Discurso de Milei se vuelve texto
académico de consulta global
El derechista presidente argentino Javier Milei pronunció en el foro
de Davos un discurso económico de alto impacto que fue elegido por
diferentes personalidades a nivel mundial, entre ellos Elon Musk,
empresario dueño de la red social X y Telsa.
El derechista presidente argentino Javier Milei pronunció en el foro
de Davos un discurso económico de alto impacto que fue elegido por
diferentes personalidades a nivel mundial, entre ellos Elon Musk,
empresario dueño de la red social X y Telsa. A continuación, el
discurso completo:
Buenas tardes, muchas gracias: hoy estoy acá para decirles que
Occidente está en peligro, está en peligro porque aquellos, que
supuestamente deben defender los valores de Occidente, se encuentran
cooptados por una visión del mundo que – inexorablemente – conduce
al socialismo, en consecuencia, a la pobreza.
Lamentablemente en las últimas décadas, motivados por algunos deseos
bien pensantes de querer ayudar al prójimo y otros por el deseo de
querer pertenecer a una casta privilegiada, los principales líderes
del mundo occidental han abandonado el modelo de la libertad, por
distintas versiones, de lo que llamamos colectivismo.
Nosotros estamos, acá, para decirles que los experimentos
colectivistas nunca son la solución a los problemas, que aquejan a
los ciudadanos del mundo, sino que – por el contrario – son su
causa. Créanme, nadie mejor que nosotros los argentinos para dar
testimonios de estas dos cuestiones.
Cuando adoptamos el modelo de la libertad – allá por el año 1860 –
en 35 años nos convertimos en la primera potencia mundial, mientras
que cuando abrazamos el colectivismo, a lo largo de los últimos 100
años, vimos como nuestros ciudadanos comenzaron a empobrecerse
sistemáticamente, hasta caer en el puesto número 140 del mundo. Pero
antes de poder dar esta discusión será importante, que – primero –
viéramos los datos que sustentan por qué no sólo el capitalismo de
libre empresa no sólo es un sistema posible para terminar con la
pobreza, del mundo, sino que es el único sistema – moralmente
deseable – para lograrlo.
Si consideramos la historia del progreso económico podemos ver cómo
desde el año cero hasta el año 1800, aproximadamente, el PBI per
cápita del mundo, prácticamente, se mantuvo constante durante todo
el período de referencia. Si uno mira un gráfico de la evolución del
crecimiento económico, a lo largo de la historia de la humanidad,
uno estaría viendo un gráfico con la forma de un palo de hockey, una
función exponencial, que se mantuvo constante, durante el 90 por
ciento del tiempo, y se dispara exponencialmente a partir del siglo
XIX. La única excepción a esta historia de estancamiento se dio a
finales del siglo XV, con el descubrimiento de América. Pero
salvando esta excepción, a lo largo de todo el período, entre el año
cero y el año 1800, el PBI per cápita, a nivel global, se mantuvo
estancado.
Ahora bien, no sólo que el capitalismo generó una explosión de
riqueza, desde el momento que se adoptó como sistema económico, sino
que si uno analiza los datos lo que se observa es que el crecimiento
se viene acelerando, a lo largo de todo el período.
Durante todo el período – comprendido entre el año cero y el 1800 –
la tasa de crecimiento del PBI per cápita se mantuvo estable en
torno al 0,02 por ciento, anual. Es decir, prácticamente sin
crecimiento; a partir del siglo XIX con la Revolución Industrial la
tasa de crecimiento pasa al 0,66 por ciento. A ese ritmo para
duplicar el PBI per cápita se necesitaría crecer, durante 107 años.
Ahora bien, si observamos el período entre 1900 y 1950, la tasa de
crecimiento se acelera al 1,66 por ciento, anual. Ya no necesitamos
107 años para duplicar el PBI per cápita, sino 66. Y si tomamos el
período – comprendido entre 1950 y el año 2000 – vemos que la tasa
de crecimiento fue de 2,1 por ciento, anual, lo que derivaría en que
sólo 33 años podríamos duplicar el PBI per cápita del mundo. Esta
tendencia lejos de detenerse se mantiene viva, aún hoy. Si tomamos
el período, entre el año 2000 y el 2023, la tasa de crecimiento
volvió a acelerar el 3 por ciento, anual, lo que implica que
podríamos duplicar nuestro PBI per cápita, en el mundo en tan sólo
23 años.
