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Pereira, Colombia - Edición:13.217-797 Fecha: Martes-27-02-2024 |
COLUMNISTA |
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Amigos, no se mueran
Por: Jotamario Arbeláez
Perder a los
padres, a los hijos, abuelos, tíos, sobrinos, a la pareja, es
doloroso y es parte de los golpes que nos depara la vida como
compensación por el don de habérnoslos entregado. Y tanto como ello
es la pérdida de los amigos, esa otra parte de uno que lo mantuvo
con vida. Respecto de la vida, son tan importantes los amigos como
esas puntillas que impiden que se despeguen las suelas de los
zapatos. En ellos uno se apuntala. Y por muy solitario que se sea
como el llanero, necesita del amigo en todos los trotes. Ahora, con
la llegada al buen o mal puerto de la vejez, se van yendo más rápido
los amigos que antes, cuando se toteaban en accidentes geográficos o
de enfermedades personalizadas –no endémicas, la endemia éramos
nosotros a los que la muerta va vacunando.
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uno ya es menos uno.
- No debes pensar
tanto en la muerte y escribir sobre ella, así sea con tus sátiras
satiriásicas, porque se puede sentir tentada a acercarte a leerte, y
hasta besarte -me dijo el Ángel de la guarda que de vez en cuando se
me hace visible y tangible en las medianoches de vigilia en La
Montaña Mágica. Pero yo no le hago caso para que me siga visitando
de vez en cuando a recriminar mi desobediencia. El único argumento
que en cierta forma me acepta es que no puedo dejar ir a los amigos
sin despedirlos, como vengo haciendo desde que perdí al primero de
los cercanos, al profeta Gonzalo Arango, a quien sigo llorando cada
vez que me siento al frente de su máquina de escribir a extraerle un
poema, porque el procesador lo utilizo sólo para la prosa.
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asesora en esto de los titulares. Y me dice: -Ponle mejor “Bienvenidos los que se van”. Así serás a la vez quien los despide y quien los recibe.
- Aceptado. Ese
será el título. Me quedan en la tierra Eduardo Escobar, Armando
Romero, Pablus Gallinazo, Patricia Ariza, Dina Merlini, Dukardo
Hinestrosa, Pedro Alcántara, Pedro Blas y mi hermano Jan Arb. No
tengo noticias ciertas de Eduardo Zalamea y de Malmgren Restrepo.
Con todos, con los idos y con las quedos, he tejido parte de la
existencia que nos fue dada, solidarios en las propuestas de una
nueva belleza con las artes y la palabra y en defensa de la dignidad
humana tan secularmente sojuzgada. Como Pablo Neruda le escribiera a
una amiga, yo les diría a los míos: Amigos, no se mueran. Los
necesito.
Y con estas palabras el hermoso ángel que me visita a devolverme a los sueños desaparece por la ventana que de La Montaña Mágica da a la Montaña Sagrada, a Iguaque. Me asomo a ver si los perros Dina y Monje duermen en sus perreras a pierna suelta. Llego al dormitorio donde mi mujer debe estar soñando a la vez con sus ángeles. Doy gracias al Cielo por los amigos que de él me llovieron.
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