Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.216-796

Fecha: Domingo 25-02-2024

 

EDITORIAL

 

Los acuerdos como condición natural


La palabra resulta ser engañosa en su propia naturaleza. Todas las palabras que nuestra voz logra producir, siempre llevan consigo un enigma, enigma que ataca ferozmente toda respuesta, para organizar de esta manera la forma aristotélica del animal político, es decir, lo que nos distingue del resto de seres humanos es la posibilidad de generar acuerdos a partir de la discordia que se genera en el lenguaje. Es decir, la necesidad de generar acuerdos hace parte del ser humano por naturaleza, no es una elección sino una obligación natural, esto, a partir de la concepción sobre lo limitado que resulta ser la vida del ser humano.

En efecto, antes de la revolución industrial y durante la misma por muchísimos más años, lo seres humanos teníamos una tasa de mortalidad bastante alta, morir a los cuarenta o cincuenta era totalmente normal dadas las condiciones en la que se vivía en estos tiempos, en este orden de ideas, la necesidad de tomar decisiones rápidas, llegar a acuerdos de forma clara y precisa era totalmente fundamental para poder vivir.

Cuando se comenzaron a llegar a acuerdos, justos o no tan justos, las vida comenzó a vibrar de otras maneras, el ser humano, pudo por primera vez darse cuenta de lo errados que estuvieron los acuerdos pasados, esto porque ya no se trataba de sobrevivir sino de vivir mejor, y con ello los acuerdos que no se direccionan hacia ese propósito fueron cayendo, comenzaron a percibirse de forma irracional, naciendo así la posibilidad de decidir entre una o más posibilidades, después de todo las coyunturas dejaron de aparecer siempre en el límite. Sin embargo, esta constante de posibilidad de pensarlo todo con tiempo parece haberse vuelto el germen de la actualidad, ahora lo llaman burocracia. La regulación organizada y racional, parece haberse separado del mundo sobre el cual toma decisiones, en la actualidad discuten durante meses sobre posiciones que necesitan respuestas directas, esto porque al separarse del mundo no logran comprender que mientras ellos piensan la mejor opción cierta población que necesita soluciones se hunden en sus problemas, sólo dando respuesta cuando esta misma resulta de anticuada para el nivel que el problema se ha vuelto.

En este orden, los acuerdos que son intrínsecos a nuestra naturaleza pasan de ser una condición de esencia, para volverse una imposición, negando así nuestras habilidades naturales. Entonces cuando la burocracia se toma el poder de llevar a cabo acuerdos, el sujeto de la cotidianidad parece caer en un ensueño, siempre esperando órdenes de aquellos que toman decisiones, aun cuando estas no den solución a los problemas, entonces el lenguaje deja de crear la necesidad de acuerdo, sino que comienza a ocultar y a reproducir palabras de acuerdos de otros, generando así que el pensamiento crítico entre en un estado de somnolencia dejando de producir incógnitas, y así volviendo al ser humano en una máquina inerte.

 

 

 

El derecho al trabajo o la agonía de vivir en la sombra

 

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Trabajar no es una obligación de nadie, pero es el quehacer de los seres humanos para sobrevivir en sociedad. Este deber se vuelve imperativo porque no somos una sociedad primitiva que cada uno labora en su entorno y se mantiene a flote con lo que hay a su alcance.

Con el nacimiento de los imperios quienes están a la cabeza de ellos crean una red de súbditos para que le sirvan y vivan en su entorno. Así nace la primera casa y su jefe hace más de 30 mil años.

El ser humano es igual como individuo en su conjunto pero no todos tienen las mismas capacidades e intelecto y esto hace esa variedad de personalidades y quehaceres en una sociedad actual.

En el pasado no se podían mezclar todos en un mismo sitio por esa diferencia de condiciones de intelecto y conocimiento. Hoy por el avance genético y tecnológico estamos casi todos mezclados en la misma aldea de ciudadanos.

El emprendimiento de cada uno nos obliga a saber elegir nuestro rol y ubicación en la sociedad de hoy y esto hace que el trabajo no sea igual que hace cien o más años en la historia. Pero quienes manejan la cosa pública en ciertas sociedades desconocen el manejo de esos códigos que regulan la labor de los trabajadores.

En la actualidad no hay un orden equitativo que permita mantener el balance y permita a cada uno poder tener la seguridad social que debería existir en una sociedad evolucionada. Las leyes o estatutos laborales están lejos de balancear las tres partes a que corresponde el equilibrio del acuerdo entre las partes.

