Nº 12.443-23 09-Fecha: 12-2012 

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                              OPINIÓN

 

EDITORIAL

 

Las FARC pedirán un alto el fuego y dicen estar dispuestas al desarme

 

 

La guerrilla anuncia que pedirá el cese de las hostilidades en coincidencia con el arranque del proceso de paz en octubre

 

Por Andrea Peña <> Bogotá:- Al tiempo que el Gobierno colombiano tiende la mano y busca a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para sentarse a una mesa de diálogo y hablar de paz, los militares siguen apretando con todo su arsenal en la persecución a esta guerrilla en las montañas y selvas de Colombia. El mismo martes, cuando el presidente Juan Manuel Santos anunció formal del comienzo del proceso de paz, el Ejército colombiano mató a Danilo, jefe del llamado frente 33 y mano derecha del jefe máximo de esta organización subversiva, Timochenko.

Pocas horas después de conocerse la muerte de Danilo, las FARC anunciaron su intención de pedir al Gobierno colombiano un alto el fuego en coincidencia con el arranque de las conversaciones de paz, previsto para octubre en Oslo. “Propondremos un alto el fuego en cuanto empiece el diálogo”, aseguró Mauricio Jaramillo, El Médico, un líder de la guerrilla, en una conferencia de prensa ofrecida por varios líderes de las FARC en La Habana.

Pero, mientras tanto, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia no ablandan el pulso. “Las operaciones militares, señor ministro, señores comandantes, continuarán con la misma o más intensidad”, había dicho Santos cuando reveló los cinco puntos del acuerdo firmado con las FARC.

Sus palabras fueron órdenes. Por José Epimenio Molina, conocido con el alias de Danilo, se ofrecían 800 millones de pesos de recompensa (casi 364.000 euros). Entró en las FARC hace 37 años y en todo este tiempo desempeñó cargos de importancia estratégica en la guerrilla. Formaba parte de una lista de 50 guerrilleros extraditables a Estados Unidos por delitos relacionados con narcotráfico.

Danilo fue el responsable de más del 70% de las acciones contra policías y militares en los últimos cuatro años, y contra pobladores, infraestructura vial y petrolera, y torres eléctricas en la región de El Catatumbo. “Tenía nueve órdenes de captura por los delitos de terrorismo, rebelión, narcotráfico, homicidio y secuestro, emanadas por las fiscalías de Bogotá, Cúcuta y Bucaramanga”, señaló la Fuerza Aérea colombiana en un comunicado. “Su muerte representa un golpe contundente a la espina dorsal de Timochenko”, agregó el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón.

Es así como la muerte de Danilo, dentro del marco de las negociaciones con el Gobierno, lleva un mensaje claro a la guerrilla de que las operaciones contra este grupo ilegal no cesarán. Los ocho años de ofensiva militar contundente que lideró el expresidente Álvaro Uribe, y los dos que lleva el presidente Santos, han acabado con la vida de jefes guerrilleros importantes como Alfonso Cano, Raúl Reyes, e Iván Ríos.

Esa ofensiva es la que, precisamente, ha llevado a las FARC a quedar en desventaja militar frente a las fuerzas de seguridad y la que ha forzado al grupo ilegal a aceptar hablar sobre la posibilidad de una salida negociada a 50 años de conflicto.

En el actual proceso de negociación, el alto el fuego no fue una condición previa, sino el tercer punto de la agenda acordada entre las partes. El objetivo es “el cese del fuego y de hostilidades bilateral y definitivo”, así como “la dejación de las armas y la reincorporación de las FARC a la vida civil en lo económico, lo social y lo político, de acuerdo con sus intereses”.

Y esa es una de las críticas que algunos sectores en Colombia le han hecho al acuerdo firmado por el presidente Santos y Timochenko, ya que aunque el Gobierno tiene luz verde para combatirlas, las FARC no están obligadas a detener los sabotajes y los ataques contra los civiles.

“No nos oponemos a un proceso de paz para Colombia, pero este, tal y como está [planteado], no tendrá el éxito esperado por no haber cese de hostilidades”, ha dicho el senador Juan Carlos Vélez, del Partido de la U del expresidente Uribe.

Las FARC, sin embargo, anunciaron en Cuba que tan pronto como se sienten en la mesa en Oslo, en la primera quincena de octubre, pedirán un cese al fuego bilateral. “Vamos a plantearlo, vamos a pelearlo, mejor dicho. Vamos a discutirlo ahí en la mesa, tenemos ya un punto definido que es el de tierras, pero también vamos a hablar del cese de fuego bilateral”, aseguró uno de los portavoces guerrilleros.