Ahora bien, cuando se estudia el PBI per cápita, desde el año 1800
al día de hoy, lo que se observa es que, luego de la Revolución
Industrial, el PBI per cápita mundial, se multiplicó por más de 15
veces, generando una explosión de riqueza que sacó de la pobreza al
90 por ciento de la población mundial.
No debemos olvidar nunca, que – para el año 1800 – cerca del 95 por
ciento, de la población mundial, vivía en la pobreza más extrema;
mientras que ese número cayó al 5 por ciento para el año 2020,
previo a la pandemia.
La conclusión es obvia: lejos de ser la causa de nuestros problemas,
el capitalismo de libre empresa, como sistema económico, es la única
herramienta que tenemos para terminar con el hambre, la pobreza y la
indigencia, a lo largo y a lo ancho de todo el planeta. La evidencia
empírica es incuestionable.
Por eso, como no cabe duda de que el capitalismo de libre mercado es
superior – en términos productivos – la doxa de izquierda ha atacado
al capitalismo por sus cuestiones de moralidad, por ser – según
ellos - dicen sus detractores, que es injusto.
Dicen que el capitalismo es malo porque es individualista y que el
colectivismo es bueno porque es altruista, con la ajena. En
consecuencia, bregan por la justicia social, pero este concepto que
– desde el Primer Mundo – se ha puesto de moda, en la última época,
en mi país es una constante del discurso político, desde hace más de
80 años. El problema es que la justicia social no es justa, sino que
tampoco aporta al bienestar general; muy por el contrario, es una
idea intrínsecamente injusta porque es violenta; es injusta porque
el Estado se financia, a través de impuestos y los impuestos se
cobran de manera coactiva. ¿Acaso alguno de nosotros puede decir que
pagan los impuestos de manera voluntaria? Lo cual significa que el
Estado se financia, a través de la coacción y a mayor carga
impositiva mayor es la coacción, menor es la libertad.
Quienes promueven la justicia social parten de la idea de que el
conjunto de la economía es una torta que se puede repartir de una
manera distinta, pero esa torta no está dada, es riqueza que se va
generando, en lo que – por ejemplo – Israel Kirzner llama un proceso
de descubrimiento de mercado. Si el bien o servicio que ofrece una
empresa no es deseado, esa empresa quiebra a menos que se adecúe a
lo que el mercado le está demandando. Si genera un producto de buena
calidad a un buen precio, atractivo, le va a ir bien y va a producir
más.
De modo que el mercado
es un proceso de descubrimiento, en el cual el capitalista
encuentra sobre la marcha el
rumbo correcto, pero si el Estado castiga al
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capitalista
por tener éxito y lo bloquea en este proceso de descubrimiento destruye sus
incentivos y las consecuencias de eso es que va a producir menos y la torta será
más chica, generando perjuicio para el conjunto de la sociedad.
El colectivismo - al inhibir estos procesos de descubrimiento y al dificultar la
apropiación de lo descubierto - ata al emprendedor de las manos y le
imposibilita producir mejores bienes y ofrecer mejores servicios a un mejor
precio. Cómo puede ser, entonces, que, desde la academia, los organismos
internacionales, la política y la teoría económica se demonice un sistema
económico que no sólo ha sacado de la pobreza más extrema, al 90 por ciento de
la población mundial y lo hace, cada vez más rápido, sino que además es justo y
moralmente superior.
Gracias al capitalismo de libre empresa, hoy, el mundo se encuentra en su mejor
momento. No hubo nunca, en toda la historia de la humanidad, un momento de mayor
prosperidad que el que vivimos hoy. El mundo, de hoy, es más libre, más rico,
más pacífico y más próspero, que cualquier otro momento de nuestra historia.