Las leyes laborales están politizadas y los intereses de los trabajadores no concuerdan con lo que deberían ser las leyes que amparen por iguales partes a los que firman el contrato. Y cada uno jala hasta donde más estire el caucho. Y esto hace que siempre exista un conflicto entre las partes.

El sistema laboral colombiano hay que rehacerlo de principio a fin y ubicarlo en tiempo presente para que el establecimiento asuma la responsabilidad que le corresponde y le dé a ambas partes las obligaciones que le corresponden independiente el uno del otro y se logre alcanzar el beneficio que se espera a la hora del retiro.

La situación que se vive en Colombia por el Código del Trabajo es penosa para los trabajadores y el sistema laboral. Es casi imposible celebrar contratos a término definido o indefinido por todas esas arandelas que lleva de obligaciones para el empresario y que no le permite crecer sanamente, porque el establecimiento evade responsabilidades que le corresponde y se las deja al contratista.

¿Qué sociedad puede prosperar bajo esas condiciones?

 

Esto genera todo tipo de evasión de obligaciones y contrato de prestación  de servicios dejando al trabajador a la intemperie y obligándolo a convertirse en microempresario para poder subsistir.
 

 

 

En la actualidad hay millones de personas trabajando bajo su propia responsabilidad y sin ningún beneficio a futuro. La corrupción navega por estas aguas eludiendo compromisos que ha creado al estado y que al final hacen más daños en términos generales.

 

QUÉ LEE GARDEAZABAL
Reseña de Brisas del Atardecer de Gustavo Páez Escobar
editada por La Serpiente Emplumada.

 


Gustavo Alvarez Gardeazábal

Audio:

https://www.spreaker.com/episode/que-lee-gardeazabal-brisas-del-atardecer-de-gustavo-paez-escobar-24-02-2024--58802655

Antes de estudiar Letras en la Universidad del Valle aprendí a leer cuentos, muy tradicionales y decimonónicos por cierto, en los libros de Adel López Gómez y Euclides Jaramillo Arango, escritores del antiguo Caldas.

El hada madrina de mis primigenios pasos literarios, Otto Morales Benítez, me enganchó personalmente con este par de autores y mantuve, con los dos hasta sus muertes, más de una conversación o un variado cruce de cartas mientras aprendía más de la naturaleza del cuento y lo comparaba con los fundamentos constructivos que identificaba en Cortázar y en todos los cuentistas universales que me devoré.

Esos mismos elementos identificatorios del buen cuento lo ha tenido espaciadamente a lo largo de su vida Gustavo Páez Escobar a quien conocí personalmente en casa de Euclides en Armenia, cuando Páez ejercía su profesión de banquero en el Quindío.

Desde entonces he seguido sus pasos y fui lector de sus escarceos literarios, sus cuentos y su columna semanal en El Espectador, que mantuvo hasta cuando cumplió los 80 años.

Jubilado en la tranquilidad del deber cumplido, ha editado ahora este libro donde reúne cuentos de distintos momentos de su vida, encabezados por ese cuento maestro del Sapo Burlón, a quien acolitan otros de tan excelsa calidad como Humo y la Copa Rota.

Casi todos los relatos que incluye en esta antología son hechos en el perfeccionismo del lenguaje tradicional, con la mesura delicada para dosificar la tensión, ajustar la verosimilitud y verter personajes apoyándose en la descripción física y la metáfora eficaz.

Leerlo entonces resulta revivir una Colombia que ya pasó, en donde el humor era decente, la sociedad no la había descarriado la traquetería y el futuro se miraba con alegría y no con el pesimismo de hoy.

Para muchos de mi generación será un placer reencontrarse con el cuento clásico de nuestros paisajes campesinos. Para mi una oportunidad de añorar todo lo que Gustavo Páez y yo y muchos alumnos de las escuelas campesinas del país andino aprendimos de la sabia pluma de Euclides Jaramillo Arango, sus plataneritos y sus juegos infantiles.

El porce, febrero 25 del 2024

 

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
Laurie Agront

Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
María  Molina

 

Soporte Tecnológico
Aurooj Ali Khan

Nadeem Khan

Jawaad Malik

 

Colaboradores

Jotamario Arbeláez
Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

 
Edgar Cabezas

Gongpa Rabsel Rinpoché

Guillermo Navarrete Hernández
Iván Pulido

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