Pereira, Colombia - Edición: 13.060-660

Fecha: Jueves-30-03-2023

 

COLUMNISTAS

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CHARLAS CON UN MAESTRO SAMMASATI

 



Por: Gongpa Rabsel Rinpoché

Lama Sammasati para Latinoamérica

 

LA DEPRESIÓN, LA ANSIEDAD Y LA PAZ


El bienestar emocional es un tema de suma importancia en nuestra vida diaria. La forma en que nos sentimos puede influir en nuestra salud mental, en nuestras relaciones interpersonales y en nuestra calidad de vida en general. Uno de los aspectos más relevantes en este sentido es la capacidad de vivir en el presente. Es decir, de concentrarnos en el aquí y el ahora, sin distraernos con preocupaciones del pasado o del futuro.

En este artículo nos centraremos en tres estados emocionales específicos que están directamente relacionados con la forma en que vivimos el tiempo: la depresión, la ansiedad y la paz. Veremos cómo cada uno de ellos se asocia con una actitud temporal específica y cómo podemos trabajar para cultivar una mayor presencia en nuestra vida cotidiana.
 

Depresión: viviendo en el pasado.
 

La depresión es un estado emocional que se caracteriza por la tristeza, la apatía y la falta de motivación. Quienes padecen depresión suelen tener dificultades para disfrutar de las cosas que antes les resultaban placenteras y pueden sentir que su vida carece de sentido. Uno de los aspectos más relevantes de la depresión es que se asocia con una actitud temporal hacia el pasado. Las personas deprimidas suelen estar atrapadas en recuerdos dolorosos, remordimientos y arrepentimientos.

Es importante entender que el pasado no puede ser cambiado. Si bien es posible aprender de nuestras experiencias pasadas, centrarse demasiado en ellas puede impedirnos avanzar. Además, el hecho de que algo haya ocurrido en el pasado no significa que tenga que definir nuestro presente o nuestro futuro. Una forma de trabajar para superar la depresión es centrarse en el presente y en las cosas que pueden ser cambiadas. En lugar de lamentarnos por lo que ya pasó, podemos buscar maneras de mejorar nuestra vida en el momento actual.
 

Ansiedad: viviendo en el futuro.
 

La ansiedad es otro estado emocional que puede afectar profundamente nuestra vida. Quienes padecen ansiedad suelen sentirse preocupados y tensos, y pueden experimentar síntomas físicos como palpitaciones, sudores o temblores. A diferencia de la depresión, la ansiedad se asocia con una actitud temporal hacia el futuro. Las personas ansiosas tienden a preocuparse excesivamente por lo que pueda suceder, imaginando escenarios catastróficos y sintiendo que no tienen control sobre su vida.


Es importante entender que el futuro es incierto y que no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo, podemos trabajar para reducir nuestra ansiedad centrándonos en el presente. Una forma de hacerlo es practicar la atención plena, que implica prestar atención deliberada y sin juicios a las experiencias presentes. La atención plena puede ayudarnos a conectarnos con el momento actual y a aceptar las cosas que no podemos cambiar. También puede ser útil identificar las preocupaciones específicas que nos generan ansiedad y trabajar para abordarlas de manera realista y efectiva.

 

 

Paz: viviendo en el presente.
 

Por último, la paz es un estado emocional 

 

 

 

que se asocia con la tranquilidad, la armonía y la  serenidad. Quienes experimentan paz suelen sentirse conectados con el momento presente y disfrutan de las cosas simples de la vida. En contraposición a la depresión y la ansiedad, la paz se asocia con una actitud temporal hacia el presente. Las personas que se sienten en paz suelen estar concentradas en el momento actual y en las sensaciones que experimentan en su cuerpo y su mente. Esto les permite disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, como un paseo por el parque, una conversación con un amigo o un momento de tranquilidad en casa.


Cultivar la paz puede ser beneficioso para nuestra salud mental y física. La paz nos permite estar en sintonía con nuestras necesidades y sentimientos, lo cual puede ayudarnos a tomar mejores decisiones y a enfrentar los desafíos de la vida con más resiliencia. Además, la paz nos permite conectarnos con los demás de una manera auténtica y significativa, lo cual puede mejorar nuestras relaciones interpersonales y nuestra sensación de pertenencia.

Hay muchas formas de cultivar la paz en nuestra vida cotidiana. Algunas personas encuentran útil practicar la meditación o el yoga, ya que estas disciplinas fomentan la atención plena y la conexión con el cuerpo. Otras personas prefieren hacer actividades que les generen placer y les permitan desconectar de la rutina, como leer, pintar o escuchar música. Lo importante es encontrar aquello que nos haga sentir bien y nos permita conectarnos con el momento presente.

En conclusión, la forma en que vivimos el tiempo puede influir profundamente en nuestra salud emocional. La depresión y la ansiedad nos alejan del presente, mientras que la paz nos permite conectarnos con él de una manera auténtica y significativa. Cultivar la paz en nuestra vida cotidiana puede ser beneficioso para nuestra salud mental y física, y puede ayudarnos a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida con más plenitud.

