CHARLAS CON UN MAESTRO SAMMASATI
Por: Gongpa Rabsel Rinpoché
Lama
Sammasati para Latinoamérica
LA DEPRESIÓN, LA ANSIEDAD Y LA PAZ
El bienestar emocional es un tema de suma importancia en nuestra
vida diaria. La forma en que nos sentimos puede influir en nuestra
salud mental, en nuestras relaciones interpersonales y en nuestra
calidad de vida en general. Uno de los aspectos más relevantes en
este sentido es la capacidad de vivir en el presente. Es decir, de
concentrarnos en el aquí y el ahora, sin distraernos con
preocupaciones del pasado o del futuro.
En este artículo nos centraremos en tres estados emocionales
específicos que están directamente relacionados con la forma en que
vivimos el tiempo: la depresión, la ansiedad y la paz. Veremos cómo
cada uno de ellos se asocia con una actitud temporal específica y
cómo podemos trabajar para cultivar una mayor presencia en nuestra
vida cotidiana.
Depresión: viviendo en el pasado.
La depresión es un estado
emocional que se caracteriza por la tristeza, la apatía y la falta
de motivación. Quienes padecen depresión suelen tener dificultades
para disfrutar de las cosas que antes les resultaban placenteras y
pueden sentir que su vida carece de sentido. Uno de los aspectos más
relevantes de la depresión es que se asocia con una actitud temporal
hacia el pasado. Las personas deprimidas suelen estar atrapadas en
recuerdos dolorosos, remordimientos y arrepentimientos.
Es importante entender que el pasado no puede ser cambiado. Si bien
es posible aprender de nuestras experiencias pasadas, centrarse
demasiado en ellas puede impedirnos avanzar. Además, el hecho de que
algo haya ocurrido en el pasado no significa que tenga que definir
nuestro presente o nuestro futuro. Una forma de trabajar para
superar la depresión es centrarse en el presente y en las cosas que
pueden ser cambiadas. En lugar de lamentarnos por lo que ya pasó,
podemos buscar maneras de mejorar nuestra vida en el momento actual.
Ansiedad: viviendo en el futuro.
La ansiedad es otro estado
emocional que puede afectar profundamente nuestra vida. Quienes
padecen ansiedad suelen sentirse preocupados y tensos, y pueden
experimentar síntomas físicos como palpitaciones, sudores o
temblores. A diferencia de la depresión, la ansiedad se asocia con
una actitud temporal hacia el futuro. Las personas ansiosas tienden
a preocuparse excesivamente por lo que pueda suceder, imaginando
escenarios catastróficos y sintiendo que no tienen control sobre su
vida.
Es importante entender que el futuro es incierto y que no podemos
controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo,
podemos trabajar para reducir nuestra ansiedad centrándonos en el
presente. Una forma de hacerlo es practicar la atención plena, que
implica prestar atención deliberada y sin juicios a las experiencias
presentes. La atención plena puede ayudarnos a conectarnos con el
momento actual y a aceptar las cosas que no podemos cambiar. También
puede ser útil identificar las preocupaciones específicas que nos
generan ansiedad y trabajar para abordarlas de manera realista y
efectiva.
Paz:
viviendo en el presente.
Por último, la paz es un estado
emocional
|
|
que se asocia con la tranquilidad, la armonía y la
serenidad. Quienes experimentan paz suelen sentirse conectados con
el momento presente y disfrutan de las cosas simples de la vida. En
contraposición a la depresión y la ansiedad, la paz se asocia con
una actitud temporal hacia el presente. Las personas que se sienten
en paz suelen estar concentradas en el momento actual y en las
sensaciones que experimentan en su cuerpo y su mente. Esto les
permite disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, como un paseo
por el parque, una conversación con un amigo o un momento de
tranquilidad en casa.
Cultivar la paz puede ser beneficioso para nuestra salud mental y
física. La paz nos permite estar en sintonía con nuestras
necesidades y sentimientos, lo cual puede ayudarnos a tomar mejores
decisiones y a enfrentar los desafíos de la vida con más
resiliencia. Además, la paz nos permite conectarnos con los demás de
una manera auténtica y significativa, lo cual puede mejorar nuestras
relaciones interpersonales y nuestra sensación de pertenencia.
Hay muchas formas de cultivar la paz en nuestra vida cotidiana.
Algunas personas encuentran útil practicar la meditación o el yoga,
ya que estas disciplinas fomentan la atención plena y la conexión
con el cuerpo. Otras personas prefieren hacer actividades que les
generen placer y les permitan desconectar de la rutina, como leer,
pintar o escuchar música. Lo importante es encontrar aquello que nos
haga sentir bien y nos permita conectarnos con el momento presente.
En conclusión, la forma en que vivimos el tiempo puede influir
profundamente en nuestra salud emocional. La depresión y la ansiedad
nos alejan del presente, mientras que la paz nos permite conectarnos
con él de una manera auténtica y significativa. Cultivar la paz en
nuestra vida cotidiana puede ser beneficioso para nuestra salud
mental y física, y puede ayudarnos a disfrutar de las pequeñas cosas
de la vida con más plenitud.
