EDITORIAL
Conversar
Hay consenso respecto a que el deporte nacional
consiste en el permanente ejercicio de mover la lengua y conversar y
que los conversatorios suscitan debates en los que las personas
argumentan, hacen críticas constructivas y manifiestan respeto y
buen trato con los interlocutores De tal manera que al terminar una
conversación los participantes y el auditorio, porque, en ocasiones
algunas personas que no toman la palabra, mantienen conversación y
dialogo íntimo, que les permite sacar sus propias conclusiones
respecto de lo que oyen. Esto mismo sucede con todos aquellos que
parlaron, porque al final de toda buena conversación, siempre hay
consensos y disensos, entre las personas pues la unanimidad no tiene
consenso entre singulares.
Un tema de conversación entre las multitudes ciudadanías libres son
las preguntas de la consulta popular que el Gobierno de Gustavo
Petro ha puesto a consideración de los electores, para que voten por
el si o por el no. Un apostolario de doce preguntas, algunas de
ellas que ya fueron planteadas en el siglo diecinueve y que se
aceptaron por consenso de la internacional proletaria, entre ellas,
que las veinticuatro horas del día fueran divididas en una trinidad
de 8 horas de trabajo, 8 de sueño y ocho de descanso o de tiempo
libre.
La posición geográfica de Colombia hace que la luz del sol
normalmente despliegue su claridad a las seis de la mañana y que a
las seis de la tarde se oculte en el ocaso y empiece la oscuridad. A
esas doce horas hace referencia la primera pregunta de la consulta
popular. Entonces la jornada productiva del día laboral de 8 horas
remuneradas mediante salario tendrá que realizarse durante el
transcurso de esas doce horas.
Normalmente la jornada laboral en las ciudades y municipios de
Colombia empieza a las ocho de la mañana y concluye a las cinco de
la tarde. De ese horario se desprende que a luz del día, a las
personas asalariadas les quedan cuatro horas de libertad para la
recreación del libre desarrollo de su personalidad y de reposición
de energía correspondientes a su alimentación, descanso entre las
rutinas de trabajo y tiempos de desplazamiento y movilidad para ir
de la casa al trabajo y retornar del trabajo a la casa.
En la realidad, esas cuatro horas más de movilidad confortable y de
nutrición y recreación, lo que son a la hora del desayuno, del
transporte y del almuerzo son los tiempos del afán, la congestión y
el ruido de los noticieros de televisión, acompasados por el
rastrillo de los cubiertos sobre los platos en el que se sirven dos
clases de almuerzos para personas corrientes y para ejecutivos. Los
primeros, los del “corrientazo”, tienen una hora para su almuerzo a
toda mecha. Los ejecutivos tienen dos horas, salen a las doce y
regresan a las dos.
Ahora bien, los trabajos burocráticos o de escritorio pueden
evacuarse durante la jornada laboral del día, pero en las fabricas
se trabaja las veinticuatro horas del día y allí las jornadas
laborales para algunos trabajadores se hace móvil ya que realizan
turnos de trabajo durante la jornada laboral de las doce horas que
transcurren entre las seis de la noche y las seis de la mañana,
tiempo del trabajo que se reconoce como la jornada laboral nocturna.
Entonces, ¿a qué horas debe empezar la jornada laboral nocturna?
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Un gobierno
folclórico en un mundo de estadistas

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Las cosas se parecen a quién le pertenece y esto hace
que las personas distingan a su dueño. Cada marca es un sello
particular y esto abre mercado en cualquier sitio donde ponga el
producto. Con este derrotero podemos ver y distinguir miles de
marcas y millones de consumidores e imitadores.
En el mundo político ocurre el mismo fenómeno y esto ha hecho que
personajes a través de la historia hayan marcado su momento
histórico por lo que hicieron. Hoy los estudiamos y nos sirven como
luz para no cometer sus errores, porque cada uno tiene su propia
historia que no se repite.
El ser humano ha creado imágenes de seres sin iguales que veneran
para así apartar esos malos momentos de la vida y dejar un espacio
de esperanza y no permanecer aislado e incrédulo a los nuevos
avatares que se van a suceder con la llegada de nuevas generación de
seres humanos.
