EDITORIAL
Armonizar el
cuerpo y la mente
Día tras día los colombianos predican contradicciones. Algunos
hablan de paz, pero no ven nada de malo cuando sus allegados acuden
a la violencia, de hecho, la violencia que provocan con sus
discursos son mucho más sangrientos que cualquier herida provocada
por un acto de violencia. Después de todo estos discursos siempre
son los que mueven las acciones. Es de esta manera como las palabras
y las acciones nunca logran alojarse en un mismo sentido, de hecho
parecen puntos totalmente extremos.
La división entre acciones y palabras genera en sí un gran problema
para el buen vivir. Después de todo implica que no hemos aprendido a
vivir, a que nuestro cuerpo sigue actuando por formas irracionales y
no por prototipos de la razón, entonces si la razón no es la que
mueve nuestro cuerpo ¿qué papel juega la razón? Ninguno, la razón ha
dejado de pensarse, ahora sólo funciona como un recepcionista de
memorias, pero nunca, como alterador de aquello que nos es ofrecido
por la tradición. Que la razón sea utilizada para recordar y no para
pensar implica que el mundo ha dejado de desarrollarse, se ha
detenido y ha dejado que otros piensen por ellos, lo que en sí lo
hace entrar en contradicción entre lo en verdad desean lograr y la
recta razón que es proporcionada por las grandes estructuras.
Cuando el ciudadano colombiano sea capaz de poner en dudas la recta
razón y se asquee del sentido común, es allí en donde el cambio se
mostrará con fuerza, es allí en donde la conciencia del ser humano
sobre sí mismo logrará entender que su modo de ser en el mundo,
proviene de su conciencia en el mismo, y este modo de ser en el
mundo nunca es en solitario, ni mucho menos ser subordinado, sino
que se es con el otro, sin por ello perder la autonomía.
Cuando la autonomía llega el ser humano se proyecta sin
contradicción, sus acciones y palabras son un retrato de lo mismo,
sus acciones se tornan muchísimo más efectivas, y es en la
efectividad en donde las dificultades son posiblemente solucionables,
sin contradicciones entre lo que se piensa inconscientemente y lo
que se lleva a cabo.
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Colombia un país de periodistas
chismosos
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
En la historia antigua encontramos varios pasajes y libros donde el
chisme es el epicentro de hechos que son cuentos sobre cosas
irreales de personajes. Hasta nuestros días esta práctica se ha
mantenido para crear ideas contrarias a la realidad. En USA hay
revistas especializadas en esta materia y son las más vendidas.
Hay un público adicto a estas lecturas que por lo general son
personas de un nivel educacional muy precario. Esto alimenta su
vacío intelectual y hacen parte de un electorado de seguidores de
políticos puritanos.
Todos los días recibo videos de personas con apariencia educada que
hablan como si fueran a inspirar a sus oyentes a que se santifiquen
y condenen a quienes consideran que son malos y ellos son los
salvadores de una realidad que no conocen.
Hablan porque alguien les dijo esto, o porque trabajan para un medio
enemigo del gobernante y hay que fuetear para que se moleste y así
el show tenga más audiencia.
Lo que no han entendido es que la realidad va por otro lado y los
chismes siempre serán chismes porque no representan la verdad de los
hechos. Lo que hay que entender es que Colombia tiene una fiscalía
que atiende los problemas de corrupción y crímenes, buena o mala,
pero existe este organismo que vigila para que las cosas funcionen
como deben ser y las malas sean corregidas, no por el chisme de un
periodista o de alguien que escribe sandeces para llamar la
atención.
Cuando enjuiciaron a Richard Nixon por el Watergate Hotel, no fue
por un chisme, fue una nota de diez líneas que se publicó en el
Washington Post y que luego dos periodistas le hicieron seguimiento
basados en hechos reales y el presidente Nixon mintió sobre lo que
pasó.
La seriedad y profesionalismo en la información es la que marca la
historia. No es el chisme periodístico y los comentarios llenos de
veneno los que van a cambiar la ruta que un presidente ha tomado.
Lo que era una gran nación conformada en varios territorios es hoy
una colcha hecha de retazos donde viven millones de seres engañados
por la mala información de medios de comunicación mal manejados y
sin sentido de patria.
A ellos solo les interesa lo personal,
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lo familiar. Por eso existen los estratos sociales, la
clase alta y los miserables. De esta forma no hay una nación, hay una república
bananera donde los miserables son los que controlan todo y el resto vive de su
trabajo.
Si los colombianos no asumen el poder de su autonomía continuarán siendo de
estratos en manos de los que manejan la cosa pública.
Qué lee Gardeazábal
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Reseña de Los Niños del Amazonas
De Daniel Coronell
Editado por Aguilar
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=GHcWeNB54uM
En Colombia vivimos la noticia mientras podemos especular con ella y la
prolongamos al máximo hasta cuando seamos capaces de controvertirla. Eso nos
sucedió con los niños perdidos en el accidente aéreo de las inmediaciones de
Araracuara. Mientras el país estuvo expectante y los noticieros y algunos
diarios colombianos y del extranjero enviaron corresponsales para mantenernos al
tanto, la noticia, contada a cuenta gotas la mayoría de las veces, imaginada las
otras, alentó los temas de muchas comidas familiares o de cualquier tipo de
reuniones. Por ese seguimiento supusimos muchas cosas, especulamos otras pero
conocimos algunos personajes memorables como el General Pedro Sánchez o como el
nada recomendable papá de las criaturas.
Para que no se olvide la noticia, Daniel Coronell, dando una señora
cátedra de periodismo investigativo, publicó un libro donde revela, desde su
prisma múltiple de visión todos los ingredientes de esa hazaña de novela. El
texto es agradable y para un país desmemoriado como el nuestro, resulta apenas
que indispensable. Pero quizás porque está elaborado más para ser usado como
libreto de una gran película y no como una narración diversa entrelazada con
intención, los lectores ya lo están olvidando tanto más rápido que la tragedia
vivida por esos niños.
Y como ante el fallo de tutela emitido por el juez Anyelo Mauricio
Acosta, las ediciones futuras del libro quedarán sin los nombres y
circunstancias familiares intimas de los menores, que son fundamentales para
entender el contexto, lo más probable es que el libro que alcanzamos a adquirir
resulte ser solo un recuerdo, o un fugaz esfuerzo o un incunable y no el ejemplo
de cómo se hace una investigación periodística con calidad y con altura, como lo
logra Daniel Coronell en este libro, tan cercano a lo inverosímil pero tan real
al final de cuentas, así el juez Anyelo haya ordenado mutilarlo para proteger a
los menores de edad actores principales de él.
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