Relatos de la antigua galería de Pereira
Por: Rubén Darío Varela
“El borojó de la galería todavía sobrevive. La historia de las
negras de la esquina de la 14 con carrera octava que aseguran poner
a los
pereiranos como unos verdaderos ´toros’
Tomates, cilantro, plátanos, yuca, cebolla larga, bultos de café a
diestra y siniestra abundaban en la época de la famosa galería de mi
adorada `Pereira`’ en la década de los años ochenta. En mi mente aún
sobreviven aquellos recuerdos vagos de la sorprendente cantidad de
supermercados de la 17.
Recuerdo que de la mano de mi papá observábamos en la `galería de
Pereira` a aquellas mujeres poner al sol y en costales lo que
conocemos en el Eje Cafetero colombiano como el “revuelto” a la
venta.
No obstante, en aquel entonces lo que me llamaba la atención no eran
aquellas mujeres vendedoras de plátano, yuca y todo tipo de
tubérculos, es más, ni siquiera aquellas mujeres de chores negros y
blusas de tiras en su mayoría con celulitis, paradas, a veces
fumando cigarrillo y maquilladas de manera estrambótica no me
llamaban la suficiente atención.
En mi `País del tinto las mujeres que más me llamaban la atención,
eran aquellas que no necesariamente estaban maquilladas hasta la
coronilla y usaban ‘chores tan cortos que no dejaban casi nada a la
imaginación. Las mujeres que más me llamaban la atención eran unas
negras y gordas, la mayoría con dientes amarillos, labios grandes y
anchos y `tetonas`.
Eran mujeres grandes y robustas que a lo lejos se les alcanzaba a
ver un cuchillo en la mano que manejaban a ojo cerrado y con el
que aún en la mano, esquivaban la tira de chontaduros y borojó.
Recuerdo a muchos hombres de sombrero y bien envalentonados
que hacían fila al puesto de estas mujeres afro para tomar ‘borojó’,
un jugo que yo en mi inocencia creía que solo era para hombres.
En el transcurso de estos días en mi ‘País del tinto` en donde
actualmente queda
|
|
Ciudad Victoria, observé a una mujer afro vendiendo borojó en una
pequeña carreta.
De manera inmediata me remonté a la época de la galería y vi las
negras, los chontaduros, el borojó, la galería, el cilantro, la
cebolla, lo vi todo, vi la Pereira de mi `País del Tinto` de
los años 80.
Esperanzas de un mejor porvenir
Por: Ramón Elías Franco
Una buena noticia, sin duda, la dada por el DANE en torno a que el desempleo en
Colombia, después de mucho tiempo, volvió a tasas porcentuales de un dígito.
Como se recuerda, el índice de desocupación llegó a dispararse a más de 21% en
mayo de 2020, en medio de la cuarentena poblacional y la parálisis productiva
más drástica en el inicio de la crisis pandémica.
Desde entonces, comenzó una lenta pero progresiva reducción de la cantidad de
colombianos sin trabajo, esto a medida que la economía fue retomando el ritmo.
De hecho, al comienzo de 2021 el guarismo ya había bajado al 17% y tras algunos
altibajos ese año cerró con un esperanzador 11%. Sin embargo, en enero de 2022
la tasa volvió a subir a un 14,5% y desde entonces, con el correr de los meses,
fue cayendo de manera gradual pero sostenida, hasta ubicarse en septiembre en un
10,7% y ya para octubre cayó de los dos dígitos y cerró en 9,7%.
Ahora, si bien este dato llama al optimismo en materia de generación de empleo,
debe analizarse con cabeza fría. De un lado, no en pocas ocasiones en estas
páginas advertimos que había un desfase entre el ritmo de crecimiento económico
colombiano, que al cierre del año pasado marcó récord con un 10,8%, y la
lentitud con que estaba bajando la tasa de desocupación laboral.
Muchos analistas advirtieron que era necesario que ese mayor dinamismo
productivo se tradujera en una generación más amplia de empleo nuevo o de
reactivación de las plazas cerradas en medio del coletazo pandémico.
Incluso varios estudios llamaron la atención en torno a que era urgente revisar
la evolución real del mercado laboral, esto con el fin de determinar cuánto del
nuevo empleo se estaba produciendo por una mayor demanda de mano de obra
calificada y no calificada como consecuencia de la reactivación económica, y
cuánto correspondía al efecto de las medidas extraordinarias activadas por el
anterior gobierno (subsidios directos a las nóminas e incentivos a empresarios
que contrataran mujeres y jóvenes) para proteger fuentes de trabajo en medio de
la crisis sanitaria y social.
En tercer lugar, no se puede perder de vista que en el país todavía hay más de
2,4 millones de personas desempleadas, lo que sin duda impone la necesidad de
una política laboral más audaz. Ya algunos estudios han señalado que hay
variables muy puntuales que deben tenerse en cuenta a la hora de analizar el
flujo de la oferta y la demanda de empleo en Colombia.
Variables como una mayor formalización de los trabajadores venezolanos (a partir
de la implementación del Estatuto de Regularización Migratoria) y una mayor
cantidad de jóvenes que terminaron sus estudios de secundaria o suspendieron los
técnicos, tecnológicos y universitarios para ir a buscar trabajo y apoyar a sus
familias en medio de la disminución de ingresos por cuenta del impacto del covid-19.
De hecho, una de las circunstancias más preocupantes en Colombia es el alto
nivel de informalidad laboral, que ya se ubica en un alarmante 58%.
|