Pereira, Colombia - Edición: 13.499-1079 Fecha: Martes 27-05-2025 |
TECNOLOGÍA |
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La pista más prometedora para encontrar los agujeros negros más esquivos del universo está en casa
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También se espera que misiones como el Telescopio Espacial James Webb puedan contribuir a esta búsqueda, al observar estructuras antiguas del universo y analizar el movimiento de estrellas alrededor de posibles objetos oscuros con masa significativa.
La implicación científica de hallar estos agujeros es enorme. Si se logran detectar con precisión, podrían aportar pistas sobre cómo se formaron los agujeros negros supermasivos. Una de las teorías más aceptadas sostiene que los agujeros medianos fueron las “semillas” que, tras colisiones sucesivas y acumulación de materia, dieron origen a los gigantes que habitan en el corazón de las galaxias. También podrían arrojar luz sobre los primeros mil millones de años del universo, una época aún poco comprendida.
La Vía Láctea, con
su historia de fusiones y crecimiento caótico, es el escenario perfecto para
este tipo de hallazgos. De hecho, según el modelo más aceptado, nuestra galaxia
no es el producto de una evolución lineal, sino el resultado de numerosas
colisiones con otras estructuras más pequeñas. Cada una de estas fusiones
probablemente trajo consigo su propio agujero negro, que podría haberse
estabilizado en la periferia o incluso en las regiones más oscuras del halo
galáctico.
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Durante décadas, los agujeros negros de masa intermedia han sido una especie de "santo grial" para la astronomía. Se les ha buscado con insistencia, se les ha descrito con teorías matemáticas detalladas, y se han desplegado telescopios en tierra y espacio para rastrear su huella. Pero siguen siendo invisibles. Ahora, un grupo de astrofísicos de la Universidad de Zúrich ha dado un paso decisivo para encontrarlos, y lo más sorprendente es que podrían estar más cerca de lo que se pensaba: en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea.
Los
agujeros negros medianos son una categoría intermedia entre los ya
conocidos agujeros negros estelares —que nacen del colapso de
estrellas masivas y suelen tener hasta unas decenas de veces la masa
del Sol— y los agujeros negros supermasivos, que pueden alcanzar
miles de millones de masas solares y se ubican en el centro de casi
todas las galaxias. En cambio, los intermedios se ubican entre las
10.000 y 100.000 masas solares, un rango que los hace demasiado
masivos para haberse formado de una sola estrella, pero no lo
bastante como para atraer materia de forma agresiva y emitir
radiación detectable.
El nuevo estudio, que será publicado próximamente en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, ha utilizado simulaciones avanzadas para estimar cuántos de estos objetos podrían habitar en una galaxia como la nuestra. Los investigadores de Zúrich concluyeron que podría haber entre cinco y 18 agujeros negros de masa intermedia en la Vía Láctea, sin contar al monstruo supermasivo que reina en el centro galáctico. Lo más fascinante es que algunos de estos agujeros negros podrían ser auténticas reliquias del
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universo primitivo, intactas desde su formación hace más de 13.000 millones de años.
Aunque la estimación es preliminar y carece aún de coordenadas
precisas, representa un gran avance en la estrategia de búsqueda. Durante años,
la comunidad científica ha centrado sus esfuerzos en examinar galaxias lejanas,
ambientes extremos y sistemas galácticos singulares. Pero esta nueva
aproximación sugiere que la respuesta podría estar en el "patio trasero"
cósmico. Para muchos científicos, este giro en la dirección de búsqueda marca un
cambio de paradigma. Los lugares más
probables para encontrar estos agujeros negros medianos en nuestra galaxia son
entornos difíciles de observar: cúmulos globulares, galaxias enanas absorbidas
durante las fusiones galácticas y regiones oscuras del halo galáctico. Todos
estos son espacios caóticos, sin fuentes de luz claras, donde el polvo y la
materia oscura complican aún más la tarea de detección. El desafío técnico
sigue siendo formidable. Aunque las simulaciones permiten estimar cuántos de
estos objetos existen, no pueden todavía precisar su ubicación ni masa exacta.
Sin embargo, los investigadores confían en que futuros avances en observatorios
de ondas gravitacionales —como el proyecto LISA (Laser Interferometer Space
Antenna), que será lanzado por la Agencia Espacial Europea en la próxima década—
permitan captar las vibraciones generadas por fusiones de agujeros negros
intermedios, ofreciendo una vía indirecta para confirmar su existencia.
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