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Pereira, Colombia - Edición: 13.461-1041 Fecha: Sábado 12-04-2025 |
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Trump le regala a China el escenario del poder blando global
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No se trata solo de percepción externa. Al interior de China, el sentimiento patriótico ha crecido, incluso con los inevitables impactos negativos de los aranceles. Empresarios como el dueño anónimo de una fábrica de árboles de Navidad artificiales reconocen que sus ventas han caído, pero también afirman con convicción que superarán las dificultades. “Lo que tememos no son las dificultades temporales, sino la cobardía eterna”, dijo. Y ese tipo de declaraciones, lejos de desmoralizar, inspiran.
Eso sí, no todo es optimismo para China. La dependencia de sus exportaciones a Estados Unidos —que el año pasado alcanzaron los 400.000 millones de dólares— hace que su economía sea vulnerable. Las cancelaciones ya están ocurriendo: Amazon ha anulado pedidos por cientos de miles de dólares y distribuidores estadounidenses buscan otras fuentes. Pero el golpe es doble: también los consumidores estadounidenses se verán afectados por el aumento de precios y la escasez de productos.
En este escenario de tensiones mutuas, ambas potencias enfrentan desafíos internos: inflación en EE.UU., desempleo y deflación en China. Pero lo que distingue esta batalla es que, por primera vez en mucho tiempo, el poder blando no está del lado estadounidense. Las imágenes, los videos, las experiencias personales que circulan por redes y plataformas no muestran una China atrasada o represiva. Muestran una China innovadora, sofisticada, conectada al mundo.
A largo plazo, esto
podría cambiar las reglas del juego. La hegemonía cultural que Estados Unidos
disfrutó durante décadas parece estar en declive. Y aunque muchos aún observan
con escepticismo el régimen autoritario chino, cada vez son más los que, al
menos, están dispuestos a escuchar su versión.
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Las
guerras comerciales no se ganan solo con cifras ni con discursos
encendidos desde un podio. También se libran en las mentes y
corazones de las personas, en los relatos que los países logran
contar sobre sí mismos y sobre sus adversarios. Eso lo está
entendiendo muy bien China. Y es justo lo que Estados Unidos, bajo
la presidencia de Donald Trump, parece estar olvidando.
Mientras
Trump insiste en promover una agenda de castigo comercial, Beijing
se mueve en una dirección diferente: la de mostrarse como un actor
sereno, resiliente y moderado ante los ojos del mundo. Ya no se
trata solo de fábricas ni de balanzas comerciales. Se trata de
percepción. De imagen. De poder blando. No es casual que marcas chinas como Mixue, la popular cadena de bebidas, tengan hoy más sucursales globales que gigantes como McDonald’s o Starbucks. Tampoco es coincidencia que las redes sociales se llenen de videos en los que empresarios occidentales elogian la
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eficiencia y compromiso de sus proveedores chinos, mientras se quejan de las trabas para fabricar en suelo estadounidense.
Desde TikTok, una
herramienta que paradójicamente EE.UU. quiso prohibir, surgen testimonios que
desmontan estereotipos. Una diseñadora londinense publica imágenes con sus
trabajadores textiles chinos, agradeciéndoles como si fueran parte de su
familia. “Nuestras victorias también son sus victorias”, escribe. Y obtiene
decenas de miles de reacciones. No es propaganda, es humanidad compartida. Y es
ahí donde el relato chino empieza a ganar terreno.
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