EDITORIAL
No nos
mintamos
Un
país perdido en la poca empatía. Los jóvenes empoderados en su propio mundo, los
adultos-jóvenes dislocados en sus locuras, los adultos en sus metas y los
adultos de tercera edad; bueno, existen dos tipos de estos últimos adultos. Los
que tuvieron suerte de encontrar un buen trabajo, permitiéndoles generar un
patrimonio indiscutiblemente estable, estabilidad que fue cedida a sus
descendientes, generando así, aun con altibajos, un constante final feliz. Más,
los segundos, los adultos mayores que trabajaron por su cuenta, privados de
cualquier tipo de proyección, son una historia totalmente diferente.
Los adultos que no han hecho más que trabajar en toda su vida, son explotados y
ahora despreciados por que son lo suficientemente “viejos” para poder ejercer un
trabajo bien remunerado sin necesidad de tener un título o conexiones. En efecto
podríamos ser un poco ignorantes y afirmar -quién los mandó a no ahorrar, seguro
se lo gastaron en alcohol o demás. Pero la realidad es otra, estos adultos de la
tercera edad son el resultado de una sociedad inestable, que priorizo siempre
ciertas capacidades o características, dejando aquellos que sólo resurgió en su
mente la idea de sobrevivir, cada día durante décadas, este fue el pensamiento
que entumecía cada parte de su piel y que evidentemente seguirá tomando cada una
de las neuronas que podrían utilizar para pensarse en una salida.
Este es a nuestro parecer un problema de salud pública, incluso de seguridad. La
gran mayoría de estos adultos viven en condiciones lamentables, pero, su falta
de conciencia económica los lleva a atenderse a partir de las deudas, los
famosos gota gota, a los cuales acceden a este tipo de adultos, representando en
gran medida los ingresos de estos prestamistas que con tasas increíbles logran
obtener ingresos exorbitantes. Pero, cualquiera que se haya fijado en los
puestos ambulantes se podría haber dado cuenta que todos tienen este tipo de
prestamistas, de hecho, parece que es la cuota de inscripción para ser vendedor
ambulante; tener un gota a gota que lo exprima. En este orden de ideas
deberíamos preguntarnos ¿Quién provee estos préstamos? ¿De dónde proviene todo
este dinero? o de forma definitiva ¿Es de legal procedencia? nadie podría
afirmarlo ni negarlo.
En el orden de lo anterior, adultos de bajos recursos con imposibilidad de
conseguir buen trabajo, se transforma en el mejor postor para un gota a gota, el
cual recolecta las riquezas, que no declaran ni mucho menos aclaran la
procedencia, desde nuestro punto de vista suena un negocio muy rentable y una
muy buena fachada.
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La batalla de los sordos
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Hay sordera física y
sordera psicológica, ambas impiden escuchar lo que se dice. Pero la
sordera física se remedia con signos que palen la situación. Un
sordo de oídos no puede escuchar ningún sonido, pero percibe las
vibraciones de los sonidos y de las cosas e intuyen lo que está
pasando a su alrededor, porque están alertas con su sexto sentido.
Por lo general los políticos son sordos psicológicos, porque ellos
escuchan lo que quieren escuchar y lo que les conviene. La razón es
muy simple, ellos siempre están rodeados de adoradores que les están
hablando y señalando lo que deben hacer y cómo aprovechar cualquier
terreno donde ellos se metan. Lo importante aquí es ganar seguidores
y votos.
El problema nace cuando ellos se montan en la caravana del poder y
ahí se vuelven sordos psicológicos porque ellos solo se escuchan a
sí mismos para no perder el poder sobre los demás. Ellos son el
poder que una multitud les concede o les presta mientras ella recibe
buenos beneficios.
Al comienzo todo funciona de maravillas, porque quien está en el
poder cree que se las sabe todas y que solo es dar órdenes y que se
hagan las cosas. Pero una sociedad no funciona como una granja
agrícola donde hay peones y los pueden ubicar en cualquier barricada
para que duerman y convivan mientras se cosecha.
