EDITORIAL
Cadenas del pasado
Colombia ha sido, desde tiempos coloniales, una
nación marcada por la explotación de sus recursos naturales. La
minería, la ganadería y la agroindustria han sido los ejes centrales
de un modelo económico que ha priorizado la extracción sobre la
conservación. Esta lógica, heredada del eurocentrismo, ha
consolidado una mentalidad extractivista que sigue vigente en la
actualidad y que, lejos de propiciar un desarrollo equitativo,
profundiza desigualdades y deteriora el medio ambiente.
El modelo extractivista ha sido justificado en nombre del progreso,
pero en realidad ha generado una economía dependiente de la renta
minera. La distribución de las regalías, aunque concebida como un
beneficio colectivo, se traduce en una administración ineficiente y
en una escasa inversión en infraestructura básica. Acueductos y
alcantarillados deficientes son la norma en muchas regiones ricas en
recursos, lo que evidencia una contradicción fundamental: los
territorios que más aportan al crecimiento económico del país son, a
menudo, los más rezagados en términos de calidad de vida.
A esto se suma una crisis climática que nos obliga a replantear
nuestras prioridades. La sobreexplotación de los recursos naturales
ha afectado el equilibrio ambiental, generando sequías, inundaciones
y deslizamientos. En un país donde el agua es un bien estratégico,
su manejo irresponsable compromete la sostenibilidad y el bienestar
de millones de personas. Urge una transición hacia un modelo que
valore el agua y la biodiversidad como activos fundamentales para el
futuro.
La ganadería y la agricultura industrial refuerzan esta mentalidad
de explotación. La lógica de "criar y sacrificar" se replica tanto
en el manejo de los animales como en el uso del suelo, donde la
producción intensiva se impone sin considerar los daños ecológicos.
La deforestación, la contaminación de fuentes hídricas y la pérdida
de biodiversidad son consecuencias directas de esta visión que, en
lugar de armonizarse con la naturaleza, la somete y la degrada.
Descolonizar la mentalidad extractivista no significa abandonar la
explotación de recursos, sino transformarla en un modelo que
priorice el equilibrio ambiental y el bienestar social. Requiere una
nueva ética económica y política que valore la sostenibilidad y la
justicia social como pilares del desarrollo. En lugar de seguir
perpetuando un modelo colonial que enriquece a pocos y empobrece a
muchos, debemos avanzar hacia una economía regenerativa, donde la
conservación del territorio sea un compromiso colectivo y no una
preocupación secundaria.
Colombia es un país de inmensa riqueza natural y humana. Sin
embargo, esa riqueza solo tendrá verdadero valor si se gestiona con
una visión de largo plazo, que integre el bienestar de las
comunidades y la protección del medio ambiente. La verdadera
independencia no se logra con discursos, sino con acciones que
desmonten los paradigmas de explotación y construyan un futuro
basado en la equidad y la sostenibilidad. Ese es el desafío que
debemos asumir si queremos un país realmente soberano y justo.
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El poder
lo ejerce la sociedad unida y no un líder

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Por siglos el poder siempre lo han ejercido los
líderes porque son los que comandan la manada. Esto es muy difícil
de superar porque existe un concepto de ese poder arraigado en el
pensamiento de los seres humanos. Según ellos, los líderes son los
que mueven los gobiernos y se comunican entre sí para determinar el
orden del mundo actual.
Va a ser muy difícil que de la noche a la mañana
cambie esa naturaleza del individuo sobre una realidad que existe de
sus entrañas. Ellos van a estar ahí paulatinamente hasta que los
cambios genéticos y el intelecto los desalojen de la naturaleza del
individuo. Pero a medida que avanza ese cambio tenemos que estar
conscientes de que como individuos en evolución tenemos que actuar
frente al panorama presente con habilidad para no dejar que esos
líderes nos hagan daños por ser serviles a sus causas.
Nuestro libre albedrío nos permite actuar y agruparnos como una
sociedad determinante dentro de la misma sociedad para que se dé el
equilibrio que se necesita para poder vivir equitativamente, libre,
independiente y autónoma de ese liderazgo que ciertos individuos
ejercen sobre parte de la manada humana.
Los conflictos presentados en la sociedad se dan porque ciertos
líderes quieren apoderarse de los bienes de otros y en ese
apoderamiento influyen en esa parte social la cual está subyuga y
sigue el pensamiento del personaje sin dilucidar el daño que va a
hacer al enemigo y a la población que lo sigue y la que no.
En la actualidad en la sociedad debe haber un equilibrio que no
permitir que una parte inconsciente sea llevada a apoyar decisiones
que van a destruir lo bueno que ya se ha construido.
Hemos logrado avanzar intelectualmente a unos estados privilegiados
donde el conocimiento del porqué de las cosas lo tenemos presente y
el desarrollo tecnológico nos ha puesto a comunicarnos en todos los
quehaceres del día alejados del oscurantismo en que vivieron
nuestros ancestros.
Si dejamos que otros tomen decisiones por nosotros y nos obliguen a
tributar para que ellos vivan en óptimas condiciones, seguiremos
como esclavos rechazando las llaves que abren las puertas de nuestra
autonomía y libertad.
Podemos equilibrar nuestra vida frente a ese poder existente
exigiendo que exista un manejo de la cosa pública como si fuera la
empresa pública de los ciudadanos que tributan y reciben las
regalías para el bienestar social de todos los contribuyentes.
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QUE ME INUNDEN DE FLORES
Crónica #1056

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://youtu.be/TOC6u_WHkJI
Este San Valentin que se festeja hoy y en especial en suelo norteamericano, pudo
haber sido un imposible para los miles de floricultores.
Hace 12 días el presidente Petro resolvió frentear al presidente Trump
por la manera como el régimen imperial de Washington devolvía colombianos que
habían emigrado a USA.
Pocos saben las horas de angustia que pasaron los miles de compatriotas
relacionados con el cultivo y exportación de flores a los Estados Unidos. Si los
hilos no se hubiesen movido para calmar la furia jupiteriana del emperador, el
arancel del 25% conque amenazó a todos los productos colombianos, les mataba la
cosecha a los floricultores que desde el 1 de febrero estaban alistando los
miles de toneladas de rosas, claveles y pompones que se venden hoy, dia de San
Valentín en los Estados Unidos.
Afortunadamente no sucedió, pero el evento debería servir para que los dos
grandes bloques de exportadores colombianos de productos agrícolas, café y
flores, piensen en construir un colchón de seguridad para el futuro.
Deberían provocar campañas mayúsculas dentro del país para que volvamos a
la vieja costumbre de las abuelas de adornar nuestras viviendas con al menos un
florero repleto de la multicolores variedades que abundan en Colombia.
Los cafeteros tendrían que hacer lo mismo. Impulsando que todo coterráneo
se tome, por lo menos, una taza de café al día les ayudaría a levantar ese otro
colchón.
Estoy convencido que con flores y café hemos construido la cultura
perdurable que nos hace sentir colombianos.
Yo, anciano en declive y monitoreado por prohibiciones médicas, no he
dejado de tomarme todas las mañanas a primera hora mi taza de café ni de poner
un florero en alguna parte de mi casa.
Quizás por ello he pedido a unos y otros que el día que me lleven a enterrar al
Cementerio Museo de San Pedro en Medellín, me inunden de flores y que lo último
que tome antes de apagarme sea una taza de café de altura de la Heredad Correa.
El Porce, febrero 15 del 2025
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