EDITORIAL
El FMI alerta
sobre economía en Colombia
Tras una revisión a fondo de la economía colombiana y sus
perspectivas a corto, mediano y largo plazos por parte de expertos
del Fondo Monetario Internacional (FMI) quedó claro que, así como el
ente financiero multilateral avaló la hoja de ruta que viene
delineando el Ministerio de Hacienda, también lanzó varios
campanazos sobre una serie de circunstancias a revisar y tareas para
cumplir.
En momentos en que frente al alud de reformas que impulsa el actual
Gobierno una de las mayores discusiones se da en torno a la
necesidad de construir sobre lo construido, resulta clave que en la
evaluación hecha por el ente multilateral, en el marco del monitoreo
denominado “consulta del artículo IV”, el FMI haya destacado que
beneficiándose de políticas que respondieron efectivamente a la
pandemia y de los muy favorables términos de intercambio, la
economía de Colombia registró un crecimiento interanual de 7,5% en
2022, uno de los más dinámicos entre las economías emergentes.
Aun así, el Fondo advirtió que en ese contexto de una recuperación
sólida, precios altos de las materias primas y choques relacionados
con el clima, el nivel general de inflación se situó en un 13,3%
interanual en febrero pasado y el déficit de cuenta corriente creció
de 5,6% del PIB en 2021 a 6,2% en 2022.
Tras destacar que la economía colombiana está experimentando una
transición necesaria hacia una trayectoria de crecimiento más
sostenible, el ente financiero multilateral advirtió que las
políticas macroeconómicas del año pasado, y que se mantienen, están
facilitando esa hoja de ruta, junto con la ralentización del
crecimiento mundial y los mayores costos de endeudamiento a escala
global. En ese escenario, hay un enfriamiento “necesario” de la
economía que, a su vez, debe permitir que la inflación baje al nivel
fijado como meta por el Banco de la República para finales de 2024,
al tiempo que se reduciría gradualmente el déficit en cuenta
corriente.
Todo lo anterior llevó al FMI a concluir que aunque los riesgos a la
baja prevalecen y son elevados, los fundamentos económicos, las
medidas y los marcos de las políticas de Colombia son “sumamente
sólidos y apuntalan la resiliencia del país”. Un espaldarazo muy
útil en estos momentos de incertidumbre y desaceleración productiva.
Pero para mantener ese rumbo de resistencia hay varios aspectos que
tienen que precaverse por parte del Gobierno y las autoridades
económicas colombianas. De un lado, en el plano externo se advierte
que el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales
podría ser más acentuado de lo previsto, lo que tendría
repercusiones negativas sobre los precios de las materias primas,
las salidas de capital y la demanda interna. Ante esa situación no
se pueden descartar riesgos internos, para los cuales debe estarse
preparado.
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La microempresa o el empleo en el
tercer mundo
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
El rebusque es una forma de sobrevivir en una sociedad que los
políticos no ponen atención al ciudadano que apenas está empezando a
formarse como parte de ella. La educación que se le da a la juventud
no les permite solventar por sí misma y el establecimiento solo
tiene intereses en los que lo administran.
Los países no son pobres, todos tienen su propia riqueza. La pobreza
la generan quienes mal dirigen el Estado porque ellos como cabezas
tienen mayor capacidad intelectual que el pueblo. Y este vive a
merced de quienes están empoderados.
Los animales por fortuna viven bajo otros parámetros porque ellos
buscan sus alimentos haciendo largos recorridos y nadie se apropia
de lo que la naturaleza da. Lo contrario de los seres humanos. El
ser humano tiene que rebuscarse y ser astuto para sobrevivir en una
jungla que ya tiene dueños y esto hace que nazcan lo que hoy llaman
carteles, creación ésta de la DEA, para señalar a los infractores de
las leyes y reprimir la libre empresa.
Los microempresarios sobreviven del rebusque y no hacen parte de la
gran empresa, a pesar que mueven miles de millones de dólares o
pesos a diario y están organizados precariamente para sobrevivir en
una sociedad que siempre está buscando el precio más barato en el
mercado para ahorrarse unos pesos.
