Conservar recursos
fitogenéticos contribuye a la seguridad alimentaría
Bogotá D.C. Agencia de Noticias UN
Los recursos fitogenéticos
son la base genética de las especies vegetales que muchos agricultores
siembran para producir los cultivos que alimentan al mundo.
Por su importancia, en el año 2004, 78 países firmaron un acuerdo
encaminado a preservar y utilizar este material genético como sustento
de la agricultura sostenible y la seguridad alimentaria.
El convenio se conoce como el Tratado Internacional sobre los Recursos
Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura y, desde su
creación, asegura la prospección, conservación, evaluación y
disponibilidad para aumentar la calidad y la productividad de los
cultivos.
“El futuro de la agricultura depende de la cooperación internacional y
del intercambio abierto de los cultivos y sus genes, que durante más de
diez mil años se han desarrollado y mezclado”, expresó Fernando Latorre,
comisionado del Centro Nacional de Recursos Fitogenéticos de Madrid
(España).
La declaración la dio el experto en el taller “Herramientas apropiadas
para la conservación y uso de la agrobiodiversidad de la región
latinoamericana” del programa CAP-Fitogen, gestionado por la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
agricultura (FAO), con apoyo de la Dirección Nacional de Extensión de la
UN y de algunas entidades del Gobierno español.
“Los problemas de hambre y desnutrición requieren serias alternativas de
solución. Por eso, la Universidad aceptó la invitación de la FAO para
organizar el evento, siendo un apoyo en los aspectos logístico y
académico”, dijo la profesora Aura Herrera, directora nacional de
Extensión.
Promover el tratado es una apuesta por la seguridad alimentaria en el
mundo, pues garantiza la disponibilidad de las colecciones de material
genético que los países necesitan para alimentar a sus pobladores.
Latorre, conocedor del documento, menciona algunos de sus componentes,
como “las disposiciones generales sobre la conservación y la utilización
sostenible de los recursos fitogenéticos y los derechos de los
agricultores”.
“La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)
hace una contribución financiera para fortalecer las capacidades de los
directivos y técnicos que trabajan en la recolección, conservación y uso
de estos recursos”, manifestó Fernando Rey, coordinador de esta entidad
en Colombia.
Así, la AECID patrocina este taller “para fomentar la aplicación del
tratado formando a las entidades gubernamentales, académicas y a la
sociedad en general en la garantía de la seguridad alimentaria de la
región”.
Colombia, España y la FAO han constituido una mesa de consulta “que
discute acerca del hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición,
de cara a la agenda pos-2015, cuando se evaluarán los Objetivos de
Desarrollo del Milenio”.
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Colombia, un mar de recursos
pesqueros desaprovechados
Palmira, Agencia de Noticias UN
En el sector se derivan unas
2.400 toneladas de residuos al año que se desaprovechan y que cuentan
con potencialidades médicas, industriales y artesanales. Así lo sostiene
José Igor Hleap, docente de la UN en Palmira.
Según el Instituto Humbolt y el Ministerio del Medio Ambiente, hay en
Colombia un total de 173 especies aprovechadas y utilizadas para el
consumo. De estas, el 17% (31 especies) se encuentran con algún grado de
amenaza, de acuerdo con la evaluación nacional publicada en 2002 en el
Libro rojo de peces dulceacuícolas de Colombia.
Estas especies son clasificadas según su uso, dvidido en tres
categorías: la primera, que corresponde a las especies de pesca de
consumo en donde se encuentran (91 especies); la segunda, agrupa
especies de consumo local (67 especies), y la tercera, que tiene
especies de doble propósito, ornamental y de consumo (32 especies).
el profesor José Igor Hleap, Ingeniero Pesquero y PhD. en Ingeniería de
Alimentos, asegura que Colombia posee excelentes condiciones geográficas
y climáticas para el desarrollo de una actividad pesquera exitosa, ya
sea extractiva o productiva, un mar de recursos pesqueros que no se
aprovecha.
Según el docente, de un pez promedio solo consumimos el 50%; el otro 50%
corresponde a la piel, las escamas, las cabezas y las aletas. En
Colombia, del procesamiento de toda esa cantidad de pescado se derivan
unas 2.400 toneladas de residuos al año que se botan al mar causando
daños ambientales y desperdiciando un recurso valioso.
“Con estos residuos, podemos desarrollar productos de tipo médico,
técnico, veterinario, artesanal, entre otros. Estos tienen mucho valor
comercial en los mercados internacionales y podrían ser una buena
alternativa para Colombia”, expresa el profesor.
