Pereira, Colombia - Edición: 13.509-1089

Fecha: Sábado 07-06-2025

 

 ESPECIAL

 

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¿El próximo gran descubrimiento de la física vendrá del espacio? Agujeros negros como colisionadores cósmicos

 

 

universo”. Y añade que, si bien aún falta trabajo teórico y técnico por delante, esta línea de investigación podría abrir la puerta a detectar partículas nuevas, e incluso ofrecer pistas sobre la evasiva materia oscura.
 

La propuesta, sin embargo, no busca reemplazar los colisionadores terrestres, sino complementarlos. La física experimental requiere control, repetición, aislamiento de variables; condiciones que no siempre se pueden garantizar en fenómenos astrofísicos. Pero en un contexto donde la ciencia básica enfrenta recortes y exigencias de resultados inmediatos, pensar en nuevas formas de investigar sin depender exclusivamente de la infraestructura terrestre se vuelve más que necesario.

 

 

Y también se vuelve una invitación a replantear el enfoque con el que observamos el universo. Históricamente, la astronomía fue una ciencia pasiva: observar y registrar lo que el cosmos nos ofrecía. Pero esta nueva línea de trabajo sugiere una actitud más activa, más experimental. ¿Y si el universo mismo, con sus violentos y fascinantes eventos, ya estuviera realizando los experimentos que anhelamos hacer en la Tierra? ¿Y si solo tuviéramos que prestar más atención? No se trata de ciencia ficción. En los últimos años, la detección de ondas gravitacionales generadas por la fusión de agujeros negros y estrellas de neutrones ya cambió la manera como entendemos el cosmos. Lo que antes parecía inalcanzable, ahora se mide y analiza con rigurosidad. En este contexto, la idea de estudiar colisiones de partículas generadas en los bordes de los agujeros negros no suena tan descabellada.

Claro, aún hay muchos desafíos técnicos. Las señales que podrían indicar la presencia de nuevas partículas son extremadamente débiles y difíciles de aislar entre el ruido de fondo cósmico. Además, aún no existe un consenso sobre qué características exactas tendría una partícula de materia oscura. Pero el hecho de que esta discusión haya comenzado ya es un paso crucial.
 

Y como ocurre muchas veces en la ciencia, el simple acto de mirar hacia otra dirección puede ser revolucionario. Mientras en la Tierra debatimos sobre presupuestos, plazos y consensos políticos, allá en lo profundo del espacio, hay fuerzas titánicas colisionando partículas a velocidades inconcebibles. Solo falta que aprendamos a escuchar lo que nos dicen.

Así que, mientras el mundo espera con incertidumbre si se construirá o no el próximo gran colisionador de partículas, un grupo de científicos sugiere que tal vez ya lo tengamos, ahí, orbitando silenciosamente en el corazón de cada galaxia. La diferencia será nuestra capacidad —o no— de leer ese mensaje cósmico.

 

 
En medio de una era en la que la ciencia compite por recursos y atención política, una nueva propuesta sacude las bases de la física de partículas: tal vez no necesitemos construir un nuevo colisionador para dar el siguiente gran salto. Tal vez, ya exista uno. Y está allá afuera, en el centro de las galaxias.

Durante décadas, los aceleradores de partículas han sido una de las herramientas más importantes de la humanidad para entender los elementos fundamentales que componen el universo. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC), instalado bajo tierra entre Suiza y Francia, es un testimonio de esta ambición científica: un anillo de 27 kilómetros de circunferencia en el que se aceleran protones a velocidades cercanas a la de la luz, y se los hace colisionar para observar qué otras partículas —invisibles en condiciones normales— surgen del choque.

Gracias a este gigantesco experimento, en 2012 se confirmó la existencia del bosón de Higgs, una pieza clave del Modelo Estándar, la teoría que describe las partículas elementales y sus interacciones. Pero desde entonces, y a pesar del costo monumental de más de 10.000 millones de dólares, el LHC no ha arrojado nuevos descubrimientos que sacudan los cimientos de la física. Y aunque se planea la construcción de un colisionador aún más grande —tres veces el tamaño del actual—, su puesta en funcionamiento no se prevé antes del año 2070, siempre y cuando los países que lo financian logren ponerse de acuerdo.
 


Con este panorama incierto, un equipo de científicos liderado por Andrew Mummery y Joseph Silk, de la Universidad Johns Hopkins, lanzó una propuesta tan provocadora como fascinante: usar el cosmos como laboratorio. Específicamente, los agujeros negros supermasivos podrían actuar como colisionadores de partículas naturales, más potentes que cualquier máquina construida por el ser humano.
 

 

 

La hipótesis parte de una observación sencilla pero poderosa. En los centros de las galaxias, los agujeros negros supermasivos —con masas equivalentes a millones o incluso miles de millones de soles— arrastran consigo nubes de gas, polvo y partículas subatómicas, incluyendo protones. Estos protones, al caer en espiral hacia el horizonte de sucesos, pueden alcanzar energías colosales, comparables o superiores a las que logra el LHC. Algunas de estas partículas no terminan atrapadas, sino que son expulsadas en chorros a velocidades cercanas a la de la luz.

 

Si estas colisiones naturales entre protones producen nuevas partículas —como las hipotéticas que componen la materia oscura, que constituye el 27% del universo pero aún no ha sido detectada directamente—, entonces podrían dejar rastros detectables desde la Tierra.
 


Los investigadores proponen aprovechar los telescopios y sensores ya activos en observatorios astronómicos, diseñados originalmente para captar explosiones de supernovas o radiación de rayos gamma, y así buscar esas señales que podrían cambiar el curso de la física moderna.


Según el artículo publicado en Physical Review Journals, la probabilidad de que estas interacciones ocurran no es despreciable, y lo mejor es que la infraestructura para observarlas ya existe. No haría falta construir túneles subterráneos ni esperar décadas para que los gobiernos aprueben presupuestos multimillonarios: solo hay que mirar al cielo con la sensibilidad adecuada.

Joseph Silk, uno de los autores del estudio, lo resume con entusiasmo contenido: “Podríamos obtener una señal en la Tierra, alguna partícula de muy alta energía pasando rápidamente por nuestros detectores. Eso constituye la evidencia de un novedoso colisionador de partículas dentro de los objetos más misteriosos del
 

 

 

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