Fundado el 9 julio de 1948

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

Pereira, Colombia - Edición:13.106-686

Fecha: Sábado-15-07-2023

 

EDITORIAL

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EDITORIAL

 

Lenguaje sin órganos


Los políticos expresan, vociferan y alardean de un inagotable léxico vacío. Constantemente nos movemos entre una serie de discursos que llegan a nuestros oídos, siempre intentando mostrarse de forma clara y precisa. Pero, creer que en muchos casos las palabras transmiten lo que se “quiere decir” sería un gran engaño. En ocasiones sólo se debe a la imposibilidad del locutor, en otros al desconocimiento, es decir, manejamos un lenguaje supremamente amplio pero poco profundo.

Tenemos un cuerpo específico para cada palabra. Sabemos distinguir la palabra paz de guerra, de libertad y esclavitud, no obstante, no conocemos los significantes que recorren cada uno de estos significados, en ese desconocimiento el sentido parece perderse, cae bajo el control del sentido comun y con eso crea una extraña comprensión normalizada de cualquier concepto que se exprese, llegando al punto de ser confundida con un significado casí natural.

Sin embargo, si existe algo que sea completamente natural, de seguro no es el lenguaje, el lenguaje no se da sin más, el lenguaje en una construcción social de significantes que se logran agrupar en un significado. Más, que se haya olvidado este proceso de la creación de los significados y con ello de los conceptos, crea un total caos produciendo de tal forma un discurso que no logra distinguirse con simples graznidos de animales o cualquier tipo de contaminación auditiva, de hecho, es más clara la bocina de un auto que el discurso de un político.

El lenguaje del ser humano contemporáneo parece ser tan sólo una corporalidad, inerte, sin órganos, sin significantes, nuestros contratos orales se mueven por presuntos, nunca por exactitudes, de tal manera es cómo nuestro siglo sólo se inmiscuye más y más en una sociedad, sin lenguaje, sin palabra, puesto que nadie ha podido pensarse en los significantes, en muy pocas ocasiones nos preocupamos para que nuestras palabras sean totalmente entendidas, sólo rellenamos vacíos en el ambiente, nunca se puede pensar en la profundidad de las palabras.

De lo anterior no se nos hace extraño la facilidad con la que los políticos cambian sus discursos, propuestas y demás, después de todo se ha normalizado no entender al otro, pues para entender al otro, se supone un pensamiento crítico y antes de eso una escucha crítica, pero, a que se le puede imponer una crítica racionalista, si no hay nada que escuchar, si desde un principio el locutor no está produciendo ningún tipo de sentido que se direccione a la mente, es decir, no se puede pensar aquello que no tiene la intención de crear un fenómeno de reflexión ¿entonces, qué nos queda? Sólo nos queda exigir que las palabras de nuestros líderes o compañeros ciudadanos posean tal lenguaje, un lenguaje cargado de significantes, de profundidades, de sentidos: Claros que nos lleven a otorgarle un alma a este cuerpo que luego agrupe una serie de órganos de la comprensión. De ser esta tarea muy aburrida para nuestro quehacer día a día; sólo nos queda adentrarnos en una sociedad sin vida y llena de frustraciones, individualismos y miseria, es decir, de manipulación y engaños.

 

   

 

Los miedos a perder lo poco que se tiene

 

 

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Colombia es un territorio de más de un millón trescientos mil kilómetros cuadrados en la actualidad. Se han desplumado otro tanto más grande de lo existente por el mal manejo de la cosa pública y nadie se conduele ni se avergüenza. Hoy unos separatistas antioqueños quieren pegarle otra mordida al inerte país.

La base mental del pueblo hispano-americano-colombiano se arrastra como el chichi del pato después de perseguir a la pata y coronarla, luego aletear como si todo estuviera consumado. Así viven la gran mayoría de ciudadanos que solo piensan en rebuscarse la comida del día a día sin que exista un futuro cercano. Jamás ha existido un futuro para los colombianos excepto para pagar la deuda externa que se acumula y que cada niño nace con ella en su partida de nacimiento.

La desconfianza entre cada uno alcanza para no mirarse a los ojos cuando se hablan, porque nadie confía en el vecino ni en la familia, este fenómeno viene por décadas, crece porque quienes manejan el establecimiento son más perversos que los mismos criminales que señala el Estado, por lo menos ellos se la rebuscan para alcanzar su propio estatus y compartir sus utilidades con quienes los apoyan y los rodean, hacen que su entorno florezca y haya comida servida en la mesa.

Colombia no es pobre, son pobres quienes administran y dilapidan el esfuerzo de todos. Jamás presentan un superávit económico de lo que el pueblo les entregó para que administren y así demostrar que sí saben manejar lo que el pueblo les confió.

El miedo a perderlo todo aflora a la piel porque no hay como confiar en quien está al frente de los bienes sociales. Simplemente gobiernan creyendo que gobernar es apropiarse de la cosa pública y que nada va a pasar porque no existe condenas eternas, ni la pena de muerte por delitos contra el bien común.

Huir no es la solución, tomar las armas es un error, enfrentarse al enemigo en solitario es un suicidio, tomar la justicia por nuestras manos es un acto criminal, denunciar es gritar a las piedras para que se muevan.

Mientras la sociedad no sea autónoma y libre no podrá establecer sus manuales de manejo de sus bienes y nombrar a sus administradores fuera de la democracia, porque esta es la generadora de la corrupción y el mal manejo. Si hay democracia habrá negociación entre bandidos para repartirse el país.

El miedo es el peor enemigo de una

 

 

 

sociedad cuando se enfrenta a los administradores públicos.

 

Crónica # 685 de Gardeazábal
JUSTICIA A LA SOMBRA

 



Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:

 

https://www.spreaker.com/episode/56100428

Durante años, y desde distintos frentes nos contaron, nos hicieron ver y hasta nos convencieron que la masacre de Mapiripán ,donde murieron al menos 40 personas, dizque fue hecha por las AUC que llegaron en avión desde Urabá, contando con la complicidad del general Rito Alejo y,en especial con la gestión del General Uscátegui. A este último y a su hijo, ahora congresista, le hemos oído una y otra vez que la justicia actuó mal condenándole porque tenía como demostrar que no fue con su visto bueno.

Pero como, en alguna parte de esa estúpida guerra sin nombre que se libró en Colombia alrededor de los paramilitares, debía mostrarse y condenarse el contubernio de las fuerzas militares y las autodefensas, Mapiripán fue la bandeja servida para demostrarlo. Empero, desde el miércoles pasado toda esa verdad que nos tragamos vamos a tener que vomitarla.

Martin Sombra, el antiguo jefe guerrillero que tuvo bajo su tutela el secuestro de Ingrid y el grupo de prominentes ciudadanos ,al declarar ante la JEP afirmó sin titubear que “… están acusando a Rito Alejo del Rio por la masacre de Mapiripám, él no fue; fue una tropa mía que se llamó Marco Aurelio Buendia…nosotros acostumbrábamos hacer las embarradas y achacárselas a otros”. En mejores palabras que les tocará revisar a jueces y tribunales, y en especial al Colectivo de Abogados que llevó la causa ,los fallos que fueron proferidos y hacer verdadera justicia ante la sombra de la duda que ha sembrado Martin Sombra. Tal vez se exageraron o en el afán de buscar el chivo expiatorio ,todo lo ajustaron para señalar los que no eran.

Por supuesto vivíamos en la estúpida guerra de los paracos y como en toda guerra ,la verdad es la primera víctima.

El Porce, julio 15 del 2023

 

 

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