Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur Klemath Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.385-965

Fecha: Jueves 19-12-2024

 

EDITORIAL

 

La violencia no vista

 

En la narrativa colombiana, el campo ha sido tradicionalmente el escenario de la violencia, mientras que las ciudades parecen ostentar una supuesta tranquilidad. Sin embargo, esta dicotomía es una ilusión peligrosa. Las urbes son, en realidad, espacios donde las microviolencias florecen con sutileza y constancia, dejando cicatrices invisibles en quienes las habitan.

La historia de la violencia citadina comienza en las aulas y los barrios. Allí, el hijo del "duro" es intocable, y su poder se ejerce mediante amenazas veladas o actos de agresión directa. Para los demás jóvenes, cualquier diferencia puede ser motivo suficiente para desencadenar un conflicto, con el riesgo latente de terminar herido o marcado por el miedo. Este ambiente hostil genera una dinámica en la que la única opción parece ser la de formar parte de un grupo que ofrezca respaldo a cualquier costo, perpetuando un ciclo de violencia que ahoga la posibilidad de desarrollo personal y colectivo.

La inseguridad y la agresividad se convierten en los únicos mecanismos de defensa. Los jóvenes de los barrios más afectados crecen condicionados por una violencia constante, que moldea su carácter y su visión del mundo. Unos se vuelven inseguros y retraídos; otros adoptan una soberbia destructiva, convencidos de que la única manera de sobrevivir es atacar primero.

Aunque el problema es evidente, las soluciones parecen ser meros parches. Las políticas culturales y educativas buscan crear espacios de transformación, pero estas iniciativas no logran llegar a quienes más las necesitan. Los programas gratuitos de arte, música o deporte son inalcanzables para jóvenes cuyos padres no pueden costear el transporte o el tiempo necesario para participar. En otros casos, las actividades son vetadas por los “duros” del barrio, quienes ven en estas iniciativas una amenaza para su control territorial o político.

La violencia urbana no es solo cuestión de balas y pandillas. Es un sistema de opresión cotidiana que establece reglas implícitas sobre quién puede hablar, actuar o incluso soñar. Es un monstruo que se alimenta de indiferencia y que, si no se aborda, crecerá hasta devorar los cimientos de la sociedad.

Es urgente replantear cómo enfrentamos estas realidades. No basta con iniciativas simbólicas o soluciones fragmentadas. Hace falta un cambio profundo que involucre a la comunidad, a las instituciones y a las políticas públicas para desmontar las estructuras que perpetúan estas dinámicas. Porque, al final, si seguimos ignorando las microviolencias de la ciudad, nos enfrentaremos a un monstruo mucho mayor: la total deshumanización de nuestras urbes.

 

 

 

 

El deber de cada uno es protegernos y proteger nuestro entorno

Por: Zahur K. Zapata
zapatazahurk@gmail.com

 

Somos sociedades de eslabones en la cadena evolutiva de la especie humana. Esto nos hace más interesantes como conjunto humano por la variedad intelectual que mueve el mundo.

Sin esta variedad seríamos piezas biológicas que funcionarían como el mecanismo de un reloj. Y el universo no existiría porque él de por sí es un organismo que funciona bajo leyes astrofísicas que todavía no hemos descifrado en nuestro intelecto.

Nuestra existencia como entidad biológica en la actualidad nos proporciona una intelectualidad que nos permite discernir bajo razonamiento empírico las cosas existentes que nos rodean y entenderlas por sus beneficios que nos aportan para nuestra sobrevivencia diaria.

Gracias a esa capacidad que hemos alcanzado estamos en el pináculo de la evolución humana. Pero no todos están en la cumbre del desarrollo por esa variedad biológica en la que nos encontramos en este proceso evolutivo.

Ahora bien, si entendemos estos planteamientos podemos avanzar y abrir las puertas para que todos podamos convivir bajo el libre albedrío que nuestra naturaleza nos brinda. Sin hacer daño a quienes comparten con nosotros este espacio en el planeta y el universo.

