El cine ilumina las raíces afro en San Basilio de
Palenque

En la tierra donde la libertad tiene tambor y memoria, una pantalla blanca se
convierte en espejo del alma afrocolombiana.
San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América, vuelve a ser
noticia, pero esta vez no por sus luchas ancestrales, sino por su mirada al
futuro a través del cine. En el marco de la Semana de la Afrocolombianidad, el
séptimo arte se convirtió en el protagonista inesperado de las calles
polvorientas y las aulas vibrantes de esta comunidad cargada de historia.
Desde el 19 hasta el 25 de mayo, la Institución Educativa Técnica Agropecuaria
Benkos Biohó —bautizada en honor al líder cimarrón que desafió el yugo colonial—
se transformó en un improvisado cine comunitario. Allí, niños y adolescentes,
muchos de ellos viendo una película por primera vez en pantalla grande, se
dejaron llevar por historias que les hablaban directamente al corazón: relatos
de resistencia, de danza, de lucha y orgullo afrodescendiente.
La iniciativa es liderada por el Consejo Comunitario de San Basilio de Palenque,
que diseñó una agenda cultural enfocada en fortalecer la identidad y la memoria
histórica de las nuevas generaciones. No se trata solo de entretenimiento: es
pedagogía, es memoria viva, es un acto político y cultural.
A lo largo de la semana, las proyecciones despertaron emociones intensas.
Jóvenes que antes cruzaban la escuela como una rutina, ahora esperan las
funciones con la ansiedad de quien se sabe parte de algo más grande. “Es como si
esas películas nos hablaran a nosotros”, comentó María del Carmen, una
estudiante de 16 años que asegura haber descubierto en el cine un nuevo modo de
verse a sí misma.
La pantalla, en medio del calor del trópico y el eco de los tambores, proyectó
películas que llegaban desde distintos rincones del mundo afro: desde las costas
caribeñas hasta aldeas africanas, donde la dignidad y la lucha siguen siendo
protagonistas. Cada historia parecía tender un puente entre el pasado y el
presente, entre los ancestros y estos jóvenes palenqueros que ahora caminan con
otros ojos.
El cine, ese invento que en otro tiempo fue visto con recelo por los mayores, se
ha ganado su lugar en Palenque. Ya no es una rareza tecnológica, sino una
herramienta de transformación cultural. En una comunidad que ha sabido resistir
con orgullo, ahora también se proyecta con esperanza.
Identidades en pausa: La espera de las personas no
binarias por la cédula digital en Colombia

“Es como si tu existencia no fuera válida”, dice Tonny Gualdron, mientras su
identidad sigue atrapada en un sistema que no sabe
cómo nombrarla.
En Colombia, para muchas personas no binarias, el acceso a un documento que
refleje quiénes son sigue siendo una lucha cuesta arriba. Aunque el país ha dado
pasos importantes en el reconocimiento de la diversidad de género, el camino
sigue lleno de trabas burocráticas, tecnológicas y políticas.
Tonny Gualdron, activista y
ciudadane no binarie de Barranquilla, logró en 2024 un hito:
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la Corte Constitucional falló
a su favor y ordenó a la Registraduría Nacional expedir una cédula digital con
el marcador de sexo “No Binario”. El fallo T-527 reconoció que negar ese
documento vulnera derechos fundamentales como la igualdad, el libre desarrollo
de la personalidad y la identidad de género. Sin embargo, a menos de un mes de
vencerse el plazo fijado por el alto tribunal, el documento aún no ha sido
entregado.
La Registraduría, en respuesta a un derecho de petición, admitió que el sistema
informático sigue en desarrollo y que no estaría listo hasta noviembre, siete
meses después del límite impuesto por la Corte. Para Gualdron, la demora es más
que un retraso técnico: “No se trata solo de un papel, es el reflejo de una
identidad negada, de una ciudadanía incompleta”.
Aunque en Colombia es posible cambiar el marcador de sexo a “No Binario” en el
registro civil y en la cédula amarilla, la nueva cédula digital —obligatoria
para quienes hoy cumplen 18 años— aún no contempla esa categoría. Esto excluye
de facto a jóvenes no binaries del derecho a identificarse con precisión,
generando barreras en el acceso a servicios básicos como salud, educación y
seguridad social.
A pesar del fallo, ni la Registraduría ni el Departamento Nacional de Planeación
(DNP) han cumplido con lo ordenado. El DNP, incluso, alegó no haber sido
notificado oficialmente de la sentencia, lo que retrasa aún más un proceso que
ya debería estar en ejecución.
La historia de Gualdron es también la de muchas otras personas que se ven
forzadas a interponer tutelas para lograr que el Estado reconozca lo que debería
ser evidente: su existencia. “No es un capricho. Es dignidad”, afirma. Y aunque
el reloj legal sigue corriendo, en la práctica, la igualdad prometida sigue
siendo solo una promesa. Colombia tiene una deuda pendiente con las identidades
diversas. Y el tiempo para salvarla se agota.
Colombia siembra menos y el riesgo alimentario crece