No quiero decir que no debe existir la microempresa, ella debe
existir porque esos pequeños empresarios crean una economía muy
importante y a su vez generan productos exclusivos en el mercado y
le dan una identidad al país. Pero lo que si se debe hacer es
orientar a la gran mayoría a trabajar en la gran empresa porque ella
tiene los recursos económicos y la organización para poder dar una
estabilidad al trabajador a largo y mediano plazo.
Las leyes laborales colombianas están muy mal concebidas y esto ha
hecho que el mismo Estado tenga que subcontratar a sus empleados y
redactar una serie de artimañas para poder emplear su personal.
El Estado en este tipo de figuras no se hace responsable de sus
ciudadanos, los desampara, y los deja volando como objetos que
remolinos de vientos los azota sin misericordia. Al suceder esta
actitud los ciudadanos no confían en su Estado político y el
problema es que la sociedad no tiene herramientas para defenderse y
quienes las tienen no saben cómo usarlas.
El país está pasando por un momento que hay mucha incertidumbre, Es
el comienzo de un gobierno donde no hay claridad todavía y a su vez
es muy temprano para hacer un balance. Ese temor existente no es
fácil de apartar de una sociedad que ha pasado por toda una gama de
situaciones políticas y desaciertos.
Ya vienes unas elecciones que podrán mostrar un derrotero claro de
lo que podrá pasar en el futuro cercano. Pero el problema colombiano
es que viene desde hace muchas décadas. Y resolver una
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situación en la que el país está metido no será
de un día o un año, son problemas que se resuelven en cinco o diez
años y eso lo sabe cualquier analista político.
La microempresa cómo se maneja en Colombia, ella demuestra que hay
pobreza no en los microempresarios sino en los que dirigen la cosa
pública.
CAMÁNDULAS POR PISTOLAS
Gustavo Alvarez Gardeazabal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/53350957
Algo debe andar muy mal en los mecanismos de relojería que hacen
funcionar al gobierno colombiano si el Director Nacional de la
Policía declara públicamente que las batallas contra el crimen son
guerras contra el demonio.
Algo mucho más grave debe estar pasando en la mente de un general de
la república que en pleno siglo 21 diga públicamente que la Policía
Nacional apela a los exorcismos contra el demonio y los métodos de
enfrentamiento contra el maligno que dejaron de aplicarse por las
fuerzas del orden desde la edad media, cuando los dueños del poder
eran los señores feudales.
Resulta casi increíble leer la larga y dispendiosa entrevista dada a
Vicky Dávila por el señor general Henry Sanabria, nombrado
comandante máximo de la institución policial por el presidente Petro
y su ministro Velázquez.
Es imposible que en pleno año 2023, cuando existe la inteligencia
artificial y los métodos de investigación y las persecuciones contra
los criminales se hayan modernizado pretendan que se libren en
Colombia como si fueran las batallas imaginarias de Don Quijote y
sus caballeros contra los molinos de viento.
O, peor aún, que imitando a los papas romanos de la antigüedad o a
los jefes tribales del África Central, la batalla contra el crimen y
los violadores de la ley se resume por parte del supremo comandante
de los uniformados como una dura lucha contra el demonio y, como tal
en vez de armas digitales o de satélites artificiales se utilizan
como escudo los escapularios de la Virgen o se afilen los exorcismos
vaticanos contra los bandidos que quiebran el orden social.
De allí a que a los 190 mil policías colombianos se les cambie la
pistola de dotación con la cual han garantizado el orden por una
camándula, hay muy poco trecho.
Una cosa es hacer gala pública de las creencias religiosas y otra
retroceder al medioevo, pisoteando saberes y evoluciones, adelantos
y experiencias para convertir en cruzadas anti demoníacas la
arriesgada labor que la Constitución ha encargado a los policías.
El Porce, marzo 28 del 2023
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