 |
|
fenómenos pudieron
haber ocurrido en paralelo, potenciándose mutuamente. La colisión de un
asteroide de semejante tamaño habría lanzado a la atmósfera millones de
toneladas de polvo y gases, bloqueando la luz solar, alterando el clima global y
acelerando procesos de extinción ya en marcha. El cráter de Wilkes, por tanto,
podría ser la pieza faltante para comprender uno de los grandes misterios de la
paleontología y la climatología.

Sin embargo, la comunidad científica también mantiene los pies en la tierra.
Existen otras teorías que explican la estructura detectada bajo el hielo.
Algunos geólogos creen que podría tratarse de una antigua formación volcánica,
una cuenca sedimentaria colapsada o un sistema de valles fuertemente erosionados
con el paso del tiempo. Pero ninguna de estas alternativas explica con claridad
la anomalía gravitacional registrada, ni encaja tan bien con la forma circular
de la estructura.
La dificultad para confirmar cualquier hipótesis radica en el acceso. Investigar
el cráter de Wilkes no es tan sencillo como excavar en tierra firme. Implicaría
perforar más de un kilómetro en uno de los entornos más inhóspitos del planeta,
donde el clima extremo, la logística compleja y los altos costos convierten
cualquier proyecto en una odisea. Por ahora, las investigaciones se limitan a
métodos remotos. Y aunque cada nuevo dato refuerza la teoría del impacto, los
científicos reconocen que se necesita una exploración más profunda para resolver
definitivamente el enigma.
La Antártida, silenciosa y helada, guarda con celo sus secretos. Pero si el
Cráter de la Tierra de Wilkes resulta ser lo que muchos sospechan, su
descubrimiento no solo reescribirá un capítulo de la historia natural del
planeta. También nos recordará que el universo es un escenario impredecible, y
que la vida en la Tierra, por muy estable que parezca, siempre ha estado a
merced de fuerzas mucho más allá de nuestro control.
|
En el rincón más helado del planeta, donde el viento corta como
cuchillas y el hielo ha reinado durante millones de años, podría
esconderse una pista esencial para entender uno de los episodios más
oscuros en la historia de la vida en la Tierra. Se trata del llamado
Cráter de la Tierra de Wilkes, una estructura circular de 500
kilómetros de diámetro enterrada bajo el hielo de la Antártida
oriental. Su origen aún es incierto, pero cada indicio apunta hacia
una hipótesis que intriga a la ciencia desde hace décadas: podría
tratarse del impacto de un meteorito tan gigantesco, que su colisión
cambió el curso de la evolución terrestre.

El primer indicio llegó en 2006, cuando satélites de la NASA
detectaron una anomalía gravitacional en esa región del continente
blanco. Algo, bajo la superficie congelada, alteraba el
comportamiento del campo gravitatorio. Al analizar los datos con
mayor profundidad, los científicos descubrieron que una masa
inusualmente densa se encontraba sepultada bajo más de un kilómetro
de hielo. La forma circular de la estructura, confirmada con ayuda
de imágenes satelitales y técnicas de gravimetría, fortaleció la
teoría del impacto: parecía un cráter.
Pero no era un cráter cualquiera. La dimensión del supuesto impacto
—que duplica el tamaño del cráter de Chicxulub en México, famoso por
haber acabado con los dinosaurios hace 66 millones de años— es tan
descomunal que cuesta dimensionarla. Según simulaciones realizadas
por astrónomos, el asteroide que habría originado el cráter de
Wilkes medía unos 48 kilómetros de ancho. La energía liberada en su
colisión habría alcanzado los 8.000 millones de
megatones. Para ponerlo en perspectiva, es como si se
detonaran simultáneamente millones de bombas
|
|
como las de
Hiroshima, pero multiplicadas al infinito.
Los científicos llevan tiempo buscando respuestas en la región, aunque las
condiciones extremas y el costo de una expedición directa al corazón del cráter
hacen que la mayoría de las investigaciones se basen en datos indirectos:
imágenes satelitales, mapas de gravedad, análisis sísmicos y el hallazgo de
fragmentos de meteoritos tanto en la Antártida como en Australia. A partir de
estos indicios, se estima que el impacto habría ocurrido hace aproximadamente
250 millones de años, cuando la Antártida era parte del supercontinente Gondwana,
un lugar más cálido y lleno de vida.
Y es ahí donde la historia toma un giro aún más inquietante. Esa fecha coincide
con la extinción masiva del Pérmico-Triásico, conocida como la “Gran Mortandad”.
Fue el mayor evento de desaparición de especies en la historia de nuestro
planeta: se extinguió el 81% de la vida marina y más del 70% de los vertebrados
terrestres. Hasta hoy, el origen de este desastre sigue sin estar del todo
claro. La hipótesis más aceptada sugiere que se debió a una actividad volcánica
descontrolada que desencadenó un efecto invernadero letal. Pero si realmente
hubo un impacto meteórico de esta magnitud en la Antártida, la historia podría
necesitar una reescritura.
Algunos científicos creen que ambos
|