Pereira, Colombia - Edición: 13.233-813

Fecha: Jueves 28-03-2024

 

 TECNOLOGÍA

 

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La próxima generación de medicamentos contra el cáncer se fabricará en el espacio




La inmunoterapia es uno de los nuevos métodos más prometedores para luchar contra el cáncer, pero tarda una eternidad. Funciona imitando o recurriendo a las defensas inmunitarias del propio organismo para que elimine y ataque a las células cancerosas. Pero los medicamentos que lo hacen suelen administrarse por vía intravenosa, es decir, se introducen en la sangre mediante agujas, en un proceso largo e invasivo. Los pacientes pasan horas en el hospital mientras se les suministran las infusiones por goteo en las venas.

Sería mucho más sencillo y menos doloroso si los fármacos se administraran bajo la piel desde la comodidad del hogar del paciente. Pero eso requeriría concentraciones mucho mayores de los medicamentos, lo que daría lugar a una fórmula espesa demasiado viscosa para inyectarse.

Existe una respuesta: si en lugar de ello cristalizas las proteínas del fármaco, obtendrás una concentración elevada en un volumen menor, y una solución de estos diminutos cristales sin toda la viscosidad. El único problema es que es casi imposible realizar esto en la Tierra. Si lo intentas, los cristales resultantes presentan muchas imperfecciones y una variedad aleatoria de tamaños. En el espacio, sin embargo, sin la interferencia de la atracción gravitatoria del planeta, las proteínas cristalizadas salen perfectamente.

Tratar el cáncer en el espacio exterior

Ahí es donde entra BioOrbit. Katie King, su fundadora, es doctora en nanomedicina por la Universidad de Cambridge, pero siempre ha estado obsesionada con el espacio. Durante sus estudios, se sintió cada vez más frustrada por el cinismo de sus amigos ante la “bezosificación” del espacio exterior, ya que empresas como Blue Origin y SpaceX lo comercializaban y lo convertían en un patio de recreo para multimillonarios. “Siempre he
 

 

 

creído que el espacio debe utilizarse para ayudar a los habitantes de la Tierra”, resalta King.



Tras acabar sus estudios en Cambridge, King empezó a buscar un trabajo de científica en la industria espacial, decidida a demostrar que sus amigos se equivocaban. Pero no pudo encontrar ninguno. Así que, en su lugar, en 2022, comenzó un programa de verano de dos meses en la Universidad Espacial Internacional, una organización mundial con sede en Francia que ofrece formación de posgrado a quienes desean hacer carrera en el sector.

Durante el curso, King participó en un equipo encargado de identificar las investigaciones que podrían realizarse en el espacio con el mayor impacto potencial sobre la humanidad. Su grupo se centró en el concepto de cristalización de medicamentos en microgravedad. Había datos acumulados en la Estación Espacial Internacional que apuntaban a la posibilidad de “revolucionar absolutamente el tratamiento del cáncer”, señala King. “Esto tiene que realizarse por completo, y ahora es el momento”.

BioOrbit, creada por King en 2023, planea ampliar y comercializar esta clase de producción de medicamentos en el espacio. Después de conseguir financiamiento de la Agencia Espacial Europea, el plan es probar el proceso en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) a principios del año siguiente para asegurarse de que funciona. Y más adelante, en 2025, planean un segundo vuelo que, idealmente, será con un socio farmacéutico.
 

Una astrofarmacia para la humanidad


King no es la primera en enviar fármacos al espacio para aprovechar los beneficios que ofrece la microgravedad. Las grandes farmacéuticas también
están probando suerte: empresas como Bristol Myers Squibb y Merck llevan años investigando en el espacio para el desarrollo y la fabricación de medicamentos.

 

 

 

 

 “Lo que hace especial a BioOrbit es que intentan optimizarlo”, comenta Li Shean Toh, profesora adjunta de la Universidad de Nottingham que estudia la astrofarmacia. King quiere llevarlo a una escala comercial.

 



Pero existen obstáculos. Hay largas filas de espera para conseguir espacio a bordo de un cohete que lleve material a la ISS, y no es de extrañar que sea costoso. La regulación es otro impedimento: ¿se aplicarán las normas y reglamentos de la Tierra en el espacio exterior? Si uno de los medicamentos de BioOrbit afecta a un paciente, ¿qué jurisdicción se aplicará?. “Mucha gente está pensando en la tecnología, pero en cierto modo se elude el modo en que vamos a garantizar la calidad”, destaca Toh. Esto es algo que ella está investigando: propone una versión enfocada en la salud del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, un conjunto de principios que fundamentan el derecho espacial internacional.

King se alegra de que la aventura de su equipo sirva de conejillo de indias para ver cómo funcionaría todo esto, porque quiere que así sea. “La microgravedad puede aportar tantos beneficios a la investigación en ciencias de la vida, al desarrollo de medicamentos, a la investigación del cáncer... y muchas cuestiones más que aún desconocemos”, comparte King.



Su objetivo final para BioOrbit es contar con una instalación permanente en el espacio únicamente para realizar actividades científicas, de investigación y de fabricación. Las empresas farmacéuticas que se encuentran en parques empresariales grises y desolados pronto podrían ser un poco más extraterrestres. Un día, quizá muchos de tus medicamentos hayan hecho una pequeña estancia en el espacio.

 

 

  

 

 

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