Esto es cierto para todos, pero en particular para aquellos países que son
libres, donde respetan la libertad económica y los derechos de propiedad de los
individuos. Porque aquellos países, que son libres son 12 veces más ricos que
los reprimidos. El decil más bajo de la distribución de los países libres, vive
mejor que el 90 por ciento de la población de los países reprimidos, tiene 25
veces menos cantidad de pobres, en el formato estándar y 50 veces menos en el
formato extremo. Y por si eso fuera poco, los ciudadanos de los países libres
viven un 25 por ciento más que los ciudadanos de los países reprimidos.
Ahora bien, para entender qué venimos a defender es importante definir de qué
hablamos nosotros cuando hablamos de libertarismo. Para definirlo retomo las
palabras del máximo prócer de las ideas de la libertad, de Argentina, el
profesor Alberto Benegas Lynch (h) que dice: “el libertarismo es el respeto
irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no
agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad,
cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres
de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la
cooperación social”.
Dicho de otro modo, el capitalista es un benefactor social que, lejos de
apropiarse de la riqueza ajena, contribuye al bienestar general. En definitiva,
un empresario exitoso es un héroe.
Este es el modelo que nosotros estamos proponiendo para la argentina del futuro.
Un modelo basado en los principios fundamentales del libertarismo: la defensa de
la vida, de la libertad y de la propiedad.
Ahora bien, si el capitalismo de libre empresa y la libertad económica han sido
herramientas extraordinarias para terminar con la pobreza en el mundo; y nos
encontramos hoy en el mejor momento de la historia de la humanidad, ¿por qué
digo entonces que occidente está en peligro?
Digo que occidente está en peligro justamente porque en aquellos países que
debiéramos defender los valores del libre mercado, la propiedad privada, y las
demás instituciones del libertarismo, sectores del establishment político y
económico, algunos por errores en su marco teórico y otros por ambición de
poder, están socavando los fundamentos del libertarismo, abriéndole las puertas
al socialismo y condenándonos potencialmente a la pobreza, a la miseria y al
estancamiento.
Porque nunca debe olvidarse que el
socialismo es siempre y en todo lugar un fenómeno empobrecedor que fracasó en
todos los países que se intentó. Fue un fracaso en lo económico. Fue un fracaso
en lo social. Fue un fracaso en lo cultural. Y además asesinó a más de 100
millones de seres humanos.
El problema esencial de occidente hoy es que no sólo debemos enfrentarnos a
quienes, aun luego de la caída del muro y la evidencia empírica abrumadora,
siguen bregando por el socialismo empobrecedor; sino también a nuestros propios
líderes, pensadores y académicos que, amparados en un marco teórico equivocado,
socavan los fundamentos del sistema que nos ha dado la mayor expansión de
riqueza y prosperidad de nuestra historia.
El marco teórico al que me refiero es el de la teoría económica neoclásica, que
diseña un instrumental que, sin quererlo, termina siendo funcional a la
intromisión del estado, el socialismo, y la degradación de la sociedad. El
problema de los neoclásicos es que como el modelo del que se enamoraron no mapea
contra la realidad, atribuyen el error a supuestos fallos del mercado en vez de
revisar las premisas de su modelo.
So pretexto de un supuesto fallo de mercado se introducen regulaciones que lo
único que generan es distorsiones en el sistema de precios, que impiden el
cálculo económico, y en consecuencia el ahorro, la inversión y el crecimiento.
Este problema radica esencialmente en que ni siquiera los economistas
supuestamente libertarios comprenden qué es el mercado, ya que si se
comprendiera se vería rápidamente que es imposible que exista algo así como
fallos del mercado.
El mercado
no es una curva de oferta y demanda en un gráfico. El mercado es un mecanismo de
cooperación social donde se intercambian voluntariamente. Por lo tanto, dada esa
definición, el fallo del mercado es un oxímoron. No existe fallo de mercado.
