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Pereira, Colombia - Edición: 13.376-956 Fecha: Martes 03-12-2024 |
TECNOLOGÍA |
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Océanos ocultos en nuestro vecindario cósmico: lunas y planetas enanos que desafían la imaginación
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geológica actual la convierte en un enigma que aún espera ser resuelto.
Los planetas enanos también tienen algo que decir en esta historia. Plutón, explorado por la sonda New Horizons, reveló características geológicas sorprendentes, como criovolcanes y patrones superficiales que indican actividad interna. La presencia de criovolcanismo sugiere que un océano podría persistir bajo su corteza helada, protegido por una capa de compuestos orgánicos y hielo.
Más cerca del Sol, Ceres, el mayor objeto del cinturón de asteroides, también
podría albergar un océano subterráneo. La misión Dawn descubrió depósitos
brillantes en su superficie, conocidos como faculae, compuestos principalmente
de sales que podrían haberse originado en agua líquida ascendente. Aunque Ceres
es significativamente más pequeño que las lunas de los gigantes gaseosos, su
composición y actividad interna lo convierten en un objeto fascinante para la
astrobiología.
La exploración de estos mundos helados redefine nuestro entendimiento de la habitabilidad en el Sistema Solar. Cada descubrimiento nos acerca más a responder una de las preguntas más fundamentales de la humanidad: ¿estamos solos en el universo? Mientras avanzamos en el desarrollo de tecnologías espaciales y misiones robóticas, estas lunas y planetas enanos se convierten en puertas hacia lo desconocido, recordándonos que el cosmos está lleno de sorpresas y posibilidades inesperadas.
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La búsqueda de vida más allá de la Tierra ha llevado a los científicos a explorar mundos helados en el Sistema Solar, donde océanos subterráneos podrían albergar las condiciones necesarias para la vida. Aunque los planetas gigantes suelen ser el foco de atención por sus lunas extraordinarias, nuevas investigaciones sugieren que incluso algunos planetas enanos podrían esconder secretos similares bajo sus capas heladas.
Uno de los destinos más prometedores es Europa, una de las lunas galileanas de Júpiter. Con una superficie helada que encierra un océano líquido de hasta 100 kilómetros de profundidad, Europa ha capturado el interés de la comunidad científica desde hace décadas. La misión Europa Clipper de la NASA, programada para su lanzamiento, pretende explorar este mundo fascinante con mayor detalle. Su objetivo es evaluar posibles sitios de aterrizaje para futuras misiones que podrían buscar signos directos de vida. Las características geológicas únicas de Europa, como grietas y líneas en la superficie, sugieren actividad tectónica y potenciales interacciones entre el océano y el núcleo rocoso, una combinación esencial para la astrobiología.
Otro
satélite que despierta el interés es Encélado, una de las lunas de
Saturno. Este pequeño mundo ha demostrado su capacidad para lanzar
chorros de vapor de agua al espacio, evidenciados por la sonda
Cassini. Estas emisiones contienen compuestos orgánicos, esenciales
para la vida, lo que convierte a Encélado en uno de los lugares más
prometedores para la búsqueda de vida en nuestro vecindario cósmico.
Aunque se desconoce el alcance total de su actividad geológica, las
observaciones sugieren la existencia de un océano subterráneo rico
en elementos químicos clave. No todas las miradas están puestas en las lunas de los gigantes gaseosos. Ariel, una luna de Urano, también se ha posicionado en el radar científico gracias al telescopio James Webb, que detectó dióxido de carbono en su superficie. Este hallazgo es desconcertante, ya que el hielo seco debería sublimarse y desaparecer en el espacio a las temperaturas de esa región del Sistema Solar. Los investigadores plantean que el CO₂ podría provenir de un océano subterráneo que interactúa con la roca, un proceso que aún podría estar activo.
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Más allá de Urano,
la luna Tritón de Neptuno, capturada gravitacionalmente en un pasado lejano,
ofrece otro caso intrigante. Tritón es un mundo enigmático con indicios de
criovolcanismo, detectados durante el paso de la sonda Voyager 2 en 1989. Este
fenómeno, que implica la emisión de agua o hielo en forma de vapor, sugiere la
posibilidad de un océano bajo su superficie helada. Tritón, con su órbita
retrógrada y características geológicas peculiares, sigue siendo un objetivo
atractivo para futuras misiones.
Calisto, otra luna galileana, se distingue por ser la más distante de Júpiter y la menos estudiada. Con una superficie marcada por cráteres antiguos y una corteza helada de unos 200 kilómetros de espesor, es posible que esconda un océano subterráneo. No obstante, su aparente falta de actividad
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