EDITORIAL
La densidad de las noches en la capital del eje
Las noches no sólo son oscuras: son densas. Es decir, cada paso que se da por
las calles de la trasnochadora se dan con suma precaución, como si algo muy
dentro gritara con la necesidad de tener cuidado. Pasadas las once de la noche,
Pereira parece cambiar por completo o sólo muestra su verdadera forma; una forma
bestial, discusiones, peleas, borrachos, prostitutas, drogadictos, indigentes,
etc… ¿Quién controla la noche? las pasiones, a su vez estas se expresan en un
libertinaje total, libertinaje que llevan a degenerar la imagen de cultura
saludable que la estructura política intenta mantener.
La imagen que la estructura política capitalina ha intentado mantener parece
desmoronarse por sí misma, se le ha hecho imposible ocultarla y por consiguiente
controlarla. En una de las primeras formas incontroladas es el índice de
homicidios los cuales, de acuerdo “con las cifras más recientes entregadas por
las autoridades, se evidencia un aumento en los asesinatos correspondientes al
35% con respecto al mismo periodo en el año 2022.” Esto, según las autoridades,
en su mayoría se debe al ajuste de cuentas entre las bandas delincuenciales que
circulan en la zona metropolitana.
Por otro lado, fuera de cualquier índice estadístico la degeneración nocturna, y
la imposibilidad de las autoridades para mantener el control nocturno, aun
cuando constantemente se les entregan dotaciones, personal, etc. Los robos que
se dan frecuentemente en la noche, los cuales parecen haberse centrado en los
alrededores de la Universidad Tecnológica de Pereira, y particularizado a lo
largo de la ciudad; expresa la ineficiencia en cuanto a las dinámicas llevadas
por los entes de control, tal vez el problema no se trata de armamento, tal vez
la propia sociedad demuestra que se necesitan nuevas alternativas, alternativas
que den una verdadera solución al desenfreno de la delincuencia en la ciudad de
Pereira. Tal vez se necesita una solución un poco más humana, más cultural, más
llena de deseos de desarrollo y no sólo de erradicar, desconociendo las razones
que generan en sí la desviación de la ciudadanía.
De esta manera El Imparcial, el Periódico de la libre expresión, extiende la
invitación a todos nuestros lectores a escribirnos cuales creen que son los
orígenes de las falencias que hoy tienen al área metropolitana y cómo estas
influyen en la imagen de la capital del eje.
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De la equidad a la autonomía una
línea a seguir
Por Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Por naturaleza genética no todos somos iguales, cada uno de nosotros
hacemos parte de una información que se puede leer como igual, pero
difiere en su esencia. Simplemente somos seres humanos que estamos
aquí una temporada circunstancial.
En esta cadena evolutiva en que vivimos hay unos que gobiernan a la
gran multitud y ellos tienen el privilegio de diseñar la ruta a
seguir. Solo ellos entienden su propio lenguaje porque el resto vive
de lo que el establecimiento les da para que subsistan. Esta es una
de las razones por lo que ellos están en posesión de lo existente.
La equidad está ahí como parte de ese balance que los sostiene y la
sociedad la acepta porque no conoce y no puede dirimir lo que
realmente está pasando a su alrededor. Lo más complicado en este
devenir de las cosas es que todos vivimos unidos sin preguntarnos
que nos diferencia los unos de los otros. Creemos que somos iguales,
y es verdad en cuanto a seres humanos, pero en esencia cada uno de
nosotros está ubicado en esa cadena evolutiva como un eslabón que
hace presencia en la vida cotidiana de la sociedad.
Por eso explotan a la gran multitud porque ella no se interroga
sobre su condición frente a quienes manejan el establecimiento. Se
aceptan las órdenes, leyes y mandatos como si fueran emanados de
mano divina, pero simplemente son dictadas por leguleyos que
presumen de hacedores porque se les ha dado el poder al ser elegidos
en unas elecciones democráticas o han tomado por asalto el poder.
