EDITORIAL
Voluntad
La paz es el gobierno y el gobierno gobierna en paz,
en tanto que en la guerra sólo existe el desgobierno y en donde hay
guerra no hay gobierno. Por eso, la paz no es un asunto del gobierno
solamente, sino que es la propiedad y el dominio de las personas que
hacen parte de las comunidades que habitan en los territorios. La
paz es el gobierno de las personas siendo el control de los actos de
violencia lo que cada uno tiene que tener respecto de sí mismo.
Agredir a otros de palabra y obra es una conducta impropia.
La primera línea de las multitudes de la paz se encuentra en los
frentes en los que hay guerra. La responsabilidad de neutralizar a
los violentos no es solo de las fuerza militares y de policía sino
que es, en buena parte, de las multitudes ciudadanas que no se
permiten tomar partido por los civiles que en los territorios
proponen solucionar las desigualdades sociales, económicas y
ambientales invitando a matar, amenazar, torturar y desaparecer a
quienes ellos consideran objetivos militares. En tal sentido, la
objeción de conciencia, más que la de abstenerse a formar fila en un
grupo armado, es la convicción de que por causa alguna no se
justifica matar o ser asesinado.
La voluntad de poder es una proposición que invita a las
ciudadanías, a cada uno de los sujetos colectivos a que se sientan y
se piensen en paz. Han de permanecer imperturbables ante la
complejidad y la incertidumbre con la que se manifiestan las
personas vestidas de autoridad por el simple hecho de portar un arma
con la que tienen el poder de matar a diestra y siniestra, por
motivos de la derecha o de la izquierda. Colombia está llamada a ser
una nación sin asesinos en armas que la montan de guapos y de
matones dedicados a cometer crímenes de lesa humanidad.
La paz es el camino, y quienes no lo entienden están muertos por la
causa violenta. Son personas infrahumanas: necios a quienes se les
debe modular el impulso de muerte. La guerra de la paz es un juego
divertido que consiste en desarmar la voluntad de dominio y el poder
matar. La paz es absoluta en cuanto que elimina todos los actos
violentos, incluso los estallidos sociales de confrontación entre
las fuerzas militares y de policía contra las ciudadanías de las
organizaciones civiles, sociales y sindicales.
Las vanguardias guerrilleras de la lucha revolucionaria obstruyen
con su proceder las reivindicaciones que las comunidades en los
territorios exigen a través de pliegos de negociación con el
gobierno local, regional o nacional que representa al Estado. En la
práctica, las guerrillas son violadoras de los derechos humanos de
las multitudes desarmadas. La polarización no es más que el odio de
los unos contra los otros ya que el uno no concibe la existencia del
otro. La paz es una responsabilidad colectiva.
El nuevo estallido social va de frente con el desarme, tanto el de
la mente como el de las armas. La mente consciente no aprieta el
gatillo, no hunde el puñal en cuerpo ajeno ni envenena el agua. Los
pacíficos tienen que desarmar a los violentos sin destruir las armas
ni matar a los potenciales asesinos. Hay que recordar que no hay
revolución sin evolución ni evolución sin revolución. No matar es
una utopía en verdad a la re-evolución.
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La corrupción,
un virus al que hay que vacunar

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Hay una sola clase que se mueve por el planeta y que
está representada por el ser humano. La diferencia entre unos y
otros es su quehacer diario y sus ambiciones futuras. Desde
principio a fin todos tenemos un comienzo y un final donde los dos
extremos vienen sin nada material. Solo su intelecto que los hace
distintos los unos de los otros.
Si una sociedad es primitiva, ella se mueve al ritmo de sus
necesidades y sobreviven según la fuerza de su naturaleza
individual. Aquí no hay un dios salvador o una vida eterna después
del final. Todos somos iguales al final del ciclo vital.
En la estela de la evolución unos están adelante, otros en el mismo
lugar, otros en proceso de aprendizaje y acumulación de experiencias
y los más avanzados viviendo de ese conocimiento y observando al
resto del mundo en su lucha por alcanzar lo que creen que carecen
para llenar ese vacío interior y vivir cómodamente.