Colombia no ha sido una sociedad compacta y está muy
lejos de serla porque no la han dejado madurar por la falta de
maestros con tal disciplina. Ha estado en manos de amateurs y
quienes dirigen el Estado no tienen conocimiento de cómo dirigir un
Estado para que sea próspero y cimentado hacia una nación con visión
del presente y el futuro.
El gobierno de Colombia es folclórico y se ajusta a
su gran mayoría de ciudadanos porque ven en ellos que los
representan y han sido parte de esa rumba alegre que la gran mayoría
lleva por dentro. Colombia no es un país flemático ni disciplinado,
es una nación donde todo se hace por esa intuición que creen traer
porque se le ha dicho que colombiano no se vara y es un verraco para
hacerlo todo.
Cuando analizamos a la gente desde otra perspectiva la encontramos
muy inmadura, con poco entrenamiento profesional, con intereses
fuera de la labor que está desempeñando. Está en el rebusque
continuo para poder alcanzar un estándar económico porque no tiene
seguridad laboral, porque el Estado maneja un código laboral que
afecta tanto al empleador como al empleado. Y no le puede dar las
garantías que realmente el ciudadano necesita.
Bajo esta dinámica es muy difícil que un presidente pueda
administrar un país y elevar su condición de vida actual.
Incumplir a las citas hace parte de ese folclor porque ya están
acostumbrados a vivir la vida loca de Mark Anthony y todos dan como
un hecho porque eso es lo normal. Pero no en un mundo donde la
disciplina política es puntual frente a otros
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mandatarios. Aquí tiene que haber respeto hacia los demás y no
presumir que con solo hablar demagógicamente se va a congraciarse con todo el
mundo.
LAS CABEZAS CORTADAS DE TULUÁ
Crónica #1102

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=yzUidkhWADw
En Tuluá el pasado jueves encontraron en el barrio Avenida Cali, en la zona
boscosa que separa el río de la prolongación de la Calle 28, la cabeza de un
joven que no alcanzaba los 18 años, cuya desaparición había sido denunciada por
sus familiares residentes en el barrio de callejones de Aguaclara.
Hasta ayer no había aparecido su cuerpo, el menor tenía tres anotaciones
en los registros policiales por contravenciones adolescentes, a su lado,
macheteramente hecho, tenía un letrero: "¡por rata!".
En los noticieros y en la prensa caleña aprecio un boletín de la Policía
que hablaba del descubrimiento de restos humanos, les dió culillo aceptar que en
Tuluá, municipio bajo su jurisdicción y vigilancia, habían vuelto a encontrar
cabezas cortadas.
Al día siguiente, viernes, en frente del barrio La Playita, también a orillas
del río Tuluá, se encontró el tronco de otro descabezado.
Aún así y todo, las autoridades que volvieron a ser incapaces de
registrar como tal la segunda cabeza cortada en menos de 24 horas en sus
boletines, hicieron correr el rumor de que el cuerpo sin cabeza es de un
habitante de la calle, de los que en el sector de La Galería llaman chirretes.
Al mismo tiempo el semanario El Tabloide que está cumpliendo 50 años de
salir cumplidamente los sábados, registra en la semana anterior nueve muertos a
bala en el casco urbano y tres más en la zona rural.
Pienso que algo mucho más peligroso que lo narrado por mí en el libro Las
Guerras de Tuluá debe estar sucediendo en el terruño.
Interés en averiguar más profundamente no hay por parte de ninguna
autoridad, ONG, o entidad investigativa.
Si a la Policía le da culillo registrar en sus boletines las cabezas
cortadas, por algo debe ser. Si a las autoridades civiles, judiciales y
gubernativas esta oleada no les arruga el alma, el asunto debe ser peor.
Eso sí, a quienes sobrevivimos en Tuluá nos ahorca saber que nadie parece
conmoverse y que quienes lo denunciamos corremos muchísimo riesgo haciéndolo.
El Porce, abril 29 de 2025
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