La autonomía es el poder que cada ciudadano tiene sobre sí y su
entorno y lo hace actuar libre e independiente frente a los mandatos
de quienes ostentan y ordenan al individuo a actuar bajo su mandato
reprimiendo el derecho de la autonomía.
Por esta razón las guerras existen porque detrás del poder hay un
psicópata que presume ser el guía o el abanderado de un pensamiento
sublime y arrastra una multitud que no sabe de su autonomía porque
ellos están en condiciones inferiores mentalmente a quienes comandan
la acción a seguir.
Tener autoridad no significa ser el más hábil o mayor capacitado, es
tener la habilidad de convencer a los seres humanos que carecen de
autonomía o están en niveles más bajos en la cadena evolutiva y que
actúan como mascotas de aquellos que poseen la habilidad de la
manipulación. Por eso el mundo funciona como tal y pueblos enteros
son gobernados por personajes que se sienten investidos por poderes
que solo ellos creen que todos tienen y que los receptores lo ven
como una verdad.
En estos tiempos la democracia es la palanca que mueve las bases de
la anti-autonomía para que aflore el poder de los elegidos y
subyugue a los pueblos que los han
elegido. Así apoderarse del
establecimiento mientras los que son autónomos huyen por temor a ser
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subyugados. Este temor es simplemente un estado de
preservación frente a una confrontación fatal que se daría si esa
fuerza autónoma decide asumir su responsabilidad.
QUÉ LEE GARDEAZÁBAL
Reseña de La ciudad y sus muros inciertos
De Murakami,
Editado por Tusquets
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=T3zdcAp6NlA
Cuando se termina de leer las 560 páginas de este nuevo libro del japonés eterno
candidato al Nobel, hasta el lector más avezado no sabrá si ha concluido de leer
un sueño, de conciliar la realidad verdadera con la imaginada o de haber
presenciado una batalla medieval entre las sombras de los vivos y las de los
muertos.
Es un libro mucho más complejo que los otros publicados anteriormente por este
expertisimo narrador aunque en el fondo no pasa de ser una metáfora continuada
entre sueños y disparates.
Los personajes son muy escasos, y como se cruzan entre la vida y la muerte, lo
real y lo imaginado y de repeso quien pone orden es un dizque lector de sueños
en una biblioteca del futuro o de la otra realidad, la trama tiende a repetirse
como destapando una muñeca rusa.
La narración escueta que ha caracterizado a Murakami, se vuelve a veces muy
adjetivada como si quien la escribiera fuera un principiante en el arduo oficio
de la novela. Otras veces se torna en abrumadoramente lógica y maniaticamente
estructurada como antiguo tarjetero de biblioteca. Pero es esa habilidad del
narrador japonés de confundir los planos para darse el lujo de ayudarnos a los
lectores en las siguientes páginas a que podamos recuperar el verdadero hilo
discursivo, lo que salva la obra de volverse aburrida.
Por supuesto, para poder plantear este más de medio millar de páginas
sosteniendo el engranaje de unas creencias místicas desarrolladas más con frases
que con esquemas, Murakami tiene que apelar a descripciones minuciosas de la
ropa repetida que sus escasos personajes usan.
A volver una y otra vez en el detalle minucioso de los también escasos espacios
y a proyectar, desde un ángulo y desde el otro, el plano de la ciudad
fantasmagórica Murakami sostiene su línea. Así mismo sostiene una enervante
memoria sobre una adolescente desaparecida en los remotos amores juveniles, pero
a la que sigue buscando entre las brumas de los espejismos mentales que va
creando, creyéndola eterna y, sobre todo virgen perpetua o al menos inabordable
sexualmente.
Leer esta novela exige paciencia e imaginación, no solo lectura. Saborearla
esclaviza. Desecharla a mitad de camino es, sin embargo, una tentación latente
para cualquier lector, así sea fanático de Murakami.
El Porce, junio 16 del 2024
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