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Pereira, Colombia - Edición: 13.349-929 Fecha: Jueves 17-10-2024 |
COLUMNISTA |
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Contratiempo
Por: Jotamario Arbeláez
Nadaísmo 70
Iniciándose los 70
ya estábamos los nadaístas de todas las regiones del país decididos
a marchar en sandalias a la isla de Providencia, provincia del
cielo, donde un admirador irrestricto sanandresano a quien había
engatusado confiándole que íbamos en pos de la anhelada santidad,
pues habíamos recibido la Revelación de que allí se gestaría nuestra
conversión, nos había prometido el regalo de unas tierras y su ayuda
para construir una modesta pagoda, que en un principio nominé El
Nadasterio, y X-504 complementó como El Nadasterio de los Monjes
Juguetones. No habían aparecido aún los hippies con el proyecto de las comunas para aislarse de las redes del establecimiento. Nos había surgido la idea de “los hombres ebrios de Dios”, eremitas del viejo Egipto de la época de Pacomio. Yo era el más entusiasta, impulsado por unos espíritus superiores que me habían reclutado a través de la Ouija. Allí encontraríamos nuestra realización
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espiritual y el seguro soplo en nuestro espíritu santificado. De pronto recibí
notificación de Jaime Jaramillo Escobar, quien ya había dejado el X-504 en la
firma de los Poemas de la Ofensa: “Se acabó la bobada del Nadasterio. Gonzalo y
yo hemos decidido publicar la revista Nada, anunciada en el Primer manifiesto,
con el nombre de Nadaísmo 70, para enfrentar con toda la gana y toda la garra,
al establecimiento sombrío”. Como quien dice, a guerrear, cuando despuntaba el
hippismo del que habíamos sido los precursores. Y hasta allí llegó nuestra
expectativa de redentores redimidos unos a otros en nuestro anhelado y nada
desangelado recinto. Porque ángeles llevaríamos con nosotros, no podíamos
habitar otro “Club de Tobi”, con el aviso de que “No se admiten mujeres”. Así
nos hubieran dejado colgados de la brocha, como se dice, le caminamos al nuevo
proyecto por 12 años postergado.
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Hickie,
incansable de voltear por el mundo desde Inglaterra. Se hicieron amores de
entrada. El paraíso al cubo. Él le habló de su nadaísmo. Ella aterrada desde su
corazón anglicano le dijo que eso era una actitud demoníaca. Que estaba
condiciendo a la juventud por el desfiladero. El profeta le comió cuento y en
nombre del amor y de tal revelación decidió mandar el nadaísmo a los infiernos.
Y cerró la revista. Pero sus discípulos no podíamos desprendernos del “evangelio
de la nueva oscuridad” que nos había inculcado, y seguimos con la brocha en la
mano. Cuatro años después murió, prácticamente en olor de santidad, después de
escribir Providencia y Fuego en el altar, y de haber renunciado, además, a la
carne, al cigarrillo y la prosa. Los demás continuamos dándole manivela al “inventico”,
hasta que fuimos muriendo, uno a uno, incluso yo, aunque supe resucitar de
inmediato. |
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