EDITORIAL
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EL BÉISBOL
Es
un deporte profesional
como cualquier otro, sólo se necesita de un escenario en donde
practicarlo, sus deportistas están listos para cambiar su vida y
darle una oportunidad a sus familias. Hoy en día en Risaralda hay un
escenario deteriorándose y en muy malas
condiciones y todo esto, gracias a sus administradores, que lo utilizaron en
otras disciplinas
dañando su verdadero estado y después lo dejaron en el olvido, y ahora
lo pisotean y urbanizan, muy inapropiado ya que si no hay escenarios en
la Villa Olímpica, como pretendemos tener una buena respuesta por parte
de nuestros jóvenes si no tiene un lugar en donde practicar sus
aficiones
deportivas y si además de eso no apoyamos el deporte, cómo queremos que
nuestros niños no se inclinen a un mundo lleno de drogas y delincuencia,
donde no tienen ningún futuro? El eslogan de "Por una Pereira Mejor"
¿dónde que da? hoy hay mas niños
de diferentes
edades practicando béisbol en Risaralda, ganando trofeos y medallas y se
preguntan por que deben practicarlo en canchas improvisadas, en donde
se practican otras disciplinas deportivas y por qué habiendo un
diamante, no se puede ingresar a el, divertirse y practicar su deporte?
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Soberanía e
independencia
Blas Piñar -
Político español, escritor y notario.
Para mi es evidente que
soberanía política e independencia económica se entrelazan de tal
manera, que aquella deja de existir cuando ésta por unas u otras razones
se pierde.
Para enfrentarse con el tema estimo que no debe considerarse la
soberanía, del mismo modo que la libertad, como valores absolutos, sin
limitaciones. Hay libertad psicológica para elegir entre el bien y el
mal, pero no hay libertad moral, que equipare lo bueno y lo malo. Desde
este punto de vista, la libertad para hacer el mal, lleva consigo la
responsabilidad, y, por cierto, el derecho y el deber que a la autoridad
corresponde de castigarlo.
La soberanía, para que no degenere en despotismo, hay que ejercerla
sabiendo que tiene limitaciones que deben respetarse. Soberanía no puede
confundirse con tiranía. Por eso la autoridad no puede ahogar o suprimir
la verdadera libertad, tal y como la hemos definido.
Ahora bien, y por lo que a la soberanía afecta, que es la de la que nos
ocupamos, hay que fijar y aceptar las limitaciones a la misma, a fin de
que no se corrompa. La solución, bien conocida, de fragmentar el poder
de la autoridad que la ejerce en tres poderes distintos, el legislativo,
el ejecutivo y el judicial (al que luego se agregan otros poderes
fácticos muy influyentes y decisivos) fracasó, como la experiencia
histórica ha demostrado, porque los regímenes políticos que conocemos,
convierten la cooperación de los tres poderes, para servir al bien común
de los pueblos, con un enfrentamiento constante, de tal manera, que uno
de esos poderes acaba por adueñarse de los otros dos. Lo que ocurrió con
los triunviratos romanos, no es más que un antecedente de lo que ocurre
hoy, y concretamente en España.
Las limitaciones ínsitas en el poder soberano –y para mi acertadas- son
dos sumamente importantes porque contribuyen al bien común, y, en
consecuencia , a lo que se llama Estado del bienestar. Una de esas
limitaciones, podemos decir que viene de arriba, es decir, de la
existencia de unos valores prepolíticos y preconstitucionales, que son
algo así como el cimiento o la roca viva del entramado político, es
decir, lo que los juristas alemanes llamaron la Constitución de la
Constitución, y que Benedicto XVI, califica de innegociables. Hay, pues,
una Verdad política constituyente, y no una variedad de opiniones
políticas, incluso opuestas, sobre cuales son tales valores. Dar
testimonio político de la Verdad es algo trascendente. Construir
políticamente sobre una simple opinión equivale a edificar sobre la
arena. Entre el apóstol y el charlatán hay una notable diferencia.