Cada ser humano se reconoce así mismo hasta cierto punto y reconoce su entorno y a quienes lo habitan, sin el equilibrio emocional e intelectual no podría vivir en sociedad. Cuando hay un reconocimiento de igualdad en quienes hacen parte de la sociedad, estos están en el deber de proteger a quienes carecen de la razonabilidad para manejar o entender la parafernalia del establecimiento público.

Siempre en una sociedad existen personajes que quieren atropellar a otros que carecen del conocimiento de las cosas del bienestar social y así ellos usufructuar los beneficios que le pertenecen a la sociedad.

Actuar por el bienestar social es actuar por el bien personal, porque si la sociedad en la que uno vive ella prospera, todos quienes viven en ella pueden disfrutar de lo que ella produce porque esos productos representan el esfuerzo de todos. Y esto ya está demostrado a través de la historia.

Si la sociedad está entronizada en el poder y dirige sus administradores para el buen manejo de la cosa pública ella puede disfrutar de esos avances que ella alcanza. Por eso la autonomía de los municipios y los Estados es importante para que se den estos resultados. Por lo general esto produce envidia en personajes que gobiernan otros Estados por la imposibilidad de ellos en manejar bajo la libertad y autonomía su gobierno.

 

 

 

Hay personajes en la sociedad que toman la iniciativa de organizarse como autonomías regionales y establecer rutas de manejo y administración de la cosa pública y así alcanzar el bienestar que todos desean y desean vivir.

Nunca serán los políticos o líderes quienes van a conducir a la sociedad por el buen camino, ellos solo piensan en el bienestar personal y el de su partido.

 

MENTALIDAD DE PESEBRE
Crónica #1028

Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal

 

Audio: https://youtu.be/vTFePEvKh3o

 

Fui criado en un hogar en donde el pesebre decembrino era una ceremonia y una obligación. Mi madre lo inauguró cada 16 de diciembre hasta cuando las brumas del olvido la envolvieron.

A su alrededor siempre ví rezar la novena de aguinaldo y, por supuesto, con esa memoria de gato que he cargado, todavía recuerdo la primera oración “begnísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres” o los gozos de “dulce jesús mío, mi niño adorado ven a nuestras almas, ven no tardes tanto”.

 

Por alguna razón, que no es el caso detallar, perdí la fe y la costumbre en todo lo religioso pero seguí respetando el ceremonial del montaje del pesebre y las novenas de aguinaldo que cuando la familia se disgregó mi madre, violín en mano, las rellenó con los villancicos que cantaba la pobresía de los barrios que ella ayudaba con mercados semanales y a quienes mandaba traer en busetas para que abarrotaran su casa, en donde el pesebre copaba totalmente la sala principal.

Añorando esos recuerdos y analizando su gesta pienso que si en Colombia hubiéramos admitido que la iglesia que nos forjó como patria nos construyó las estructuras legales y de comportamiento con mentalidad de pesebre, habríamos buscado el futuro batallando por salir adelante y no armando guerras y guerritas por pedazos de tierra agreste.

Resultamos tan provincianos como los pesebres y tan lejanos del saber y la información que nos quedamos pensando como la burra y el buey y obedeciendo como pastores subyugados.

Hemos sido un país sometido primero a la iglesia, después a los políticos y ahora último a las bandas de los traquetos y los ejércitos de contratistas.

Por andar acomodándonos antes que rebotándonos nos dejamos cambiar a 12 millones de campesinos que producían lo que comíamos y nos entronizaron a 12 familias que importan todos los alimentos.

Nuestra mentalidad de pesebre apenas si nos ha dejado entonar el villancico de vamos pastores, vamos, pero para que todos obedezcamos.

El Porce, diciembre 19 del 2024

 

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
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Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
María  Molina

 

Soporte Tecnológico
Aurooj Ali Khan

Nadeem Khan

Jawaad Malik

 

Colaboradores

Jotamario Arbeláez
Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

 
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Gongpa Rabsel Rinpoché

Guillermo Navarrete Hernández
Iván Pulido

Teresa Pardo

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