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Columnista |
Pereira, Colombia -Edición: 12.904- 484 Fecha: Sábado 02 - 04 -2022 |
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La calvicie quedó atrás
Por: Jotamario Arbeláez
Querido René Rodríguez: Después de estos peliagudos meses de pandemia que seguimos esquivando, me permito extender sobre su mesa de operaciones mis más cálidos sentimientos de afecto y de gratitud. Qué mejor que expresar públicamente lo que usted ha significado en los últimos años de mi vida que ya rebasó los 80. Y en la que sigo tan campante como el Johnny Walker black lable en mi mano derecha.
Tuve en mi adolescencia y juventud una presencia física agraciada y mejor vestida coronada por una frondosa mata de pelo que me permitía peinar un copete a lo Elvis Presley, lo que conllevaba el éxito con las fans. Pero a los 27 años, al mismo tiempo con la zozobra de mi desbordante primera pasión idílica, se me empezó a caer el pelo en la sopa y pasados los años llegué a ser prácticamente calvo. Unas entradas profundas terminaron por invadir el 70% del capilar territorio. Menos mal que mi maestro literario Gonzalo Arango me consolaba diciendo que no me quedaría calvo de genio. No niego que muchos calvos sean agraciados, y entre ellos estaba el consuelo estelar de Yul Brinner. Pero para mí constituyó una tragedia.
Me veía reflejado en mi nuevo actor favorito, Sean Connery, quien a partir del atildado y bien peinado 007 de El satánico Dr. No (1962) a Diamantes eternos (1971), a cada película se le veía más desentejado, hasta verlo en El nombre de la rosa (1986) llegar al 0 absoluto.
El secreto decepcionante que vine a saber más tarde fue que el intérprete del agente de su majestad desde sus primeras películas usaba peluquín, |
No era el que me imaginaba que sería a lo largo de la vida al espejo ni en las fotos ni en los retratos. Pienso que por ello perdí varios amores y parte del amor propio. Una vez que le eché los perros a una guapetona de la farándula que me traía loco me contestó con una sonrisa sardónica: “Primero peinate”. Aunque hay que tener en cuenta que tienen más fama de vigorosos en el catre los alopécicos que los greñudos, de lo que puedo dar fe. Pero para muchas mujeres el sexo primero entra por los ojos.
Hasta que de una revista de temas sensuales me hicieron la propuesta del siglo: que me dejara hacer un implante de pelo de una eminencia, y escribiera una serie de 6 crónicas bimensuales muy bien pagas narrando el progreso. ¡Eureka! Me llenaría al tiempo de pelo y de lana. Me presté para el artilugio. Fue una intervención quirúrgica larga y profundamente dolorosa y de sus progresos imperceptibles alcancé a escribir cuatro crónicas, la última cantando derrota. Después de pasar año y medio con gorros y pañoletas.
Y fue entonces cuando apareció usted, doctor René Rodríguez diciéndome: “Permítame, que yo sí lo arreglo”. Y en son de cortesía me invitó a su sala de cirugía. Y salí de la casa a las 8 de la mañana como Yul Brinner y regresé a las 8 de la noche como Tony Curtis. No tuve que vivir ni un minuto de expectativa. No me implantó esperanzadores folículos sino de una vez los pelos largos. Y al otro día era otro. El que siempre esperé que sería. Ese que hoy soy.
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Usted me cambió la vida, querido amigo. Me hizo volver en mí. De eso hace ya quince años. Tuve que renovar la cédula. Cambiar las imágenes de colaborador en periódicos y revistas. Me sentí de nuevo en mi territorio. Había vencido la calvicie, como antes había vencido la gota, esa dolencia de reyes que me cayó, ya no en el barrio Obrero sino cuando bailaba con una reina, por lo que mi colega de dolencia el poeta Roca me moteó Gotamario.
A la empingorotada presentadora de T.V. que me rechazó con el desabrido comentario me le presenté en los estudios diciéndole: “Ya me peiné. Ahora quiero pasarle el cepillo a usted”. Se dejó. Es más, me hizo un casting. Ahora me hacen más caso que antes porque conservo además la principal cualidad de los calvos, a pesar de la operación de la próstata. Ya puedo retomar mi novela La frente cubierta por el cabello, que suspendí cuando se me empezó éste a caer. La lluvia no mecanografía sobre mi cráneo ni el sol me tuesta la testa. Mi nieta de un año me hala el pelo y me besa la cabeza.
Tengo noticia de que hay otros dermatólogos exitosos, pero a mí me correspondió usted y puedo dar fe de que es el mejor del mundo. Tengo entre borradores un libro que le será dedicado, y que hace parte de mi novela-río Los días contados, que será seguramente un éxito editorial. Se titulará, para que sonría: La calvicie quedó atrás. Como la noche, de Jan Valtin. Muchos se ríen porque creen que me estoy refiriendo al pequeño despeje en la coronilla Ha mejorado usted la labor del Creador con muchas criaturas, lo que le significa acceder a la categoría de taumaturgo.
La montaña mágica. Enero3-22
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