Una sociedad es un bordado en un tapete donde hay que manejar
colores, espacios, figuras y balance de todo el conjunto para que
tenga su hermosura, para que otros transiten sobre él sin pensar que
lo van a estropear.
Históricamente los empoderados del poder que han sido sordos
psicológicos han terminado mal, pero muy mal. El cuadro es
deprimente cuando lo miramos. Pero sin embargo lo vemos que se
repite una y otras vez como en el caso de Venezuela.
Todos estos individuos se creen que fueron elegidos por fuerzas
extraterrestres para gobernar el mundo, y ese cuarto de hora se
agota tarde que temprano. Aunque todo regla tiene su excepción y
estos terminan sus días entronizados en el poder hasta que se mueren
de vejez o enfermedades. Aquí hay que hacer un estudio más profundo
para entender qué es lo que realmente hicieron para sostenerse en el
poder.
Hay cosas que pasan en los países que hacen que sea muy latente lo
que está pasando, y se perciba en el ambiente cuando no hay esa
estabilidad que emana
de quien gobierna y que no sabe cómo manejar o se teje un tapete. Lo
que pasa es que todo termina mal y siempre terminan afuera y en el
peor de los casos asesinados. |
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QUÉ LEE GARDEAZÁBAL
Nexus
De Harari
Editada por Debate
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=9JZHbf5Re4w
Leer este libro abruma hasta los tuétanos. Respira pesimismo por todas
partes aunque a veces, en su cascada de terrores, plantea algunas soluciones
casi todas inverosímiles.
Es el compendio de un sabio en 471 páginas de texto (y 173 de notas
bibliográficas) pero en un lenguaje muy lejano del fácil y agradable de sus
otros libros bestseller como Sapiens y Homodeus.
Tal vez es un libro que hay que leer y hasta releer muchos pedazos para
poder entender a donde se está precipitando el mundo con la dictadura de los
computadores, los algoritmos y la IA, que él llama Inteligencia Ajena.
Es la historia de la comunicación desde el punto de vista crítico, no del
que tiene el otro libro de moda que pretende quizás lo mismo, (El paréntesis de
Gutenberg) de Jarvis, que explica la historia del impreso desde los comienzos de
la imprenta hasta la asustadora IA.
Harari plantea muchas revisiones acertadas del pasado y cuenta con
lentitud como el odio lo siembran los algoritmos, como se abre paso la carrera
por las puntuaciones sociales manejadas por ellos y como estamos muy cerca de la
creación de mitologías intercomputacionales, que serán mucho más complejas y
ajenas que cualquier dios de creación humana.
Advierte, eso sí, que los beneficios de esa red que se está construyendo
aceleradamente pueden ser enormes, pero que también podrían acabar con la
civilización humana.
El peligro, lo explica un poco enmarañado, es que los computadores y los
algoritmos pueden reconocer emociones humanas mejor que los propios humanos,
precisamente porque no tienen emociones. Tiene ejemplos abofeteadores como el
del carro sin chofer que mata a un transeúnte por no matar un gato o el de
considerar que si tres años de altas tasas de desempleo pudieron llevar a Hitler
al poder, es inimaginable hasta dónde puede llegar el desorden mundial con la
crisis interminable del desempleo laboral que los algoritmos y la IA decretarán
inevitablemente.
Es un libro cargado de las comparaciones históricas del profesor de
historia de Cambridge que es Harari, pero es tan pesimista en su proyección
futurista que lo más barato que nos garantiza es la anarquía digital o la
resurrección de la torre de Babel porque cada fabricante de ordenadores
terminará hablando su propio idioma y el mundo estará dividido no por otra
cortina de hierro, sino por una de silicio.
El Porce, septiembre 29 del 2024 |