DE AQUÍ Y DE ALLÁ
Por: Otoniel Parra Arias
EL QUE GANA ES EL QUE
RÍE AL FINAL
“El modo de dar una vez en el
clavo es dar cien veces en la herradura”, esta frase de don Miguel de Unamuno
creo que puede adjudicársele a Donal Trump al filo de su triunfo rumbo a su
segundo acceso a la presidencia, luego de enfrentar muchas dificultades que
incluyeron su desafío al poderoso sistema de justicia de Estados Unidos.
Y en verdad que es un adalid de la persistencia y la fortaleza en sus
convicciones, equivocadas o no, para enfrentarse a los más destacados
representantes del poder, así como a la opinión ciudadana ofendida pero leal,
debido a eventos de su mandato anterior, obligando así a tirios y troyanos a
reconocer su triunfo y lo mejor, a aplaudirlo a rabiar para no quedar fuera de
la foto de la victoria.
Este triunfo electoral con todas las de la ley, hay que reconocerlo de todas
maneras, no justifica sus acciones anteriores como los desplantes a la justicia
defendiéndose de las acusaciones de una mujer, el intento de toma del Congreso
abduciendo desde la clandestinidad a miles de personas para atacar los símbolos
más sagrados de la democracia, ni a la lucha en los estrados judiciales día tras
día para responder por acusaciones que teóricamente lo llevarían como a
cualquier hijo de vecino tras las rejas, mucho antes de terminar la contienda
electoral.
Pero ha ocurrido lo contrario e incluso ya se habla de un comité de sabios en lo
jurídico que buscan la manera de “limpiar” todo este historial sucio que no
tiene razón de ser contra un presidente de los Estados Unidos.
El triunfo de todas maneras está patentizado
en los resultados estadísticos que en ese país merecen toda la credibilidad y
ahora toca mirar hacia el futuro. Atrás queda la pelea contra la vicepresidenta
Kamala Harris, quien honestamente trató de superar la diferencia que ya tenía
con Trump y sus triquiñuelas,
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pero a quien le dieron muy poco tiempo para
responder por ese gigantesco reto y prácticamente todavía tratando domar el
brioso corcel de su campaña desde la salida tenía serios problemas que a la
postre no pudo superar.
Dificultades nacidas del mismo presidente renunciado Joe Biden, quien lo hizo
demasiado tarde cuando ya las críticas sobre su insolvencia mental y física para
aspirar a un nuevo mandato eran vox populi.
Lo otro que hace parte de la falta de tiempo aunque esto no es excusa para toda
una vicepresidenta que se supone con la problemática de su país en el cerebro
fue la mala escogencia de los temas para enfrentar al malicioso Trump que
prácticamente la esperó sentado para desarmarle sus importantes definiciones
sobre el aborto y el problema de la inmigración.
Aunado a esta decisión equivocada la falta de preparación para enfrentar la
enrevesada temática internacional que tiene como punta de lanza lo que está
ocurriendo entre Rusia y Ucrania así como la acción desalmada de Israel contra
la franja de Gaza.
En estos temas se dejó pillar el secreto como los magos principiantes ante un
público adusto que otorga poca credibilidad a los trucos, como ocurrió al final
de la campaña cuando supuestamente descubrieron los reporteros que Kamala tenía
una respuesta favorable para Israel cuando estaba en un auditorio de mayoría
judía y a favor de los palestinos cuando lo hacía en otro foro favorable a los
enemigos de Israel.
Mejor dicho faltó tiempo,
creemos nosotros
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para cimentar argumentos contundentes que son
los que mueven al mundo mientras en la orilla de Trump simplemente se acogieron
lo que tantas veces se ha repetido en casi todas las campañas: “es la economía
estúpido”, que se refiere al principal motivo electoral de la gente del común,
respecto a seguir la senda del que mire a sus problemas familiares y hable de
cosas tan prosaicas pero tan dramáticamente necesarias como la comida, los
arriendos, la seguridad y el empleo, más allá de las grandes debates
internacionales y las posiciones ante problemas que impliquen posiciones morales
complejas respecto a la libertad individual.
"La
habitación de al lado"
Leonel Perez Barrio
Tenía que ser Almodóvar, Pedro Almodóvar, el genio español que llegó al cine
para volverlo más grande, entrañable y añorado. Esta, su más reciente película,
es una de las imperdibles.
Una mujer al borde de la muerte por un cáncer irreversible, logra que una amiga
la acompañe en su último mes de vida. Alquilan una confortable casa en un
suburbio de Boston, para recibir allí el último suspiro. En sus conversaciones
afloran las referencias a mi Joyce, Hemingway y Faulkner, así como la nostalgia
del cine mudo.
En el fondo esta Boston, de viejos y elegantes edificios. Una oscura nube
ensombrece sin piedad las olas del rio Charles. En su derredor una nevada de
abundante nieve rosada, cae eterna sobre los vivos y los muertos. Florece el
jardin donde los pájaros no paran de cantar. Transcurren las pocas semanas de
convivencia permitiendo que resuciten los amores compartidos y las intensidades
del sexo del ayer.
Los caballeros prudentes no cuentan el final, solo que el público muy consciente
de su suerte, elogia con silencio de tristeza la culminación de una obra
maestra. Toca verla.
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