Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur Klemath Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.477-1057

Fecha: Jueves 01-05-2025

 

EDITORIAL

 

Tiempos sombríos

 

La sombra de la violencia sistemática ha regresado con fuerza a escenarios donde nunca se fue del todo. Los asesinatos selectivos de miembros de la Fuerza Pública no solo evocan capítulos oscuros de la historia reciente, sino que reafirman la persistencia de un conflicto armado que, lejos de apagarse, muta y se adapta a los tiempos. La denuncia sobre un posible “plan pistola” no puede tomarse a la ligera: apunta a una estrategia calculada de aniquilamiento, diseñada para socavar la moral del Estado desde sus propias entrañas.

En apenas unas semanas, las cifras de uniformados asesinados hablan por sí solas. No se trata de hechos aislados ni de retaliaciones puntuales. Es violencia con firma, con lógica territorial, con objetivos simbólicos y tácticos. Es la violencia de siempre, disfrazada de nuevas causas, que instrumentaliza a jóvenes armados para sembrar terror y debilitar las instituciones desde lo más profundo.

 

El país enfrenta un desafío mayúsculo: el fracaso parcial de las negociaciones con grupos armados revela que la voluntad política, sin una estrategia integral, es tan frágil como las promesas de tregua. Dialogar no es claudicar, pero tampoco puede ser una coartada para la inacción o el voluntarismo. Mientras una mano se extiende para firmar acuerdos, la otra debe ser capaz de garantizar la seguridad en el territorio. Lo contrario es alimentar la confusión y, peor aún, poner en riesgo a quienes llevan el uniforme del Estado.

 

Hoy, más que nunca, se hace evidente la necesidad de una política de seguridad que no dependa de la coyuntura ni de anuncios mediáticos. La improvisación en este terreno se paga con vidas humanas. Y esas vidas tienen rostros, familias, historias truncadas por una violencia que parece no tener fin. La ciudadanía necesita claridad, no solo en las cifras, sino en las acciones.

 

Si el Estado no protege a sus propios servidores, ¿cómo podrá proteger al resto de la población? La violencia no se enfrenta con retórica, se combate con inteligencia —en todos los sentidos del término—, con justicia que actúe y con un enfoque territorial que entienda las dinámicas locales del crimen.

 

Frente a un enemigo que opera con planificación y crueldad, la respuesta debe ser proporcional, coherente y sostenida. Lo contrario sería permitir que el miedo, una vez más, imponga su ley. Y esa es una derrota que el país no puede volver a permitirse.

 

 

 

La experiencia de años vividos es base para alcanzar la plenitud

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com

 

La vida es un estado de conciencia en desarrollo. Lo demás es circunstancial. Es como si todo sucediera en un destiempo donde nosotros estamos ahí haciendo presencia en lo inesperado. Por eso cada día es diferente y estamos a merced de quienes dirigen el concierto social.

Unos envejecen, otros añejan, el resto simplemente está como parte de bosque que da pulmón al aire para que la vida continúe.

Sociedades malformadas usan al bosque para que el Estado funcione y los viejos y añejos simplemente miran pasar los días con la esperanza que ese bosque se encienda para que nazca una nueva vegetación. Eso jamás pasa, lo que sí sucede es que un pirómano aparece en los extremos del bosque y hace que todo cambie de la noche a la mañana. Y todos creen que sobre esas cenizas nacerán nuevas generaciones que harán el verdadero cambio. Esas cenizas no son volcánicas que sí traen los nutrientes para una nueva vida.

Las nuevas generaciones no tienen los nutrientes volcánicos que los hagan actuar como si el conocimiento lo hubieran obtenido de ese pasado de donde ellos vienen. Actúan aferrados a las mismas leyes que han hecho tanto daño por décadas y no entienden que se pueden cambiar por algo mejor si presionan a los políticos para que actúen en interés de los electores quienes fueron los que los eligieron.

Los de antaño eran iletrados y no pudieron hacer nada, eran los líderes quienes comandaban esas huestes de criminales que arrasaron con todo y que aún siguen libres sin ser juzgados por sus crímenes. Ellos seguirán en la memoria de los millones de dolientes que jamás perdonan, aunque se firme cualquier acuerdo de paz.

La experiencia está ahí de esos años vividos que no va a permitir que se repita otra vez ese pasado. Sin ella estaríamos en peligro de vivir lo que no se ha vivido. Por eso la experiencia de los años es importante tenerla en cuenta y no rechazar aquellos mayores porque se cree que no se va a desempeñar bien.

En Colombia se ha preferido a los jóvenes para laborar porque no tienen experiencia, pero se les rechaza por lo mismo. Al final se eligen porque es más fácil manipularlos en el pago y en las labores que van a desempeñar.

Los viejos dejan que todo suceda porque hay temores de todas las condiciones y es mejor dejar que pasen los de la primera
línea arrasando con todo a que ellos

 

 

 

terminen mal trechos y mal heridos en un arranque patriótico.

 

La plenitud de la vida no se alcanza desde el rincón de la alcoba, solo se llega a ella negándoles a los políticos los derechos que ellos exigen cuando son elegidos. Ellos son nuestros empleados, y como tal hay que obligarlos a que cumplan con sus obligaciones, que es, hacer que la nación funcione para el bien de todos.

 

LA INDIAMENTA DE LA NACIONAL
Crónica #1114

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Audio: https://www.spreaker.com/episode/la-indiamenta-de-la-nacional-cronica-1114-de-gardeazabal--65810590

 

Si nos atenemos al uso despectivo de la palabra indiamenta que el presidente Petro usó para clasificar a los socios oligarcas del dediparado club El Nogal, tendríamos que considerar otra vez más como contradictorio al primer mandatario.

 

Salvo que haya caído de nuevo en uso inapropiado del lenguaje, queda difícil admitir que el presidente de los colombianos, quien convoca a los indígenas de todo el país a que acudan a Bogotá a apoyar su manifestación de mañana 1 de mayo, use por redes sociales un insulto o expresión tan despectiva como indiamenta, renovando el considerando racista que heredamos de la colonia española para calificar a los pueblos indígenas que aquellos ibéricos arrasaron con la cruz y con la espada.

Por supuesto, el presidente, como vigente ciudadano italiano, no va a corregir y menos cuando una mayúscula representación indígena ha estado llegando en sus chivas multicolores y en sus toldos y camionetas de nuevos ricos a instalarse en los campos de la Universidad Nacional.

 

Y no lo hace porque para su ideología leninista la repetición de la toma de los espacios universitarios, que ya se ha hecho en Cali varias veces, abofetea en Bogotá tanto al alcalde Galán como a millones de habitantes que siguen mirando a los indios como los miraban los españoles cuando llegaron a la sabana en 1536.

Y como la sensación de desorden que dan las mingas cuando se asoman en los territorios blancos es contagiosa, así siga siendo en el fondo una indiamenta para el presidente, le satisface sus expectativas de usar el pánico como instrumento electoral.

Mientras tanto sus opositores insisten en creer que Petro es derrotable con cualquier candidato porque ellos continúan jugando a las muñecas y no amplificando para combatir de verdad el peligro del caos que a toda costa el presidente quiere convertir en herramienta política.

El Porce, mayo 1 del 2025

 

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
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Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
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Soporte Tecnológico
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Nadeem Khan

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Colaboradores

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Gustavo Álvarez Gardeazábal

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