La ambición de unos, estos que no tienen capacidad de
entender lo que es la vida, se lanzan al encuentro con otros como
ellos a fastidiar al resto de la humanidad en la adquisición de
bienes que creen que los harán felices. Pero así no funciona la
naturaleza humana.
Las grandes riquezas existentes en estos días en el
mundo se han logrado por golpes de suerte y el manejo de la
tecnología. Ahora ellos no saben qué hacer con esas fortunas y
tratan de repartirlas dentro de sociedades en desigualdad de calidad
de vida.
Con la corrupción no se hacen grandes fortunas, ella hace más daño a
su alrededor y afecta la vida de cientos de personas. La ignorancia
promueve estos actos corruptivos y por eso las cárceles están
ocupadas por estos criminales sociales.
La corrupción en los Estados nace por el mal manejo de las leyes
sobre la cotidianidad de la vida. La gente no quiere pagar por algo
que consideran que debe estar exenta de impuestos o que el precio es
elevado. Las aduanas son los mayores generadores de corrupción,
Además los impuestos establecidos son otro dolor de cabeza para los
usuarios y dueños de empresas. Siempre están evadiendo el pago de
ellos y recibiendo en efectivo los pagos.
Otra de las modalidades es el porcentaje que cobren
los políticos por sus servicios y el pago a quienes financiaron sus
campañas políticas. Todo esto es un círculo vicioso que jamás va a
parar.
Al final del día, todos somos corruptos sin haberlo
pensado dos veces.
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Hay que revisar nuestra agenda de sobrevivencia y madurar
intelectualmente para poder hacer los correctivos necesarios que permitan que
nuestra vida esté un poco limpia de tanta suciedad que nos rodea.
Hay sociedades que han logrado avanzar lentamente en su integración hacia una
calidad de vida libre de sobresaltos, desconfianzas entre unos y otros y vivir
con las puertas abiertas porque no hay temor de ser asaltados por un desubicado
social.
EMPUÑANDO LA ESPADA
Crónica #1117

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://youtu.be/bSFAIPlEhgU
El gesto del presidente Petro, vestido de suéter rojo y guantes blancos
empuñando la espada de Bolívar, tiene tanto de largo como de ancho.
Si dentro de la nutrida lista de símbolos que ha querido usar durante su
mandato y en los aposentos de la Casa de Nariño, este gesto tan rotundo es uno
de ellos, resulta desfasado, provocador y demasiado contradictorio como actitud
violenta para alguien que insiste en predicar y ejecutar la paz total.
Pero si a más de simbólico, el gesto pretendía enviar un mensaje a
distintos estamentos, corre el riesgo de ser muy mal recibido por la mayoría de
a quiénes está dirigido y se convierte más bien en una voz de alarma para el
resto de ciudadanos que vimos elegir a un exguerrillero presidente y ahora
contemplamos a un presidente guerrillero que, espada en mano abandona su rol de
primer mandatario responsable para librar, al menos en su imaginario desbocado,
una guerra de guerrillas contra el Congreso, contra las Cortes y quizás hasta
contra sus propios ministros y contra los votantes que no lo apoyen.
Y si acaso ese gesto, más dramático que comediante, de empuñar una espada
polémica pretende recordarnos que su modelo como gobernante es el del leninista
de Chávez, que hizo lo mismo en Venezuela con la otra espada de Bolívar, el
efecto de esta actitud del primero de mayo se torna en asustador para quienes
siempre dijeron, y siguen cacareando, que Petro dizque va a convertir a Colombia
en otra Venezuela, navegando entre la escasez de comida, medicamentos y
combustibles.
En palabras más concretas, ese gesto de Petro en la plaza de Bolívar, por donde
se le mire ha terminado siendo mucho más estruendoso que lo buscado por el
presidente y sus asesores de imagen y ha renovado peligrosamente el pánico
nacional, espantando la serenidad muy lejos de la ruta por donde debe
conducirnos un gobernante en tiempos de crisis.
El Porce, mayo 6 del 2025
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