“Esta negociación no será nada fácil, siempre habrá temas que no le gusten al Gobierno, pero para eso estamos, para dialogar, y estamos dispuestos a buscar la mejor salida para preservar la mesa y cuidar esa oportunidad de paz para Colombia”, dijo Rodrigo Granda, conocido como el canciller de las FARC, al finalizar la conferencia de prensa en La Habana.

 

En el mismo acto, la guerrilla anunció que formarán parte de su equipo de negociadores Iván Márquez, del secretariado de las FARC y uno de los más radicales de la organización, y Jesús Santrich, segundo de Márquez. También anunciaron su intención de llevar como negociador a Simón Trinidad, preso en Estados Unidos desde 2004, condenado a 60 años de cárcel por el secuestro de tres ciudadanos de ese país. Santos contestó públicamente que las FARC deben “ser realistas” y comprender que “hay cosas que se pueden y otras que no”.

 

LA PAZ ES LA VICTORIA

 

Por Jorge Iván Ospina G.

El tiempo, solo el tiempo logra borrar los momentos más difíciles, sin embargo muchos de ellos se escriben con sangre y dejan huellas permanentes.
Es difícil recordarlo con detalle. En ocasiones voy al apartamento en la unidad Santiago de Cali con el propósito de revivirlo y aunque allí están las mismas paredes y algunos de los muebles,  no puedo. El tiempo y la necesidad de borrarlo intentan ser más fuertes.
Sabía que estábamos en guerra. Tengo grabadas las palabras premonitorias de mi padre: “En una guerra es muy fácil morir y en esta guerra que libra el ‘M’ muchas personas morirán antes de conquistar la paz”.  Esas tres letras me motivaron a salir de La Habana, mi refugio -“mi todo refugio”-, para ver lo que todos llamaban el diálogo nacional y la oportunidad de paz. Sin embargo, como ha ocurrido de manera sistemática y no silenciosa, muchos más le apostaron a la guerra, a la muerte de unos y de otros, de acá y de allá, como consignando para siempre, o por lo menos por mucho tiempo, que para este pueblo la paz no sería un parto fácil. Una noche hace 27 años*, estábamos viendo las noticias y alguien tocó a la ventana. Un vigilante de acento caucano susurró: “lo están buscando, saben dónde vive”. Junto a mi familia, iniciamos una huida sin éxito. Por horas rondamos en un pequeño carro por el centro, pensamos en subir a Siloé o ir al Distrito. Incluso contemplamos viajar hacia el Cauca, pero pudo más la confianza y nos dirigimos al oeste de Cali, a Los Cristales.
Hablamos, había alegría: una vez más mi papá se alejaba de la prisión o la muerte. Ya habían pasado unas horas de la primera información y él sentía que allí estaba seguro. En medio de llamadas y obvias conversaciones, mis padres me indicaron dónde dormir. Esa noche tuve un sueño corto en el que me trasladé al mar, en donde recogía estrellas y caracoles y veía grandes buques. De pronto, me desperté con un estruendo mientras gritaban mi nombre. Él estaba tranquilo, más sereno que de costumbre y con un fusil en sus manos, me dijo: “Cuida a tus hermanos”. El combate se llenó de consignas para amedrentar al enemigo y superar el miedo, la pólvora enardece, se aspira y a su vez motiva, los tiempos son eternos y durante algunos minutos todo se estremece. Tiros van y vienen, cada bala suena un par de veces, a su salida y en su inevitable punto de llegada. Casi está amaneciendo, mientras suena el teléfono se encima al contrario. Entonces mi padre salió a la terraza. Intenté hacerle retroceder pero entonces se escucharon dos silbidos: uno rozó mi cuello y el otro fatalmente certero atravesó su tórax. “Me mataron”  me dijo, como queriéndome decir más cosas pero sin poder. Lo retiré de la línea de fuego y le cerré sus párpados: grité por un rato.
Quedé paralizado y aturdido, todo me daba vueltas, solo escuchaba un zumbido lejano y largo, como de una chicharra. El tiroteo se agudizó y copó cada espacio. Sentí que caían pequeñas cargas de explosivos y las consignas eran ahogadas por armas de mayor calibre. El único compañero que aún respondía al fuego se parapetó en el segundo piso y me dijo
adiós con la mano mientras la familia Marín se resguardó en el baño. En un instante reaccioné, decidí abrazarlo y besarlo. Lo arreglé, le repetí cuánto lo quiero, cuánto lo amo. Ya nada importaba y aunque el tiroteo continuó y las balas estallaban cerca de mí, no me pasó nada. Su cuerpo aún se sentía caliente y me preocupaba que  estuviera expuesto. Lo moví hacia adentro y seguí abrazándolo como fantaseando con curar sus heridas y evitar que el frío penetrara en su cuerpo. Seguidamente recogí sus documentos y armé un incendio con ellos. Luego hice una llamada, no recuerdo a quién y le conté: “Papá ha muerto”.
Cuando se ha perdido tanto lo demás no importa. Se soporta la tortura, la cárcel y la ausencia de todo. Por un tiempo se autoincrimina y se culpa, pero cuando se supera llega una motivación especial de trabajar para que no ocurra más: Liderar para transformar, comprendiendo que no somos un pueblo malvado destinado a matarnos  por siempre.
Sí señor Presidente, “La paz es la victoria”
Pero no la paz en vano para que todo quede igual: ésa no es duradera, es efímera. Se trata de hacerla con una base ética construida colectivamente, con perdón, reconciliación, reparación y rectificación. Con verdad, que intervenga las causas de la guerra que ha motivado a algunos y obligado a otros a empuñar el fusil, la que transforma la tenencia de la tierra y define que la unidad nacional no es con los mismos de siempre. Es con los afros, indígenas, ambientalistas, raspachines, mineros legales e ilegales, deportistas, gestores culturales y campesinos. Ésa es la unidad nacional que alcanzará la victoria y tal como usted lo dijo: “La paz es la victoria”.
*
Los sucesos narrados corresponden a la muerte en combate de Iván Marino Ospina Marín el 28 de agosto de 1985 en el barrio Los Cristales de Cali.

