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Familias afganas desplazadas regresan a la destrucción y al hambre
en Helmand
El colapso económico y la sequía hacen que decenas de miles de
personas desplazadas afganas que han regresado a sus hogares se
enfrenten a una hambruna severa este invierno.
El fin de los combates en Afganistán este verano fue un alivio para
el agricultor Sayed Mohammad*. Significaba que él y su familia
podían volver a su casa en Marjah – una ciudad agrícola devastada
por la guerra al sur de la provincia de Helmand – después de seis
años de mudarse entre viviendas temporales cada vez que los combates
se acercaban demasiado.
“Es la primera vez que vuelvo a casa en seis años”, comparte
Mohammad, de 70 años.
Pero el escenario que les recibió a su regreso hace unas semanas fue
de devastación. Toda la parte trasera de la casa, situada cerca de
una base militar ahora abandonada, se había reducido a una
cascarilla llena de escombros.
Gran parte de la población de Marjah fue desplazada en la última
década, al convertirse en escenario de intensos combates entre los
Talibanes y las fuerzas de la coalición y del antiguo gobierno.
Prácticamente no hay un edificio en la ciudad que no lleve las
cicatrices del conflicto.
Junto con su esposa y sus seis hijos, Mohammad se ha instalado en la
única habitación de su casa que aún tiene techo, y ha colocado
láminas de plástico sobre los agujeros de las paredes. “Hemos vuelto
a poner la puerta, pero por la noche hace mucho frío”, señala.
Al igual que decenas de miles de personas desplazadas internas (PDI)
que han regresado a sus hogares en los antiguos distritos de batalla
de Helmand y otros lugares de Afganistán, se enfrenta a un reto
mayor incluso que la reconstrucción: alimentar a su familia.
Otros habitantes de este pueblo destrozado narran cosas similares.
Las familias no pueden permitirse comprar suficientes alimentos y
quienes, como Mohammad, han regresado en los últimos meses tendrán
que esperar hasta la
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primavera para
poder empezar a cultivar, y solo entonces si la actual sequía
disminuye. Es un microcosmos de una crisis nacional, con el Programa
Mundial de Alimentos de la ONU advirtiendo que en todo el país solo
el 2 por ciento de la población tiene suficientes alimentos para
comer, y más de la mitad de la niñez menor a cinco años está en
riesgo de desnutrición aguda este año.
Cada semana, el Dr. Mohammad Anwar – recién retornado a su país –
atiende a más niños desnutridos en la pequeña clínica privada que
dirige en Marjah. “Los bebés llegan con la mitad del peso que
deberían tener”, afirma. Calcula que al menos 2.000 niñas y niños de
la zona de Marjah están ahora gravemente desnutridos y corren el
riesgo de morir.
La escasez de alimentos es un problema permanente en las zonas
rurales empobrecidas de Afganistán. Incluso con el apoyo de donantes
externos, el gobierno anterior se esforzó por abordar el problema,
pero sin gran parte de la ayuda extranjera que pagaba la mayoría de
los salarios del gobierno, el sistema bancario paralizado por las
sanciones financieras y una prolongada sequía que ha marchitado los
cultivos y los pastos, la situación es ahora mucho peor.
Muchas de las PDI que han regresado a Marjah y a otros distritos
devastados por la guerra están ahora profundamente endeudados,
después de pedir dinero prestado para comprar alimentos o reparar
sus casas. Sayed Mohammad comenta que le debe a los comerciantes y a
otros acreedores al menos 50.000 afganis (unos 500 dólares, USD).
“Necesito comida. Necesito dinero en efectivo, pero nadie nos ha
dado ayuda hasta ahora”.
Mohammad Sadiqi, oficial de enlace asistente de ACNUR, la Agencia de
la ONU para los Refugiados, en Helmand, asegura que las señales
apuntan a “más casos de malnutrición en todos los distritos
afectados por los intensos combates”.
“Si la situación continúa así durante el invierno, la mayoría de las
familias de Helmand se empobrecerán más que nunca, y muchas
morirán”, afirma.
En colaboración con organizaciones locales socias, ACNUR está
respondiendo a las necesidades de unas 22.000 familias de PDI que
han regresado a Helmand. La atención se ha centrado en ayudarlas a
mantenerse abrigadas este invierno, así como en apoyarlas para que
reparen sus hogares y se reintegren en las comunidades.
El 11 de enero se lanzará un plan de 4.400 millones de dólares (USD)
para responder a las necesidades humanitarias en Afganistán en 2022.
Si se obtiene la financiación necesaria, aumentará el suministro de
ayuda alimentaria y agrícola, y mejorarán los servicios sanitarios,
los alojamientos de emergencia, y la situación de agua y
saneamiento.
El factor clave del aumento de la desnutrición infantil es la
insuficiencia de alimentos para las madres, afirma el Dr. Anwar. “No
reciben suficientes proteínas, por lo que no pueden alimentar a sus
hijos adecuadamente”. Añade que la falta de agua potable – agravada
por la sequía – también está influyendo, provocando diarrea y una
mayor pérdida de peso.
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En su estado debilitado, la niñez desnutrida es más vulnerable a las
enfermedades que pueden conducir rápidamente a un deterioro
irreversible y a la muerte. Además, la mayoría de las niñas y los
niños carecen de la ropa de abrigo que les permitiría protegerse de
las temperaturas invernales bajo cero. “Algunos niños desnutridos
han contraído neumonía”, expresa el Dr. Anwar.
Hace lo que puede en su pequeña clínica, pero se necesita mucha más
ayuda, y las causas profundas del hambre generalizada permanecen.
Los efectos de una sequía agobiante son evidentes en todas partes.
Los canales de riego se han secado y muchos campos están cubiertos
por costras salinas. El uso de bombas alimentadas por energía solar
para explotar el agua subterránea con el fin de cultivar opio – la
materia prima de la heroína – ha hecho descender el nivel del agua,
secando el suelo y dejando depósitos de sal que dificultan aún más
los cultivos legales.
“Todos nuestros jóvenes se están yendo”
El comienzo del año trajo por fin la lluvia, pero en cantidades tan
grandes que provocó inundaciones repentinas tanto en Helmand como en
la vecina Kandahar, arrasando casas y campos. Gran parte del agua se
perdió en lugar de almacenarse, por lo que es probable que cualquier
efecto mitigador de la situación de sequía sea temporal.
“Si el agua se detiene definitivamente, tendremos que ir a Irán o a
Pakistán”, comenta Fazl Mohammad, otro antiguo desplazado interno,
que regresó a Marja en noviembre. “O simplemente cavaremos tumbas
para nosotros mismos”.
Muchos ya se han puesto en marcha: ya no huyen de la guerra, sino de
los efectos combinados del cambio climático y el colapso económico.
“Todos nuestros jóvenes se están yendo”, asegura Sadiqi de ACNUR.
“¿Qué otra cosa pueden hacer?”
Fuente: https://www.acnur.org
“A veces conseguimos verduras, pero la mayoría de las veces vivimos
de pan y té”, comenta. “Todos los niños tienen hambre”.
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