Si las transacciones son voluntarias, el único contexto en el que puede haber un
fallo de mercado es si hay coacción. Y el único con la capacidad de coaccionar
de manera generalizada es el estado que tiene el monopolio de la violencia. En
consecuencia, si alguien considera que hay un fallo de mercado, les recomendaría
que revisen si hay intervención estatal en el medio. Y si encuentran que no hay
intervención estatal en el medio, les sugiero que hagan de nuevo el análisis
porque definitivamente está mal. Los fallos de mercado no existen.
Un ejemplo de los supuestos fallos del mercado que describen los neoclásicos son
las estructuras concentradas de la economía. Sin embargo, sin funciones que
presenten rendimiento creciente a escala, cuya contrapartida son las estructuras
concentradas de la economía no podríamos explicar el crecimiento económico desde
el año 1800 hasta hoy.
Fíjense que interesante. Desde el año 1800 en adelante con la población
multiplicándose más de 8 o 9 veces, el producto per cápita creció más de 15
veces. Existen rendimientos crecientes, eso llevó la pobreza extrema del 95% al
5%. Sin embargo, esa presencia de rendimientos crecientes implica estructuras
concentradas, lo que se llamaría un monopolio.
¿Cómo puede
ser que algo que haya generado tanto bienestar para la teórica neoclásica eso es
un fallo de mercado? Economistas neoclásicos salgan de la caja. Cuando el modelo
falla, no hay que enojarse con la realidad hay que enojarse con el modelo y
cambiarlo.
El dilema que enfrenta el modelo neo-clásico es que dicen querer perfeccionar el
funcionamiento del mercado atacando lo que ellos consideran fallos, pero al
hacerlo no sólo le abren las puertas al socialismo, sino que atentan contra el
crecimiento económico.
Ejemplo, regular monopolios, destruirle las ganancias, y destrozar los
rendimientos crecientes automáticamente destruiría el
crecimiento económico.
Dicho de otro modo, cada vez que ustedes
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quieran
hacer una corrección de un supuesto fallo de mercado, inexorablemente, por
desconocer lo que es el mercado o por haberse enamorado de un modelo fallido, le
están abriendo las puertas al socialismo y están condenando a la gente a la
pobreza.
Sin embargo, frente a la demostración teórica de que la
intervención del estado es perjudicial, y la evidencia empírica de que fracasó -
porque no podía ser de otra manera- la solución que propondrán los colectivistas
no es mayor libertad, sino que es mayor regulación, generando una espiral
descendiente de regulaciones hasta que todos seamos más pobres, y la vida de
todos nosotros dependa de un burócrata sentado en una oficina de lujo.
Dado el estrepitoso fracaso de los modelos colectivistas y los innegables
avances del mundo libre, los socialistas se vieron forzados a cambiar su agenda.
Dejaron atrás la lucha de clases basada en el sistema económico para
reemplazarla por otros supuestos conflictos sociales igual de nocivos para la
vida en comunidad y para el crecimiento económico.
La primera de estas nuevas batallas fue la pelea ridícula y anti natural entre
el hombre y la mujer.
El libertarismo ya establece la igualdad entre los sexos. La piedra fundacional
de nuestro credo dice que todos los hombres somos creados iguales, que todos
tenemos los mismos derechos inalienables otorgados por el creador, entre los que
se encuentran la vida, la libertad y la propiedad.
En lo único que devino esta agenda del feminismo radical es en mayor
intervención del estado para entorpecer el proceso económico, darles trabajo a
burócratas que no le aportan nada a la sociedad, sea en formato de ministerios
de la mujer u organismos internacionales dedicados a promover esta agenda.
Otro de los conflictos que los socialistas plantean es el del hombre contra la
naturaleza. Sostienen que los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser
protegido a toda costa, incluso llegando a abogar por mecanismos de control
poblacional o en la agenda sangrienta del aborto.
Lamentablemente, estas ideas nocivas han impregnado fuertemente en nuestra
sociedad. Los neo-marxistas han sabido cooptar el sentido común de occidente.
