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ESPECIAL

 

Pereira, Colombia - Edición:13.111-691

Fecha: Jueves-27-07-2023

 

El juego, el símbolo y la fiesta en Soutine Street


 

Título: Soutine Street
creador: Samuel Bak
Fecha: 2001
Dimensiones físicas:
Óleo sobre lienzo
Tipo: pintura
Nota especial: Felipe Castro Salazar

El camino de la taza de café
 

¡Estoy de fiesta, He visto lo invisible! Me siento alegre, aunque también desafortunado al admirar lo imperceptible. El lienzo que cubría mis ojos no se ha rasgado se está quemando ante la presencia de mi única verdad, soy finito y con ello, cada momento que me compone. Estoy en el mediodía, las verdades en las que creía se diluyen al ritmo del camino de la taza de café, dirigiéndose hacia lo indeterminado, - o, mejor dicho, hacia el máximo extremo de lo indeterminado- allí en donde la razón, el orden, etc. No son más que pesas que me impiden comprender la totalidad – nada de este nuevo mundo ha estado en la razón, no le corresponde orden alguno- no tiene objeto transcendental que pueda presentar la totalidad de lo que es. El camino de la taza de café no es lineal, ni mucho menos su tiempo. Allí el tiempo es rizomatico, es decir, entrecruzado, curvado, Más no redondo. En el camino del café nunca se vuelve sobre lo mismo, nunca somos los mismos, el pasado y el futuro ya no son contrarios, ni determinados; ambas dimensiones del tiempo ahora son parte del uno, del presente, se afirman uno sobre el otro sin nunca revolverse, son Aión. En otras palabras, el camino del café es la “Soutine Street”.
 

Primer sorbo: el juego y el símbolo

 

Desde la Antártida que se ve a lo profundo de la obra, hasta la taza de café que toma 

 

 

 

forma de lámpara mostrando el inicio del camino de la obra de Samuel Bak (Soutine Street: la  calle del sur), son la representación de la lúdica (juego) bajo el cual el ser humano ha construido mundo. Dependiendo desde donde se tome la obra, ya sea desde la Antártida o desde la taza de café, la pintura adquiere dimensiones alternativas, sentidos que se entrecruzan. Dependiendo de cada dimensión la cadena de significantes produce un sentido completamente opuesto al otro. Expongamos pues las afirmaciones para que nuestra imagen mental se torne clara y distinta.

La taza de café que da inicio a la obra nos introduce a nosotros, los espectadores, a la pintura. De esta forma Samuel Bak logra incluirnos dentro de la obra, ahora nosotros somos parte de la obra, estamos inmersos en ese mundo caótico que la obra nos expresa, un mundo de fachadas desteñidas, tan sintéticas que ya no son nuestras, se han vuelto más grandes que nosotros, estamos a su sombra – las fachadas piensan por nosotros- dejando así una interioridad desgastada oculta de cualquier rayo de luz que pudiera despertarnos, o al menos eso creeríamos. Samuel Bak no nos entrega ese sufrimiento, por esto, nos introduce con una taza de café ya consumida, endulzándonos el camino, con la cuchara de servicio que ahora se vuelve nuestra luz, que representa la decisión de si quedarnos allí y mezclarnos tan fielmente con el entorno o sumirnos en ese sufrimiento de esa calle. Quedarnos en el sufrimiento, nos estregara una perspectiva vertical de la pintura.

El sentido vertical expresa la imposibilidad para avanzar, representando así el proceso fenoménico en el cual se sume el espectador. El espectador que no ha podido seguir el camino del sur, se vuelve como la parte derecha de la obra, es decir, se desdibuja a tal nivel que ya no se logra distinguir a sí mismo. La casa desteñida representa la soledad en la cual se sume el sufriente, solo inmóvil sin poder crear, sin poder reconocerse, un techo liso, no tiene perspectiva, es solo él mismo mirando su profundidad, por esto la casa está enterrada en el suelo, sin posibilidad de salir porque se le torna imposible establecer puentes con los otros, con lo público. Sus vigas al igual que la pintura están destruidas, ya no se le es posible pasar, ha negado la naturaleza del mundo, está sumido en él mismo. Estas son las implicaciones del lado derecho, es el primer momento de la decadencia que nos muestra Samuel Bak, por esto este lado está más próximo a la visión del espectador.

 

 

 

Aunque, para aquellos que logren superarlo, pero sigan con la perspectiva vertical, se encuentran con la parte izquierda.
 


La parte izquierda de la obra es la aceptación del sufrimiento. Más es una aceptación negativa, se acepta la posibilidad de las fachadas, se entrega allí y su mayor preocupación no es más que construir, cada vez más hacia arriba, crea trascendentales para no caer en el sufrimiento, cada vez más gruesos, resistentes y altos, su movimiento siempre es perverso, siempre fuera del camino que los llevaría a la comprensión de sí mismos. Están inmóviles, no ven perspectivas ven absolutos necesarios. Por otro lado, si existe una verticalidad de la obra, también se puede encontrar una longitud.

La longitud solo puede encontrarse al seguir el camino de la taza de café. La imagen que se encuentra al fondo se tornaría imposible, sino se hubiera hecho todo el recorrido, del centro a la derecha, de derecha a izquierda y cuantos modos más se nos ocurran. Cuando vemos la pintura desde el centro entendemos que toda la pintura revive la necesidad de cada una de sus partes, el símbolo se encuentra allí, cada parte nos conduce a la parte más extrema del sur, pasando por las casas desteñidas, visualizando los grandes edificios, para luego quedar en una llanura llena de neblina que nos angustia, para luego encontrarnos con lo invisible; el extremo sur. En el extremo sur es lo indecible, pero ¿qué es lo incambiable? lo propio al hombre, el ser de él, en el sentido heideggeriano, el ser de este no es lo que se nos es común a todos, pues no todos recorremos el camino de la mima forma, no todos estamos despiertos, ni nos hemos bebido la taza de café para estar alerta a todo lo que sucede, por ende, no todos tenemos la dulzura del azúcar, que nos funciona como una luz para no caer en la negatividad. Solo con la dulzura de esta luz podríamos saber que el ser no es lo absoluto de todos los hombres, ni mucho menos que cada parte es una sola cosa. En efecto, cada parte compone el ser de la obra, pero esta se mueve ¡está viva! pero este movimiento se lo damos nosotros cuando la representamos, es decir el movimiento de la obra somos nosotros, la forma desde donde la vemos es lo que le da sentido a la pintura, y este es el juego, pues si el autor de la obra no nos hubiera introducido no podríamos relacionarnos con la obra, y esta sería una obra muerta, por eso el símbolo, la taza de café, nos relaciona con la obra, nos hace vivirla y la hace vivir en nosotros.

 

 

  

 

 

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