 

Relatos de la antigua galería de Pereira

 

 

Por: Rubén Darío Varela


“El borojó de la galería todavía sobrevive. La historia de las negras de la esquina de la 14 con carrera octava que aseguran poner a los
pereiranos como unos verdaderos ´toros’

Tomates, cilantro, plátanos, yuca, cebolla larga, bultos de café a diestra y siniestra abundaban en la época de la famosa galería de mi adorada `Pereira`’ en la década de los años ochenta. En mi mente aún sobreviven aquellos recuerdos vagos de la sorprendente cantidad de supermercados de la 17.


Recuerdo que de la mano de mi papá observábamos en la `galería de Pereira` a aquellas mujeres poner al sol y en costales lo que conocemos en el Eje Cafetero colombiano como el “revuelto” a la venta.


No obstante, en aquel entonces lo que me llamaba la atención no eran aquellas mujeres vendedoras de plátano, yuca y todo tipo de tubérculos, es más, ni siquiera aquellas mujeres de chores negros y blusas de tiras en su mayoría con celulitis, paradas, a veces fumando cigarrillo y maquilladas de manera estrambótica no me llamaban la suficiente atención.


En mi `País del tinto las mujeres que más me llamaban la atención, eran aquellas que no necesariamente estaban maquilladas hasta la coronilla y usaban ‘chores tan cortos que no dejaban casi nada a la imaginación. Las mujeres que más me llamaban la atención eran unas negras y gordas, la mayoría con dientes amarillos, labios grandes y anchos y `tetonas`.


Eran mujeres grandes y robustas que a lo lejos se les alcanzaba a ver un cuchillo en la mano que manejaban a ojo cerrado y con el
que aún en la mano, esquivaban la tira de chontaduros y borojó.

 

Recuerdo a muchos hombres de sombrero y bien envalentonados  que hacían fila al puesto de estas mujeres afro para tomar ‘borojó’, un jugo que yo en mi inocencia creía que solo era para hombres.


En el transcurso de estos días en mi ‘País del tinto` en donde actualmente queda

 

 

 

Ciudad Victoria, observé a una mujer afro vendiendo borojó en una pequeña carreta.

 

De manera inmediata me remonté a la época de la galería y vi las negras, los chontaduros, el borojó, la galería, el cilantro, la cebolla, lo vi todo, vi la Pereira de mi  `País del Tinto` de los años 80.

 

Esperanzas de un mejor porvenir

 

 

Por: Ramón Elías Franco


Una buena noticia, sin duda, la dada por el DANE en torno a que el desempleo en Colombia, después de mucho tiempo, volvió a tasas porcentuales de un dígito. Como se recuerda, el índice de desocupación llegó a dispararse a más de 21% en mayo de 2020, en medio de la cuarentena poblacional y la parálisis productiva más drástica en el inicio de la crisis pandémica.

Desde entonces, comenzó una lenta pero progresiva reducción de la cantidad de colombianos sin trabajo, esto a medida que la economía fue retomando el ritmo. De hecho, al comienzo de 2021 el guarismo ya había bajado al 17% y tras algunos altibajos ese año cerró con un esperanzador 11%. Sin embargo, en enero de 2022 la tasa volvió a subir a un 14,5% y desde entonces, con el correr de los meses, fue cayendo de manera gradual pero sostenida, hasta ubicarse en septiembre en un 10,7% y ya para octubre cayó de los dos dígitos y cerró en 9,7%.

Ahora, si bien este dato llama al optimismo en materia de generación de empleo, debe analizarse con cabeza fría. De un lado, no en pocas ocasiones en estas páginas advertimos que había un desfase entre el ritmo de crecimiento económico colombiano, que al cierre del año pasado marcó récord con un 10,8%, y la lentitud con que estaba bajando la tasa de desocupación laboral.

Muchos analistas advirtieron que era necesario que ese mayor dinamismo productivo se tradujera en una generación más amplia de empleo nuevo o de reactivación de las plazas cerradas en medio del coletazo pandémico.

Incluso varios estudios llamaron la atención en torno a que era urgente revisar la evolución real del mercado laboral, esto con el fin de determinar cuánto del nuevo empleo se estaba produciendo por una mayor demanda de mano de obra calificada y no calificada como consecuencia de la reactivación económica, y cuánto correspondía al efecto de las medidas extraordinarias activadas por el anterior gobierno (subsidios directos a las nóminas e incentivos a empresarios que contrataran mujeres y jóvenes) para proteger fuentes de trabajo en medio de la crisis sanitaria y social.

En tercer lugar, no se puede perder de vista que en el país todavía hay más de 2,4 millones de personas desempleadas, lo que sin duda impone la necesidad de una política laboral más audaz. Ya algunos estudios han señalado que hay variables muy puntuales que deben tenerse en cuenta a la hora de analizar el flujo de la oferta y la demanda de empleo en Colombia.

Variables como una mayor formalización de los trabajadores venezolanos (a partir de la implementación del Estatuto de Regularización Migratoria) y una mayor cantidad de jóvenes que terminaron sus estudios de secundaria o suspendieron los técnicos, tecnológicos y universitarios para ir a buscar trabajo y apoyar a sus familias en medio de la disminución de ingresos por cuenta del impacto del covid-19. De hecho, una de las circunstancias más preocupantes en Colombia es el alto nivel de informalidad laboral, que ya se ubica en un alarmante 58%.

 

 

  

 

 

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