4 rasgos exclusivos de los humanos que
resultan imposibles para la inteligencia artificial
1. La generación espontánea
Uno de los aspectos destacables que nos separa a los humanos de las
inteligencias artificiales es la generación espontánea de acciones y
de conocimiento. El impulso.
El ser humano es un espontáneo creador del todo. Una persona puede
despertar un día e imaginar una idea, una historia o un poema, un
pensamiento creativo. A partir de la historia personal, el ser
humano crea nuevo conocimiento, nuevas historias y nuevas
experiencias. No hay inteligencia artificial que genere conocimiento
o realice acciones espontáneamente.
En un artículo publicado en la revista Nature, los científicos de la
Universidad de Zaragoza Miguel Aguilera y Manuel Bedia concluyeron
que se puede llegar a una inteligencia que genere mecanismos para
adaptarse a las circunstancias. Esto podría parecerse a la acción
espontánea, pero dista de ser un acto producto de voluntad. Toda
acción realizada por una inteligencia artificial es diseñada y
programada por una persona.
2. La regla de la ética
La inteligencia artificial y las máquinas no tienen ética por sí
mismas, hay que inculcársela. Ellas sólo siguen parámetros
preestablecidos, reglas claras y precisas de lo que deben hacer.
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El ser humano dispone de un
reglamento (Constitución, leyes, religión, etc.) de lo que debe
hacer, y también tiene claro lo que no debe hacer. Pero la ética es
más que un reglamento, va más allá de una guía. La ética es, nada
más y nada menos, el discernimiento entre el bien y el mal. Es tan
importante en nuestra especie que se ha encontrado que bebés de 5
meses ya hacen juicios morales y actúan acorde con ellos.
Las que sí tienen ética son las personas que programan a las
máquinas y a las inteligencias artificiales. Una máquina no es buena
o mala. Es efectiva. Hace lo que le
ordenan y para lo que fue programada. Aunque
ciertamente se puede programar la ética. El físico José Ignacio
Latorre lo explica en su obra "Ética para máquinas". Vaticina
Latorre: "La inteligencia artificial se sentará en el Consejo de
Ministros".
Actualmente, ChatGPT está programado para no difundir contenido
sensible y no da acceso a la web profunda (deep web). Así, se puede
programar según unas ideas del ser y del deber ser.
Sin embargo, como el tiempo pasa y los parámetros éticos se
modifican, éstos deben ser corregidos para que la base normativa de
la inteligencia artificial vaya en correlación a la del ser humano.
3. La intención solo puede ser humana
Otro aspecto importante es la intención, y la intención de la acción
humana está intrínsecamente relacionada con la moralidad.
En su libro "Intención", la filósofa Elizabeth Anscombe argumenta
que la intención no puede reducirse a meros deseos o estados
psicológicos internos.
Anscombe sostiene que la intención es una característica esencial de
la acción y que está intrínsecamente relacionada con la
responsabilidad moral. Así que no se puede separar la intención de
la acción en sí misma al determinar si un acto es moralmente
correcto o incorrecto.
Elizabeth Anscombe critica las teorías éticas que se centran
únicamente en las
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consecuencias de una acción y no consideran la
intención que las anticipa.
Al carecer de ética y de moral, la inteligencia artificial carece de intención.
La intención sigue circunscrita al programador.
4. Remordimientos y problemas psicológicos
Las diferencias son claras. Las IA no tienen experiencias. No tienen historia.
No tienen psicología ni problemas psicológicos. No tienen remordimientos de sus
actos (aspecto fundamental del apartado de ética y moral). No aman ni son
amadas. No sufren ni sienten dolor. No tienen opinión propia, porque nada les es
propio.
Si ChatGPT pasa de moda y no es
consultado, su existencia es inútil. Sólo existe si al ser humano le es útil. No
tiene identidad. Su identidad es una construcción.
La IA también puede ser destructiva. Puede llevar no sólo al fin de millones de
trabajos en todo el mundo, sino también a una posición diminuta en el mundo
productivo, sin entrar en especulaciones apocalípticas de la ciencia ficción.
Al fin y al cabo, depende del mismo ser humano. Está en nuestras manos
utilizarla como una herramienta constructiva o destructiva. Pero, por si en el
futuro cercano alguien puede dudar de su naturaleza, incluyamos en su alma
sintética una trampa, un guiño que, ante la necesidad, nos recuerde que estamos
tratando con un quinto elemento, un no humano.
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