|
NO HAY «LAMENTO BOLIVIANO»
|
|
Los
Bolivianos que en su diáspora se han instalado ya en países
europeos, y en todos los rincones de América, retornan a su país a
cumplir esta cita con sus familias, alrededor de la amplia gama de
tradiciones culinarias, el fogón familiar se convierte en centro de
la fiesta. Allí se disfrutan sabores predilectos como la sopa de
maní, el agua de jankaquipa, las galletas de chuño o el charque.
Las
familias invierten sus recursos en esta celebración que se lleva a
cabo con toda la pompa, haciendo majestuosos disfraces, cargados de
color y de luces. Esos disfraces y vestuarios se confeccionan para
cada carnaval con esmero, para ello se utilizan materiales diversos
y en muchos de los grupos que desfilan se utilizan tejidos
tradicionales.
En ese
contexto familiar y de gran espíritu religioso, aparece La Diablada,
una especie de performancia acerca de los iconos que representan el
bien y el mal, entre los representativos montajes que presenta esta
danza tradicional, aparece visible la Tradicional Autentica Diablada
de Oruro, la Diablada Ferroviaria y la Diablada URUS que se
caracteriza por el uso de la pólvora y el fuego.
De la
tradición negra o afroyungueña, se desprende el espíritu de los
Caporales, estas coreografías evocan el poder de los negros que en
otras regiones se conocieron como capataces, son unas danzas que se
caracterizan por saltos el uso de látigos y golpes en el piso, que
muestran el poder y la fuerza de los hombres.
Otros grupos que a veces sobrepasan los 100 participantes son los de
los Tobas, danzarines que se especializan en hacer saltos agiles y
enérgicos que impresionan a la multitud, pues el desfile de Carnaval
supera los 3 kilómetros, uno de los mas visibles grupos de tobas es
el de Uru-Uru.
La danza
de los Incas, majestuosos vestuarios que evocan el imperio incaico o
también la hermosa Llamerada, que muestra el trabajo arduo de los
pastores de llamas.
OTros grupos representativos que son muchos, son La Cullagada que
representan los hilanderos, la Morenada Evocación de la danza ritual
de la pisa de la Uva, ritual acompañado de hermosas canciones y
poemas de amor, el Tinku danza del hombre del altiplano, el
ahuatiris sobre los pastores del campo, o la alegre danza de
llokallas y lasIimillas que rememoran el arreo de animales por los
pastores. La Danza del enamoramiento del Valle o el Inti Llajta, el
Suri Sicuri, o la imitación del paso del avestruz, Los negritos, la
danza del Pijillay o el maravilloso desfile de los zampoñeros. El
waca wacas de la vaquería, la tarqueada o el Challawayas, Los
potolos y los Kantus.
La fiesta empieza con el martes dedicado a los compadres y comadres
y termina el martes siguiente con la Challa, una celebración
nacional que es tan importante como la acción de gracias americana o
la navidad. Un infinito derroche de representaciones de la cultura
popular Boliviana, declarado por la UNESCO, como obra maestra del
patrimonio oral intangible de la humanidad. |
|
Rafael Urrea
Por las escarpadas montañas, en ciudades pobladas de una gran
comunidad de mayoría indígena, se agita el corazón de una país de
gente orgullosa y valiente.
Al llegar a Santa Cruz, pasar por Cochabamba y vivir de cerca el
Carnaval de Oruro, me conmueve el saber que aunque hay una sombra y
un miedo, se escuchan aún ecos y que en medio de tantos sin sabores
y violencias recientes, el pueblo retoma su camino, más allá de la
desestabilización y la vergüenza internacional que supone el
espectáculo creado para unos pocos y al que asiste la mayoría
informada de nuestras naciones.
En Cochabamba, la marca inmensa de un Cristo de la Concordia, que
traza en el camino un sendero que podría servir de ejemplo a muchos
países que se consideran risiblemente desarrollados, no es sólo en
los grandes monumentos en los servicios públicos, en el bajo costo
del precio de la gasolina, en el cambio frente al dólar que hace ver
al Boliviano fuerte ante un poder adquisitivo medianamente
satisfactorio, o al menos variablemente convincente.
Asistimos así a una Bolivia amable, donde la pobreza de los países
en desarrollo también es visible, pero la sonrisa y convicción de un
país maravilloso habita en cada lugar, es la Bolivia que no
conocemos la que asiste al Carnaval de Oruro con una mano en el
corazón, donde se cantan himnos y poemas, mujeres hermosas que en la
morenada, se muestran convencidas de su voz que reclama memoria y
poesía, donde los músicos danzan mientras tocan sus platillos y
bombos, donde el Tinku, nos demuestra la fiereza, la fuerza la
convicción, el coraje, donde las jóvenes mujeres dicen danzar
incansables para pagar una promesa a la Virgen del Socavón, la
patrona de los mineros que sacan de las entrañas de la tierra sus
riquezas.
Es un país tan precioso que uno se conmueve, al pensar que en la
otra Latinoamérica no se le da el estatus real, que no se le
reconoce su orden, su poderoso crecimiento, su infraestructura
pública, sus grandes ofertas educativas que aprovechan mejor los
jóvenes que emigran de Brasil, a estudiar y a recibir la
capacitación que en su país les vale oro. |
|
En New
york fuimos testigos de la severa revuelta de Noviembre y que
conmovió a América Latina, al darnos cuenta que un país qua ya ha
ganado cierta estabilidad política, entraba nuevamente en el
movimiento telúrico de la inestabilidad y la osadía de las fake news
que hacen campaña en nuestros países latinoamericanos.
Un país
que mira al futuro, donde te maravillas con sus vías, amplias
carreteras, y detalles del servicio publico que le hacen ver como un
país muy organizado. Al llegar a Oruro su terminal terrestre me hizo
recordar el terminal de Greyhound al llegar a Toronto, sus pisos
perfectos y su silletería metálica que pareciera diseñado por los
Canadienses, me preguntaba, ¿por qué nuestras obras son inacabadas y
no se les da la importancia que los Bolivianos sí le dan a las
suyas? es Latinoamérica, la misma Latinoamérica, el mismo mapa, un
idioma que nos une y que nos diferencia nada más en la manipulación
de la noticia, en el centralismo caribeño, que no ve más allá de su
nariz.
Durante
los desfiles del Carnaval de Oruro, te sorprendes de esa pureza, de
esa ternura, de esa incansable danza que reclama su identidad, 200
años de tradición, haciendo esa simbiosis de lo católico con lo
pagano representado en el Tío de la Mina. El Carnaval de Oruro te
lleva de cerca más allá de sus límites, con sus coreografías, sus
danzas, las canciones emblemáticas del sur que resuenan en todos los
rincones, su música sus trajes luminosos y coloridos y esas danzas
misteriosas e inéditas, que te rompen esa visión que tenías de tu
Latinoamérica acartonada y solitaria ante el mundo.
En un pueblo libre, que más allá de los canones establecidos, de las
renombradas formas que lo dominan, camina a prisa, a saltos, a
ritmos de ancestros que se conservan por el amor a la memoria, por
el sendero de una libertad que habita en el pecho y se canta con sus
himnos magníficos.
|