Lograron esto gracias a la apropiación de los medios de comunicación, de la
cultura, de las universidades, y sí, también de los organismos internacionales.
Por suerte, somos cada vez más los que nos atrevemos a levantar la voz. Porque
vemos que, si no combatimos frontalmente estas ideas, el único destino posible
es que cada vez vamos a tener más estado, más regulación, más socialismo, más
pobreza, menos libertad, y, en consecuencia, peor nivel de vida.
Occidente, lamentablemente, ya comenzó a transitar este camino. Sé que a muchos
les puede sonar ridículo plantear que occidente se ha volcado al socialismo.
Pero sólo es ridículo en la medida que uno se restringe a la definición
económica tradicional del socialismo, que establece que es un sistema económico
donde el estado es el dueño de los medios de producción.
Esta definición debiera ser, para nosotros, actualizada a las circunstancias
presentes. Hoy los estados no necesitan controlar directamente los medios de
producción para controlar cada aspecto de la vida de los individuos.
Con herramientas como la emisión monetaria, el endeudamiento, los subsidios, el
control de la tasa de interés, los controles de precios y las regulaciones para
corregir los supuestos “fallos de mercado”, pueden controlar los destinos de
millones de seres humanos.
Así es como llegamos al punto en el que, con distintos nombres o formas, buena
parte de las ofertas políticas generalmente aceptadas en la mayoría de los
países de occidente son variantes colectivistas.
Ya sea que se declamen abiertamente comunistas, o socialistas, socialdemócratas,
demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o
globalistas.
En el fondo no hay diferencias sustantivas: todas sostienen que el estado debe
dirigir todos los aspectos de la vida de los individuos. Todas defienden un
modelo contrario al que llevó a la humanidad al progreso más espectacular de su
historia.
Nosotros venimos hoy aquí a invitar a los demás países de occidente a que
retomemos el camino de la prosperidad. La libertad económica, el gobierno
limitado y el respeto irrestricto de la propiedad privada son elementos
esenciales para el crecimiento económico.
Este fenómeno de empobrecimiento que produce el colectivismo no es una fantasía.
Ni tampoco fatalismo. Es una realidad que los argentinos conocemos muy bien.
Porque ya lo vivimos. Ya pasamos por esto. Porque como dije antes, desde que
decidimos abandonar el modelo de la libertad que nos había hecho ricos, estamos
atrapados en una espiral descendente en donde cada día somos más pobres.
Ya lo vivimos nosotros. Y estamos acá para alertarlos acerca de lo que puede
pasar si los países de occidente que se hicieron ricos con el modelo de la
libertad, continúan por este camino de servidumbre.
El caso argentino es la demostración empírica de que no importa cuán rico seas,
cuantos recursos naturales tengas, no importa cuán capacitada esté la población,
ni cuan educada sea, ni cuantos lingotes de oro haya en las arcas del banco
central.
Si se adoptan medidas que entorpecen el libre funcionamiento de los mercados, la
libre competencia, los sistemas de precios libres, si se entorpece el comercio,
si se atenta contra la propiedad privada, el único destino posible es la
pobreza.
Para finalizar, quiero dejarles un mensaje a todos los empresarios aquí
presentes y a los que nos están mirando desde todos los rincones del planeta.
No se dejen amedrentar ni por la casta política ni por los parásitos que viven
del estado. No se entreguen a una clase política que lo único que quiere es
perpetuarse en el poder y mantener sus privilegios.
Ustedes son benefactores sociales. Ustedes son héroes. Ustedes son los creadores
del periodo de prosperidad más extraordinario que jamás hayamos vivido. Que
nadie les diga que su ambición es inmoral. Si ustedes ganan dinero es porque
ofrecen un mejor producto a un mejor precio, contribuyendo de esa manera al
bienestar general.
No cedan al avance del estado. El estado no es la solución. El estado es el
problema mismo.
Ustedes son los verdaderos protagonistas de esta historia, y sepan que, a partir
de hoy, cuentan con un aliado inclaudicable en la republica argentina.
Muchas gracias y Viva la libertad carajo.
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