En ese sentido, algunos subproductos podrían extraerse de estos
sobrantes, no necesariamente para producir aceite y harina de pescado
(que es lo tradicional), sino para fabricar productos con valor agregado
que podría aprovechar el país.
“la emulsión es producida del hígado de los animales acuáticos con alta
cantidad de vitamina A y D. Generalmente, estos desechos se botan. Sin
embargo, con esta podríamos fabricar productos dirigidos a la población
infantil. Por otra parte, la guanina sirve para extraer un producto
químico que le da el nacarado a las pinturas. Ella se puede sacar de las
escamas del pescado”, sostiene el investigador.
La piel de los pescados y el colágeno son otras dos características que
se pueden rescatar de los residuos del sector pesquero. “El no
aprovechamiento es atribuible al desconocimiento, a la falta de
políticas y apoyo gubernamental y el desarrollo tecnológico”.
“En nuestro país deben hacerse esfuerzos para organizar esta actividad y
poder incursionar en los mercados internacionales aprovechando las
ventajas del TLC. No debemos limitarnos al proceso de extraer, producir,
procesar y exportar; sino que, para llegar a estos mercados de una forma
dinámica, debemos desarrollar productos con valores agregados, así como
aprovechar eficientemente los subproductos de la industria pesquera”,
sostiene Hleap.
Sin embargo, en el caso de la acuicultura, el país ha tenido avances
significativos con el potencial de recursos que tiene. “Con la Tilapia
Roja —afirma el docente— ya estamos notando grandes volúmenes de
producción; Así pues, tenemos una muy buena alternativa, tanto para el
consumo nacional como para el mercado internacional”.
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El trabajo social está ligado a las
políticas públicas y pierde terreno ante la globalización
Fotos: Felipe Castaño / Unimedios
Bogotá D. C., Agencia de Noticias UN
El
profesor Johannes Kniffki, coordinador de la Reletran, asegura que la
perspectiva de “trabajo social transnacional” es la respuesta a los
retos que impone la globalización.
“El trabajo social —en la práctica o como disciplina académica— está
netamente vinculado al Estado-nación. Tradicionalmente, no se lo puede
pensar fuera de sus fronteras, leyes y reglamentos. Pero en un mundo
globalizado aquel pierde soberanía”, explica Kniffki, docente de la
Universidad Alice Salomon Hochschule de Berlín (Alemania).
Cita como ejemplo clásico la migración: “No se puede entender la
migración de hoy como la de un grupo o colectivo que sale de un país A
para llegar a un país B. En realidad, estas personas se mueven de nuevo
al país C, luego regresan al A y mantienen relaciones con el país C o A.
Esos son estilos de vida completamente nuevos, son cosmopolitas”.
Kniffki llama a esto una “red plurilocal”. Tienen su gente en el país A,
en el B, en el C y en ellos pueden ser escuchados, sometidos, excluidos.
La influencia de su vida cotidiana no esta determinada por un
Estado-nación, sino por A, B y C.
Y añade: “Las situaciones y las prácticas sociales de la gente ya no se
pueden vincular solamente al Estado-nación, sino que están influenciadas
por la globalización. El trabajo social transnacional reconoce, se apoya
y formula acciones considerando todos esos fenómenos”.
El académico alemán subraya que la Red Latinoamericana-Europea de
Trabajo Social Transnacional (Reletran) apunta a construir ese
conocimiento transnacional, con base en diversos pensamientos teóricos y
diversas experiencias prácticas en un contexto de comunidad.
Además, señala que esta perspectiva necesita traducirse “en una
producción teórica y metodológica aplicadas a situaciones concretas de
la vida social”.
Lo transnacional en Reletran
“Doce universidades y once organizaciones sociales de Europa y América
Latina se reúne y conversan. Partimos de que nosotros no podemos
entendernos. Tal vez tenemos el mismo idioma, pero tenemos diferentes
conceptos de los términos trabajo social, democracia y derechos humanos.
Pero hablamos porque queremos buscar una manera de ayudarnos”, dice
Kniffki sobre el carácter transnacional del proyecto.
La Reletran tiene representantes en Alemania, Bolivia, Brasil, Chile,
España, Guatemala, Panamá, Portugal y México. La UN es la abanderada en
Colombia.
“El intercambio de conocimiento, entendimiento, tradiciones académicas
es el comienzo. Primero, tenemos que hacerlo, pero a lo largo del
proceso —y eso es lo transnacional—. Ya no podemos hablar de que podemos
aprender de Europa o de Latinoamérica. No importa porque, al final, no
podemos definir de donde viene eso o aquello. En este encuentro,
teorías, ideas y procesos se transforman y no se puede identificar su
origen”, concluye.
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