Los paisajes agrícolas de Colombia, antaño repletos de cultivos de maíz, trigo,
fríjol y sorgo, hoy lucen cada vez más vacíos. El 2024 marcó un retroceso
significativo en la siembra de cereales y leguminosas, lo que ha encendido las
alarmas en sectores del agro y la seguridad alimentaria nacional.
Según datos revelados por la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales,
Leguminosas y Soya (Fenalce), cultivos fundamentales para la dieta colombiana y
el sustento de miles de familias rurales cayeron de forma preocupante. El maíz
blanco, esencial en la alimentación y la ganadería, redujo su volumen de
producción en 24,5 % y su área sembrada en 21,2 %. Aún más dramática fue la
caída del trigo: 48,8 % menos área sembrada y 44,3 % menos producción.
Esta tendencia no solo representa un golpe al campo colombiano, sino que impacta
directamente al bolsillo del consumidor. Menos siembra significa más
importaciones, lo que a su vez incrementa la vulnerabilidad ante la volatilidad
de los precios internacionales y los problemas logísticos globales.
Detrás de esta disminución hay causas estructurales que no son nuevas, pero que
este año se agravaron. Fenalce señala la falta de políticas que garanticen
precios justos para los agricultores, el impacto creciente del cambio climático
con climas impredecibles y la ausencia de estímulos reales para mejorar la
competitividad en el sector.
“Sabemos que Colombia tiene el
potencial productivo, pero sin cambios estructurales y
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voluntad política, es muy difícil avanzar”, afirma Arnulfo
Trujillo, gerente general de Fenalce.
Las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE)
también reflejan esta presión sobre el agro. En abril de 2025, la agricultura
fue el sector que más aumentó sus costos de producción con una variación del
11,5 % anual, superando con creces a otros sectores como la industria y el
comercio.
Aunque hubo señales positivas en cultivos como la soya, la cebada y la avena, su
participación sigue siendo marginal frente al peso que tienen el maíz y otros
granos estratégicos. La soya, por ejemplo, aumentó su área sembrada en 18,9 %,
pero no compensa las pérdidas generales.
En el fondo, el problema no es solo del campo: es de país. Si Colombia continúa
perdiendo terreno en cultivos esenciales, la seguridad alimentaria se convierte
en un lujo y no en un derecho. El riesgo ya está sembrado, falta saber si habrá
voluntad suficiente para cosechar soluciones.
ONU advierte que cinco pueblos indígenas de la
Sierra Nevada podrían desaparecer

Los kogui, arhuacos, wiwas, kankuamos y arzarios, guardianes ancestrales de la
Sierra Nevada de Santa Marta, enfrentan una amenaza que va más allá de lo
simbólico: la extinción. Así lo advirtió con firmeza el Alto Comisionado de la
ONU para los Derechos Humanos en Colombia, Scott Campbell, tras visitar la
región y constatar la gravedad de la situación.
En medio de la belleza de sus paisajes y la profundidad espiritual de sus
territorios, estos pueblos luchan por sobrevivir frente a la violencia armada,
el abandono estatal y las múltiples formas de exclusión. “El riesgo de extinción
física y cultural es real. Es una tragedia que aún podemos prevenir”, aseguró
Campbell.
La advertencia no es nueva, pero sí más urgente. Desde 2022, el incremento de la
violencia en la Sierra ha sido alarmante. Grupos armados ilegales, atraídos por
el control de rutas del narcotráfico y otras economías ilícitas, han convertido
la región en un campo de disputa que arrasa con todo a su paso.
La comunidad wiwa ya ha sufrido el desplazamiento de al menos 600 personas solo
en lo corrido de 2024. Masacres, cuerpos abandonados con señales de tortura,
restricciones a la movilidad, amenazas y asesinatos de líderes son parte de la
cotidianidad. Las autoridades indígenas han denunciado cómo estas agresiones
desarticulan sus prácticas culturales, espirituales y de gobierno propio.
Las mujeres y niñas indígenas viven una situación aún más crítica. Campbell fue
tajante: “La situación de las mujeres indígenas se parece a la del siglo X”. Sin
acceso efectivo a la justicia, sin rutas de atención con enfoque étnico, y
expuestas a violencia sexual y amenazas, muchas de ellas ni siquiera pueden
salir del territorio para pedir ayuda. Sus testimonios, recogidos durante la
visita, dan cuenta de una vulnerabilidad extrema y una ausencia total del
Estado.
A pesar del panorama, la respuesta estatal ha sido calificada como
“insuficiente”. La ONU pidió al Gobierno colombiano implementar medidas urgentes
que incluyan la protección del territorio, el reconocimiento de las autoridades
ancestrales y garantías reales en salud, educación y justicia.
La Sierra Nevada es más que un paisaje. Es el corazón espiritual de estos
pueblos y un patrimonio que, si no se protege, podría desvanecerse para siempre.
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