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ESPECIAL

 

Pereira, Colombia - Edición:13.158-738

Fecha: Sábado-11-11-2023

 

LA SELVA AMAZÓNICA UN MUNDO DE RIQUEZAS SIN EXPLORAR

 

Por: Iván Roberto Pulido González

 

La Amazonía es la marca que por fin se puso de moda a nivel global, porque además de pulmón del mundo, nos compromete en la imprescindible necesidad de restauración y conservación de esa gigantesca acumulación que representa el 6,4% de biomasa compartida por Colombia y ocho países más; constituida por árboles que crecen hasta alturas de 60 metros promedio, a tal densidad que en la mayoría de los casos la luz del sol apenas medio toca su parte baja superficial, pero sí alta presencia en las copas de sus árboles donde habitan gran mayoría de monos, pájaros, insectos, serpientes y anfibios entre otros.

No existe otro lugar del mundo con más alto número de especies animales y vegetales como la selva amazónica, se habla de miles de plantas incluidas las medicinales, más de 2,5 millones de insectos, 1.300 especies de aves, 430 de mamíferos, alrededor de 3.000 de peces y cientos de diferentes tipos de anfibios y reptiles.

Según versados en la materia, un árbol de 10 metros de diámetro puede emanar más de 300 litros de vapor de agua al día, para jugar crucial papel en el ciclo hidrológico, que inicia con la evaporación del agua de la superficie terrestre gracias a la energía solar, el vapor del agua humedece el aire en su ascenso, el aire humedecido se enfría, el vapor se transforma en agua ocurriendo la condensación, gotas que se juntan y forman las nubes, para luego caer por su propio peso lo que es la precipitación, proceso esencial para la vida, agricultura, producción de alimentos, alimentación de la quinta parte de los océanos y producción de energía hidráulica limpia renovable para el mundo.

La Amazonia representa el 4,9% del área continental mundial con 7,4 millones de km2, fundamental para absorber y almacenar CO2 reduciendo entre 90 y 140 mil millones de toneladas al año, contributivos a secuestrar más de lo emitido en forma de gases de efecto invernadero, en garantía del equilibrio de sostenibilidad para la supervivencia de todas las formas planetarias de vida.

No obstante encontrarse al borde del riesgo de convertirse en fuente neta de carbono, originada por la pérdida del 17% de sus bosques durante los últimos 50 años, de los cuales más de sus cuatro quintas partes convertidas en tierras agrícolas y pastizales; situación que de escalar al 20% de deforestación, podrá originar la liberación de más de 90 mil millones de toneladas de CO2 a la atmosfera, unas 2,5 veces más que las emisiones mundiales anuales de combustibles fósiles, situación que

 

 

 

transformaría los bosques a sabanas y alteración agresiva de lluvias especialmente en América del Sur.

 

La cuenca del río Amazonas también ranqueada como más grande del mundo, con 230.000 m3 promedio de agua por segundo, es la fuente que ofrece el 20% del agua dulce de la superficie terrestre mundial; porción amazónica que en Colombia significan 476.000 km2 es decir 48 millones de hectáreas, 41,8% del territorio nacional, garantía de gran parte del agua derivada por la evapotranspiración de sus bosques, con las que se abastecen las Cordilleras de nuestros Andes. En la Amazonia, se concentra la mayor cantidad de biodiversidad del planeta, con interesantes perspectivas para garantizar la soberanía y seguridad alimentaria.

 

No obstante tanta riqueza, no todo es color de rosa para la Amazonia Colombiana, sorprendiendo ante esa exuberante vegetación, sus suelos muy pobres en materia orgánica y nutrientes, debido a su delgada e inestable capa húmica, expuesta al arrastre por escorrentía, que para su nutrición las plantas absorben con sus raíces la totalidad de los elementos presentes en sus suelos, dejándolos prácticamente en ceros residuos almacenados.

Problemática que aunada a la incursión de grupos guerrilleros, paramilitares y otros criminales tras el negocio del narcotráfico, han desintegrado las comunidades indígenas, atizado por la fiebre de oro ilegal que violenta el medio ambiente y ahora la supervivencia de esas culturas ancestrales que por generaciones han actuado como custodios de uno de los ecosistemas más preciados del planeta, y permitido otras actividades de extractivismo, como el caso de especies en peligro de extinción, tala ilegal de árboles para maderas, agricultura expansiva y obtención abusiva de recursos naturales que han puesto en serio riesgo el equilibrio de todas las formas de vida, actividades generadoras de desplazamientos masivos y migración de miles de familias del campo a la ciudad, creando cordones de marginalidad y asentamientos informales marcados por la violencia y el desempleo.

He ahí la importancia que revisten las comunidades indígenas como protectores y conservadores de los bosques, lo cual subraya el compromiso que debe asumir el

 

 

 

estado, para la seguridad de esa tenencia indispensable para la gestión sostenible de la tierra.

 

En medio de tal discusión de pobreza, la calidad de vida de los habitantes de la región depende de la capacidad estatal para emprender políticas integrales que conserven y protejan los recursos naturales y su diversidad cultural, mediante regeneración de los suelos en base al reciclaje y reproducción masiva de más de 156 tipos de hongos formadores de micorrizas que se encuentran ampliamente distribuidos en el suelo amazónico, que corresponden al 49% de la diversidad mundial, para potenciar desarrollos de descarbonización, restauración de la biodiversidad y movilización del fósforo y otros nutrientes del suelo.

 

Asimismo, aprovechar el gran potencial de la agricultura sostenible en la región con fertilizantes orgánicos; para resolución de conflictos ambientales de la amazonia, que aporten a la restauración de sus ecosistemas.

Aplicación de ciencia y tecnología que exige un desarrollo armónico y equilibrado, que beneficie en todas las dimensiones a los seres humanos, que por fin comprenda el literal suicidio causado por el uso de tóxicos químicos, racionalizando en la salud de la tierra como principio básico para la agricultura sostenible.

Mientras la biotecnología nos muestra la posibilidad de obtener productos ambientales mediante la biodiversidad, la bioética nos rige en lo deseable ambientalmente para un mundo mejor sin hambre. La naturaleza y su infinita diversidad no es herencia de nuestros padres, es un préstamo de nuestros hijos, ¿cómo pensamos devolvérsela?

El solo hecho de no educar y advertir a los productores agrarios sobre los peligros derivados por el uso indiscriminado de tecnologías que afecten los campos, así mismo de las ventajas que ofrece la biotecnología como reparadora vital de los ecosistemas, advertencias mitigantes de la extinción humana, que al no ser transferidas a tiempo indiscutiblemente inducirán a nuestro más injusto error con las nuevas generaciones.

“Nuestro futuro depende del acatamiento de las leyes naturales del creador”.

 

 

 

  

 

 

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