LOS SEPULCROS QUEDARON ATRAS

 

¿Qué buscamos en nombre de la paz? ¿Y de qué paz se habla en estos tiempos aciagos de la humanidad?

 

Solo ayer un joven guerrero se levantaba en armas contra sus mayores. Había aprendido a empuñar una piedra labrada con otra piedra y era su arma mortal. Otros pocos como él emprendieron el largo camino de la conquista de tierras que eran libres para quienes la habitaban.

 

De ese primer paso han pasado miles de años y miles de conquistas por guerreros más osados que los primeros, que han llenado de gloria a bárbaros asesinos en la historia de la humanidad.

 

En un pequeño país, incrustado entre tres cordilleras se libra una batalla por la conquista del poder de un pueblo que ha sobrevivido a muchas batallas y guerras locales. Voces venidas de otros lugares hacen eco entre sí, buscando consolidar una paz negociada entre bárbaros que juegan al ajedrez en busca del jaque final.

 

Desde el cabo de la vela al trapecio amazónico hay un reguero de sepulturas medio abiertas que esperan el último puñado de tierra del doliente más cercano que llora sin consuelo.

 

Escondidos y a la luz del día los peones y alfiles se juegan la partida. La paz está detrás de esa puerta que detiene el clamor de millones de inocentes que no entienden por qué se asesinan los unos a los otros. Voces, sólo voces se escuchan que salen de las profundidades de la selva mientras arrasan árboles centenarios y una multitud encadenada trata de escapar de sus captores.

 

Los hombres que hacen las leyes, enredan con su lógica incorrecta la posibilidad de un acuerdo negociado. Los diálogos continúan como Penélope tejiendo su cobija que le entregara a su amado guerrero.

 

¿Qué hemos aprendido de la historia en estos cinco mil años? Que una noche tan oscura como el centro del universo nos ha tenido vagando como si fuéramos un tornado que no ha terminado su labor.  

 

Lo que aquí está pasando son las mismas partidas que en el medio oriente, el oriente y Europa se están jugando.

 

Los bárbaros atenienses hicieron bien su trabajo, de incrustar muy profundo en el regazo de la madre recién parida su disciplina sobre el orden de las cosas. Ese infante que ayer nació y que hoy lucha por madurar y añejarse como un buen vino, escucha silencioso y mira la partida fuera de la arena del conflicto.

 

Esta civilización que hoy conocemos ha comenzado a tocar la diana de la retirada. Una sociedad encunada en medio de las redes cibernéticas está tejiendo diligentemente un orden social que abandonara sin dejar huellas a los bárbaros atenienses.

 

Atrás quedara un conflicto que seguirá arañando las paredes de la historia hasta que no quede el último bárbaro ateniense.

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