EDITORIAL
Libertad y
libertinaje social
Nietzsche afirma con ímpetu el distanciamiento que existe entre un
sujeto y otro. El distanciamiento que existe entre cada uno de los
seres humanos se da en la imposibilidad de conocer el porque los
otros hacen o dicen, en su totalidad. En otras palabras, cada
palabra o acción siempre carece de una expresión total al momento de
su predicación, en este orden de ideas, cualquiera podría afirmar
que no existe ningún lazo entre los sujetos, pero es aquí que las
relaciones humanas cobran su momento místico, aún en el
desconocimiento del motor que generan palabras o acciones, existe un
respeto a ese sujeto, este respeto nos hace intentan descifrar
aquello que sus labios suelen producir.
Este lazo, crece conforme al respeto; es directamente proporcionar.
Entre más fuerte es el lazo mayor respeto y por ende la
responsabilidad que tenemos por los otros, aquellos que funcionamos
como receptores intentan resolver las entrecruzadas palabras o
acciones que el otro expresa, esa es la nuestra responsabilidad del
receptor, mientras cuando funcionamos como locutores es intentar
decir de la manera más clara aquello que queremos mostrar.
En el orden de ideas anterior es donde nace la forma más clara de
ser libre. Es decir, cuando el respeto y la responsabilidad se
mueven por alguien, entendemos de que todas nuestras acciones
repercuten en esta otra personas, en otras palabras, no se es libre
a la hora de tomar decisiones, se es libre en cuanto a decidir a
quien le entregó esa responsabilidad.
La relación interpersonal es una habilidad social que se ha dejado
de lado. Es decir, acumulamos relaciones pero nunca nos damos cuenta
la responsabilidad que acogemos cuando nos relacionamos con otros,
simplemente se supone en la actualidad que el otro va a entenderme y
por ende se va a enajenar de cualquier tipo de responsabilidad sobre
algún otro. El pensamiento ególatra y libertino de los seres humanos
los ha llevado a olvidar que sus acciones recaen sobre todo el grupo
con el cual a creado una relación y pasar por alto las intensidades
que se comparten, muestra la inmadurez de nuestra sociedad, una
sociedad de sujetos caídos en el libertinaje, libertinaje que ha
llevado a nuestra sociedad a ya no generar un distanciamiento, sino
un enajenamiento del otro, dando como resultado una sociedad
reducida a la utilidad, sociedad que ha olvidado su naturaleza y la
importancia de crear relaciones reales.
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Si el campo no es
rentable es que el estado está en las manos equivocadas
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
África ha vivido las hambrunas más crueles en la historia de la
humanidad. En Biafra murieron más de un millón de habitantes entre
1967 y 1970 de hambre. Este fenómeno ha perseguido a muchos países
por guerras y descontrol de la agricultura. A pesar que existen
organizaciones que proveen de comida a países cuando ésta escasea,
no es suficiente.
Las personas que han vivido con lo básico y otras veces simplemente
subsistiendo saben que es estar en hambruna. Hoy hay millones de
colombianos que viven bajo esa colcha y que no pueden hacer nada
porque el sistema carece de esa habilidad para mantener su sociedad
libre de este flagelo.
No todo tiene la habilidad de poder moverse sobre arenas movedizas y
salir adelante cuando la corrupción devora hasta el papel higiénico
de los inodoros.
Cada día sale el sol y a todos ilumina, pero la luz solar es buena
pero también mata. De igual manera funcionan los empleados públicos
si entienden sus deberes y obligaciones. Pero los que están arriba
filtran la luz dejando al resto en manos a que sobrevivan con lo que
pueden utilizar.
Colombia ha sido un país de campesinos desde sus principios porque
quienes comandaban así manejaron el país. Carlos Lleras Restrepo
siempre dijo que los colombianos eran del campo aunque él quería
hacer de la nación un Japón tropical.
Aisladamente muchos personajes han querido sacar al país adelante
con su ingenio tecnológico y han tenido que emigrar porque quienes
manejan la cosa pública son incapaces de acercarse y por lo menos
merodear y empaparse de esa magia que encierra la ciencia y la
tecnología. El dinero fácil es el que más se acerca a ellos, pero al
final no es como lo pintan y es más peligroso que una cámara de gas.
Saber combinar el campo con la tecnología se verían los provechos,
es simplemente colocar a las personas adecuadas para elaborar
esquemas y proyectos que llenen los requisitos que el mundo demanda.
El nuevo gobierno busca crear impuestos, pero no piensa en regalías
sobre la producción que sale al exterior y la transformación de la
materia prima en bienes de consumo que se pueden exportar para crear
una economía fuerte sin desangrar al ciudadano.
Colombia tiene tanta
tierra, y solo piensan en expropiar. Pero no piensan en
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una macro industria agrícola que reúna
a todos los finqueros y los vaya ubicando en sus quehaceres propios y así cada
producto pueda manejarse por agrupaciones, asociaciones, cooperativas o
entidades de socios que ellos mismos las administran con autonomía. Si ellos no
pueden administrar sus bienes, ya que son los mayores interesados para que las
cosas funcionen bien, todo será un fracaso.
El finquero necesita oxigenarse para que sus
productos alcancen todos los sitios en el mercado nacional e internacional.
QUÉ LEE GARDEAZÁBAL
Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal
Vale la pena pensarlo
De Carlos Raúl Yepes
Editado por Aguilar
Audio
https://www.spreaker.com/episode/que-lee-gardeazabal-vale-la-pena-pensarlo-de-carlos-raul-yepes--62585889
Por estos días, cuando el otrora Sindicato Antioqueño, el poderoso GEA,
tuvo entierro de pobre y ni misa de rechupete le cantaron en la catedral
Metropolitana de Medellín, el libro que ha publicado Carlos Raúl Yepes, cobra
singular pero no atractiva importancia.
El hecho de que su autor hubiese tenido los cojones de interrumpir su
carrera hacia la gloria renunciando en pleno ascenso a la presidencia de
Bancolombia y hubiese dejado al mundo financiero con la boca abierta, sería
suficiente motivo para leerlo.
Pero como no es fácil digerir el acumulado de aforismos que va repletando
sin ilusión concreta página tras página, creo que muy pocos lectores, salvo mi
admirado profesor Waserman, que escribe el prólogo, y afirma lo contrario, puede
decir que luego de su lectura colegimos por qué Yepes dejó al país colgado de la
brocha abriéndose del parche intempestivamente.
Y el libro no lo es porque resulta tan magno como la catedral de Colonia
pero tan prosaico como las teorías que pretenden explicar lo imposible.
Como está redactado a modo de tabla de aprendizaje, su lenguaje es
accequible, pero su batalla por la ética lo vuelve una obsesión por descrestar
calentanos citando a tantas ideas ajenas que se viste de superfluo sin razón.
Por supuesto quienes buscan triunfar aprendiendo de las observaciones
cotidianas de un derrotado, hasta encontrarán los valores que los ancianos ya
dejamos de ver en las curvas de nuestras largas vidas.
Por eso quizás, la humilde actitud de hacer creer que en la existencia
humana todo vale la pena pensarlo termina siendo apenas un catálogo de
aprendizaje para quienes han seguido viviendo, como ganadores o como derrotados,
pero sin tener la generosidad pretenciosa que aparenta este libro.
Leerlo, pues, no es mirarse al espejo. Mucho menos una garantía para
encontrar la senda del triunfo que nuestra civilización occidental nos impuso
religiosamente entre miedos y prohibiciones a tal punto que finalmente no supe
si valía la pena haber leído este libro.
El Porce, noviembre 3 del 2024
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