, sin duda alguna, uno de los
delitos que más capacidad de mutación tiene. Ello explica,
precisamente, por qué no disminuye de manera sustancial. Por el
contrario, pese a la ofensiva de las autoridades en muchos países e
incluso el avance de la legalización de la producción, venta y
consumo en otros tantos, continúa siendo una de las economías
ilícitas más fuertes a nivel global y con mayor nivel de penetración
en la sociedad.
La semana pasada, la Junta Internacional de Fiscalización de
Estupefacientes (JIFE) advertía que la legalización de la marihuana
no estaba reduciendo el consumo del alucinógeno y, un hecho más
grave aún, la esfera criminal que rodea su producción y comercio
persistía en aquellas naciones en donde se ha autorizado el uso
recreativo del cannabis. Con base en esa conclusión, la agencia dijo
estar muy preocupada por la trivialización con respecto al uso no
médico del cannabis y la tendencia a su legalización, principalmente
en Latinoamérica y parte de Europa.
Ayer el turno de dar otro campanazo al respecto le correspondió a la
Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, que
alertó en torno a que la producción mundial de cocaína se disparó
drásticamente en los dos últimos años, una vez fue quedando atrás la
crisis pandémica.
Las cifras del “Informe Mundial sobre la Cocaína 2023” son
alarmantes: el cultivo de hoja de coca se disparó un 35% de 2020 a
2021, todo un récord e incluso se considera el aumento interanual
más alto desde 2016. Según la agencia de la ONU ese drástico
incremento no solo se debe al crecimiento de los sembradíos ilegales
sino a cómo los narcotraficantes han logrado mejorar el proceso de
producción del alcaloide.
Aunque obviamente Colombia tiene un papel protagónico en este
fenómeno en cuanto a la
producción y tráfico de cocaína, también resulta claro que hay unas
nuevas dinámicas globales en el narcotráfico. Por ejemplo, si bien
los mercados con más demanda de drogas continúan estando en los
continentes americano y europeo, hay un avance sustancial de este
negocio ilícito en África y Asia. No menos preocupante es el hecho
de que el crecimiento de la oferta de narcóticos está acompañado de
un aumento similar de la demanda. A ello se suma que los mecanismos
y focos de distribución también se han diversificado.
Este último aspecto, sin duda alguna, termina siendo un llamado de
atención para esos sectores que a nivel internacional y en Colombia
consideran que avanzar por la vía de ladescriminalización de la
producción, tráfico y consumo de estupefacientes es el camino más
seguro y expedito para acabar el narcotráfico. Tanto el informe de
la JIFE como el de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito
apuntan en la dirección contraria a esa tesis.
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Las
preguntas salen sin respuestas
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Desde que tengo
conocimiento sobre la vida pública en Colombia, siendo muy pequeño
escuche hablar de personajes siniestros que gobernaban el país. Eso
fue en los años 50s. Era otra época donde reinaba la ignorancia
popular y la gente creía en partidos políticos al igual que la
religión.
La idiosincrasia de estas sociedades que habitan el continente están
muy apegadas a las creencias religiosas y políticas, muy poco en el
raciocinio intelectual que otras tienen y han logrado avanzar en su
bienestar humano. Los jefes de los cultos son los orientadores y
manipuladores de las personas que carecen de independencia
intelectual y buscan allí llenar ese vacío y funcionar como súbditos
de ese epicentro de donde les absorbe y les alimenta el raciocinio
elemental.
Una sociedad de élites es muy difícil que avance y se congregue como
una empresa social y no de líderes. Mientras permanezca unida a un
liderazgo no va a poder avanzar porque normalmente los líderes son
psicópatas y son los dueños de lo existente sin que nadie se dé por
aludido. Excepto los independientes, autónomos o empresarios.
Lo que está pasando en la actualidad es que ya está entronizado un
líder que no tiene respeto por sí ni por la sociedad que lo ha
elegido. Sus faltas de asistencia demuestran que hay algo enfermizo
en él, algo que no está claro en su récord médico o de quienes
manejan su agenda laboral. Él ha sido elegido para administrar un
país y manejar los bienes de los colombianos, porque Colombia no es
una monarquía donde se ha nombrado un gobernante.
En derecho existe un precepto, como se hace se deshace. De esta
forma lo que quedó mal tejido se deshace para volverlo a tejer con
mejores tejedoras. Esta ha sido la regla que se ha venido empleando
en naciones donde la sociedad presiente que algo malo va a pasar o
está pasando.
Colombia es un país pequeño, a pesar que tiene millones de
habitantes y su economía es muy frágil. El dólar es una moneda
fluctuante que depende de muchos movimientos económicos a nivel
mundial para su estabilidad. El peso colombiano podría ser una
moneda duro si sus genios en economistas supieran hacer lo que
realmente se debe hacer. En Colombia hay más de dos trillones de
dólares almacenados en millones de familias que los han ahorrado de
sus trabajos secretos, pero están ahí, El gobierno americano lo sabe
y está en silencio. Porque está usando ese dinero en su contabilidad
para poder girar dinero respaldado en ese guardado.
Hay un mal manejo en la economía en este momento porque el líder
está ausente y sus alfiles no saben dónde están parados.
No hay que asustarse, lo que hay que hacer es organizarse y trabajar
para que el país se monte en los riles que realmente debe estar.
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Crónica # 611
TATIS
Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/53234308
Gustavo Tatis Guerra es, hoy por hoy, y ante la ausencia frágil de su
coterráneo Juan Gossaín, el mejor cronista que tiene el periodismo colombiano.
Desde hace años, sin tener que subirse a los pedestales de la gloria efímera que
los bogotanos, le dan como migajas a los periodistas cartageneros, Tatis se ha
ido encaramando por calidad, solvencia y sobre todo por la poesía que parece
brotar de las parrafadas que escribe.
Hay dos libros suyos, de los últimos años, que han permitido conocer los
vericuetos e intimidades de dos personajones que tuvo la Costa, y de los cuales
Colombia entera se enorgulleció, Alejandro Obregón y Lucho Bermúdez. Escritos
ambos como biografías, pero impactantes en los lectores como crónicas al
infinito, nos han permitido al resto de colombianos que solo nos atragantamos de
los titulares mitificadores de la prensa bogotana, conocer el mundo de ese par
de artistas de oficios opuestos, de orígenes sociales extremos.
Empero, no es la facilidad y disciplina investigativas de las que hace
gala Tatis lo que captura lectores por millares desde sus crónicas en las
páginas de El Universal, donde escribe casi a diario como lo hizo alguna vez
García Márquez, quizás sentado en el mismo escritorio de la redacción del
periódico cartagenero. Tatis Guerra es pegajoso porque su narrativa está
impregnada de poesía. Sus frases surgen, no con la fuerza del volcán del Ruiz
sino con la suavidad y misterio del volcán de lodo del Totumo. Ellas, gracias al
manejo impecable del idioma, rinden tributo a la capacidad cuentera de las
sabanas costeñas de donde es oriundo y se tornan en inolvidables para quien las
lea.
Por estos días, Tatis Guerra anda por Cali deleitando con su hablar
cantarino como parte de los preludios del Festival de Poesía que organiza la
Secretaría de Cultura. No debiendo ir hasta los recintos donde habla, espero
verlo sentado frente a un plato del guiso tulueño que todavía nos cocina Rosalba.
El Porce, marzo 18 del 2023
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