Pereira, Colombia - Edición: 13.462-1042

Fecha: Domingo 13-04-2025

 

 TECNOLOGÍA

 

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Un coloso oculto bajo el hielo: El misterioso cráter que podría cambiar la historia de la Tierra

 

fenómenos pudieron haber ocurrido en paralelo, potenciándose mutuamente. La colisión de un asteroide de semejante tamaño habría lanzado a la atmósfera millones de toneladas de polvo y gases, bloqueando la luz solar, alterando el clima global y acelerando procesos de extinción ya en marcha. El cráter de Wilkes, por tanto, podría ser la pieza faltante para comprender uno de los grandes misterios de la paleontología y la climatología.
 


Sin embargo, la comunidad científica también mantiene los pies en la tierra. Existen otras teorías que explican la estructura detectada bajo el hielo. Algunos geólogos creen que podría tratarse de una antigua formación volcánica, una cuenca sedimentaria colapsada o un sistema de valles fuertemente erosionados con el paso del tiempo. Pero ninguna de estas alternativas explica con claridad la anomalía gravitacional registrada, ni encaja tan bien con la forma circular de la estructura.

La dificultad para confirmar cualquier hipótesis radica en el acceso. Investigar el cráter de Wilkes no es tan sencillo como excavar en tierra firme. Implicaría perforar más de un kilómetro en uno de los entornos más inhóspitos del planeta, donde el clima extremo, la logística compleja y los altos costos convierten cualquier proyecto en una odisea. Por ahora, las investigaciones se limitan a métodos remotos. Y aunque cada nuevo dato refuerza la teoría del impacto, los científicos reconocen que se necesita una exploración más profunda para resolver definitivamente el enigma.

La Antártida, silenciosa y helada, guarda con celo sus secretos. Pero si el Cráter de la Tierra de Wilkes resulta ser lo que muchos sospechan, su descubrimiento no solo reescribirá un capítulo de la historia natural del planeta. También nos recordará que el universo es un escenario impredecible, y que la vida en la Tierra, por muy estable que parezca, siempre ha estado a merced de fuerzas mucho más allá de nuestro control.

 

 
En el rincón más helado del planeta, donde el viento corta como cuchillas y el hielo ha reinado durante millones de años, podría esconderse una pista esencial para entender uno de los episodios más oscuros en la historia de la vida en la Tierra. Se trata del llamado Cráter de la Tierra de Wilkes, una estructura circular de 500 kilómetros de diámetro enterrada bajo el hielo de la Antártida oriental. Su origen aún es incierto, pero cada indicio apunta hacia una hipótesis que intriga a la ciencia desde hace décadas: podría tratarse del impacto de un meteorito tan gigantesco, que su colisión cambió el curso de la evolución terrestre.

 



El primer indicio llegó en 2006, cuando satélites de la NASA detectaron una anomalía gravitacional en esa región del continente blanco. Algo, bajo la superficie congelada, alteraba el comportamiento del campo gravitatorio. Al analizar los datos con mayor profundidad, los científicos descubrieron que una masa inusualmente densa se encontraba sepultada bajo más de un kilómetro de hielo. La forma circular de la estructura, confirmada con ayuda de imágenes satelitales y técnicas de gravimetría, fortaleció la teoría del impacto: parecía un cráter.

Pero no era un cráter cualquiera. La dimensión del supuesto impacto —que duplica el tamaño del cráter de Chicxulub en México, famoso por haber acabado con los dinosaurios hace 66 millones de años— es tan descomunal que cuesta dimensionarla. Según simulaciones realizadas por astrónomos, el asteroide que habría originado el cráter de Wilkes medía unos 48 kilómetros de ancho. La energía liberada en su colisión habría alcanzado los 8.000 millones de
megatones. Para ponerlo en perspectiva, es como si se detonaran simultáneamente millones de bombas

 

 

 

como las de Hiroshima, pero multiplicadas al infinito.

Los científicos llevan tiempo buscando respuestas en la región, aunque las condiciones extremas y el costo de una expedición directa al corazón del cráter hacen que la mayoría de las investigaciones se basen en datos indirectos: imágenes satelitales, mapas de gravedad, análisis sísmicos y el hallazgo de fragmentos de meteoritos tanto en la Antártida como en Australia. A partir de estos indicios, se estima que el impacto habría ocurrido hace aproximadamente 250 millones de años, cuando la Antártida era parte del supercontinente Gondwana, un lugar más cálido y lleno de vida.

Y es ahí donde la historia toma un giro aún más inquietante. Esa fecha coincide con la extinción masiva del Pérmico-Triásico, conocida como la “Gran Mortandad”. Fue el mayor evento de desaparición de especies en la historia de nuestro planeta: se extinguió el 81% de la vida marina y más del 70% de los vertebrados terrestres. Hasta hoy, el origen de este desastre sigue sin estar del todo claro. La hipótesis más aceptada sugiere que se debió a una actividad volcánica descontrolada que desencadenó un efecto invernadero letal. Pero si realmente hubo un impacto meteórico de esta magnitud en la Antártida, la historia podría necesitar una reescritura.

Algunos científicos creen que ambos 

 

 

 

 

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