La segunda limitación de la soberanía viene de abajo, del pueblo sobre
el que se ejerce. Hago hincapié en la palabra pueblo, que no puede
identificarse con poblado, ni con multitud, ni mucho menos con masa
inconsistente que se manipula o manosea. La idea de pueblo lleva consigo
la de unidad, no solo de coexistencia, sino de convivencia, de tener un
código genético colectivo, una biografía histórica y una vocación de
futuro y de cultura común. Por eso, un pueblo auténtico, no se limita a
escuchar y obedecer al que manda, sino que en todo lo que es negociable
y no está en desacuerdo con la Verdad política, debe ser convocado para
que de su opinión, para que exponga las razones que tiene para
mantenerla, ofreciéndole el cauce legal para que así sea, y pueda servir
de orientación y pauta a los que ejercen el poder soberano. |
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Partiendo de la verdadera soberanía, no ilimitada, hoy nos encontramos
con su pérdida, que puede ser total, aunque se respeten las palabras. Si
la propiedad privada fortalece la libertad de la persona, la
independencia económica garantiza la soberanía; y creo sinceramente, que
la dependencia económica debilita y hace desaparecer la soberanía
nacional. La crisis económica que padecemos, no era algo impensable. No
se coloca el dedo en la llaga, al no poner la atención en la crisis
moral, previa, que la hado origen, ni al hecho de que, por su extensión,
responda a un proyecto que solo quienes son muy poderosos, han puesto en
marcha para acelerar la decadencia de Europa.
En el caso de España, nación europea, hay un factor añadido, y es el del
Estado de las Autonomías impuesto por la Transición. La crisis
económica, con la emisión astronómica de deuda pública y la trasferencia
de facultades soberanas a las regiones y “nacionalidades” ha reducido al
mínimo la soberanía del Estado.
Deuda pública y transferencias han convertido a España en una nación
deudora, desmantelada estructural y económicamente, al ingresar en lo
que hoy se llama Unión Europea (cuando es una verdadera desunión),
obligada a acatar las decisiones tomadas por organismos supranacionales,
a mantener guerras en países lejanos, de los que éramos amigos, y a
corregir, con grandes sacrificios, las consecuencias de un despilfarro
que no tiene nombre.
Por otra parte, el Estado de las Autonomías, al transferir facultades de
índole económica y fiscal, (como otras), que prueban que los españoles
no somos iguales ante la ley, ha roto, en esta materia, la unidad de
España, permitiendo a las Comunidades que hayan hecho inversiones
improductivas (como algunos aeropuertos), concedido subvenciones
incomprensibles, y emitido su propia deuda pública, al parecer,
impagable.
Lo gracioso radica en que esta situación calamitosa se ha producido en
la totalidad de las Comunidades Autónomas, tanto en las gobernadas por
el Partido Socialista, como en las gobernadas por el Partido Popular. Se
revela así que la oposición y el gobierno –en cualquier época
subsiguiente a la Transición- estaban tácitamente de acuerdo, en sumir a
España en la ruina, y en terminar con su independencia política, al no
tener independencia económica, y al depender del exterior para que el
pueblo español pueda subsistir.
De lo gracioso, podemos pasar a lo curioso y es que el estrangulamiento
de la soberanía política, al perder la independencia económica, ha sido
fruto del capitalismo especulativo, que no crea riqueza y, por lo tanto,
no puede distribuirla; y, además, a que es precisamente el capitalismo,
el que tiene el dinero, y el que lo presta a elevado interés, seguro de
que así maneja a su voluntad y capricho a las naciones deudoras.
Y yo me pregunto ¿quiénes se esconden detrás de los mercados? Se les
ofende y ataca en las manifestaciones y por líderes políticos, pero
nadie los nombra. Pues bien, a mi me parece, y creo no estoy
desacertado, que quien tiene el dinero, es China, cuyo régimen comunista
ha puesto en práctica un capitalismo de Estado, que, sin oposición
influyente, maneja su economía, y sin problemas graves de tipo laboral,
y sacrificando unos cuantos generaciones, se está haciendo dueña del
mundo, prestando dinero a los que no lo tienen.
En manos de la China comunista, pero capitalista, está hoy la mayor
parte de la deuda pública soberana, incluyendo la de Estados Unidos.
Habrá que pagar esa deuda a quienes están detrás de los mercados, con
unos intereses, en dinero o en especie, es decir, entregándoles las
mejores y más indispensables empresas, especialmente las energéticas,
como ya ha sucedido en Portugal. |